Ha tiempo que no hay suficientes hombres, en mi ciudad, para
hacer todos los trabajos que se suponía nosotros debíamos hacer. Por eso, más
que porque se hayan ganado el derecho o demostrado capacidad, ahora se
encuentra a mujeres realizando casi cualquier trabajo. No me extrañó, por
tanto, encontrar en el patio de maderas del Homecenter a una joven, que
ordenaba una pila de palos y tablas que algún desatinado cliente (o más de
alguno, seguramente) dejó en mal lugar.
Sin problemas al principio para hacerlo, se encontró de pronto con un palo de 4x4, que no sólo es difícil de manejar por sí, sino que además debía dejar a 2 mts. de altura. Si pensamos que un palo de pino de 4x4 pulgadas mide 3,2 metros de largo, para nadie es fácil encasillarlo a esa altura.
Sin problemas al principio para hacerlo, se encontró de pronto con un palo de 4x4, que no sólo es difícil de manejar por sí, sino que además debía dejar a 2 mts. de altura. Si pensamos que un palo de pino de 4x4 pulgadas mide 3,2 metros de largo, para nadie es fácil encasillarlo a esa altura.
Ella -ingenio no le faltaba- pensó en subir una punta primero, y luego acomodarlo, pero el madero no quiso cooperar y se enganchó en un saliente, de manera que ella no conseguía subirlo. Algo tozuda -todo hay que decirlo- no buscó otro ángulo o una mejor posición que le permitieran liberarlo, sino que seguía forcejeando desde el otro extremo.
Acalorada, molesta ya, advirtió entonces que un compañero de trabajo se acercaba. Un tipo robusto, alto, para quien habría sido cosa fácil ayudarla. Lo miró con cara de muchacha que pide ayuda, pero nada. El tipo era inmune a tales miradas. Después de morderse el labio, le pidió directamente -y por favor-que la ayudara, mas él, además de mirarla con sorna, no hizo nada. Sólo se quedó ahí, cruzado de brazos, con expresión de mofa en la cara. Quería disfrutar el espectáculo.
Perdida la esperanza, insistió ella en empujar el madero, aunque había probado ya que así no resultaría la cosa. Seguramente lo molesta que estaba no le permitía ver más allá, o quizá si por ser yo más alto podía ver mejor
Pero, bueno, visto lo visto, me olvidé de mis tendones rotos y -sonriéndole- se lo quité de las manos y le ayudé a dejarlo donde debía estar.
Una sonrisa, un brillo en los ojos. Se dió vuelta hacia su compañero, le miró -no sin desprecio- y le dijo: "menos mal que aún existen los caballeros".
El tipo me miró con molestia evidente -obvio-, y le respondió:
"¿No querían liberación femenina, no querían ser iguales a los
hombres? Ahí tienes..."
A ella se le borró la sonrisa. A mí, me dió rabia.
A ella se le borró la sonrisa. A mí, me dió rabia.
Y entonces me volví a ella, y le dije con tono muy serio,
como si le llamara la atención por algo:
¿Acaso no sabe que las mujeres nunca podrán ser iguales a los hombres?
¿Acaso no sabe que las mujeres nunca podrán ser iguales a los hombres?
Piense, ¿qué
mujer podría decir una estupidez tan grande como esa, tan rápido, y sin siquiera
pensarlo?
La muchacha no lo pensó ni un segundo, antes de reír de buena gana.
La muchacha no lo pensó ni un segundo, antes de reír de buena gana.
El tipo, bueno, creo que él todavía está ahí tratando de entender lo que dije...
.
Qué tonto el compañero. Cuando se necesita ayuda en el trabajo es independiente a que el compañero sea de un sexo ó de otro.
ResponderEliminarBien por ti ;)
PS: Cómo está tu negrita?
Besos!
Estuviste rápido.
ResponderEliminarAquí ha muerto la única corredora de Fórmula Uno española y siempre decía que todos estaban encantados con ella cuando entró en un deporta taaan masculino hasta....que empezó a ganar.