22 septiembre 2012

Hojas verdes y florecillas amarillas...



Llegó la primavera.
Desde hace un par de semanas, empezamos a limpiar el jardín, que se había vuelto un desastre, un rincón salvaje donde cada quien crecía como le venía en gana.

Hoy estaba en lo mismo, cuando me encontré con una maceta llena de hojas verdes y pequeñas florecillas amarillas.
Se veía bonita. Mucho.
Mas de pronto me dí cuenta de algo que no había advertido enseguida, algo que me recordó una escena de mi pasado, un pasado muy antiguo, de los tiempos de mi infancia.

Recordé que, un día, jugando en el amplio patio que había en la casa que habitábamos, me encontré con una pequeña plantita, muy linda, creciendo junto a las plantas que mi papá tenía.
Mi papá era un hombre de campo, nacido y criado en un pueblo en la cordillera del Chile central, por lo que desde que nos vinimos a vivir en este árido desierto, siempre hubo plantas y animalitos en nuestra casa.
Y ahí estaba yo, niño de unos 9 años, en cuclillas, mirando esa plantita nueva para mí, cuando llegó   él a mi lado. Le mostré entusiasmado la nueva plantita, esperando que me dijera qué era.

Me sorprendió mucho su seca respuesta:
- Arráncala, es una maleza.

No entendí nada. ¿Mi papá, a quien tanto le gustaban las plantas, quería que matara esa plantita tan bonita, tan frágil, tan delicada?
Lo miré desde mi lugar, allá abajo, hacia su altura, y le dije:
- Pero papá, ¿por qué?, si es tan bonita...

Me sorprendí aún más ante su nueva respuesta, y ante su tono enojado:
- Ya te dije que es una maleza, sácala.

Yo no entendía qué era una maleza. Sabía, de haber ido al pueblo todas las vacaciones desde recién   nacido, que eran malezas todas las plantas que crecían a los costados del camino, en los canales, en el río, alrededor de los campos y bajo los árboles, pero no entendía qué las hacía diferentes de las demás plantas que me rodeaban. 

No arranqué esa pequeña maleza ese día, lo que enojó a mi papá. Yo nunca desobedecía, y menos a él, pero no me parecía justo matar esa plantita tan frágil y tan linda.

Muy molesto, mi papá se fue sin decirme ni una palabra más. (Él no podía ya agacharse lo suficiente para arrancarla por sí mismo, la enfermedad estaba más avanzada en él, a esa edad, de lo que está en mí hoy en día, y vaya que me cuesta hacerlo a mí, de modo que imagino su frustración por no poder hacerlo por sí mismo, y comprendo su enojo por mi desobediencia, que lo hizo irse y dejarme solo).

Pasados un par de días, recién me dí cuenta que la plantita ya no estaba, pero niño como era, no le dí más importancia.

Unos años más tarde, cuando con mi padre plantamos zanahorias en nuestro patio, me explicó él "con manzanitas" qué era una maleza, y por qué había -bonitas o no- que eliminarlas radicalmente.
Una maleza es una planta que lo cubre todo, y de tal manera, que nadie más que ella puede vivir donde está presente.

Y eso es lo que recordé ahora al ver esa maceta cubierta por lindas hojas verdes y florecillas amarillas: recordé que yo no compré esa gran maceta, no la llené de tierra de hojas, no la aboné, la regué y la cuidé mucho tiempo para que se llenara de pequeñas florecillas amarillas y lindas hojas verdes.  Todo lo que hice con ella y en ella fue para una hermosa planta, que nos gustaba mucho y daba grandes, bellas y perfumadas flores.  Una planta que ahora no está, que no existe, y de la que buscando bajo las pequeñas hojas verdes y las lindas florecillas amarillas, sólo encontré una viejas raíces.

Entonces recordé (pues ya lo había aprendido), por qué había que arrancar las malezas cuando nacen, cuando apenas empiezan a aparecer, antes de que se desarrollen y nos cautiven con la simplicidad de su belleza. Yo no lo hice, porque cuando aparecieron en esa maceta las primeras hojitas acorazonadas, me parecieron lindas, y las dejé crecer. Cuando empezaron a cubrirla y caían por los costados, me alegré de haberlas dejado. No advertí, sin embargo, que al ir creciendo ahogaban la planta que tanto nos gustaba, y que tanto queríamos. No advertí, al pasar a su lado cada día, que mientras las hojas verdes se hacían más abundantes, más grandes y más bonitas, la planta desmejoraba y moría. No me dí cuenta porque me llenaban los ojos las hojas verdes y las florecillas amarillas.
Ahora, ya no hay caso. la planta murió, y la maceta les pertenece por completo. Pero ya no me parecen tan bonitas sus hojas verdes y sus flores amarillas.

Ahora sé bien (cuarenta y tantos años después), el porqué mi papá se molestó tanto conmigo en esa ocasión. El sí sabía lo que eran las malezas.

-.-

Después de todo esto, me quedé reflexionando, y pensé que (como todo lo de la naturaleza), esto se puede aplicar a nuestras vidas: ¿cuántos hay que, deslumbrados por las malezas, dejan de lado lo que realmente les importa, sin darse cuenta que lo están perdiendo? Al final, cuando se quieren dar cuenta, ya no tienen sino malezas, que se ven bonitas, pero que no tienen ninguna utilidad. Y eso es todo lo que les queda al final de la vida.

Hay tantas cosas vanas a las que le damos importancia, y les dedicamos tiempo (a veces demasiado tiempo) y le restan importancia y tiempo a quienes realmente deberíamos dárselos.


[Esto no se aplica a escribir o leer blogs, of course. 
Los blogs son una de las plantas que más me gustan]

.

4 comentarios:

  1. Cuánta verdad!!!!... Lo que nos cuesta valorar lo que de verdad tiene importancia, muchas veces lo hacemos por el simple hecho de que normalmente las cosas importantes siempre están ahí..

    Besos

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  2. Hace algún tiempo que me dedico a arrancar malezas de mivida, y la verdad es que se respira muchísimo mejor...

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  3. Sabes cuantas veces me han hablado de eso? y ahora después de tanto tiempo lo comprendo , que difícil ver las cosas como son al principio y no dejarse cegar por algo lindo . Me gusto mucho tu historia definitivamente leerla me hizo entender mas que en muchos años atrás que me lo han dicho.

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  4. Si te ha servido lo que he escrito, ¿qué puedo decir, sino que me alegra mucho?

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