Hace unos cuantos años atrás (serán unos quince), mi negrita trabajaba en un Jardín Infantil. Fueron sus inicios en el trabajo con niños, el que hacía (y siempre hizo) sin tener estudios para ello. Todo lo suplió siempre con mucho amor por los niños y una gran determinación de hacerlo todo bien hecho.
Por mi parte, yo trabajaba fuera de la ciudad la mayor parte del tiempo, y llegaba a casa apenas si a dormir, de modo que -en cuanto tenía alguna oportunidad-, me acercaba a su trabajo para poder verla.
Una gran sorpresa, y un susto, me llevé un día en que -llegando al Jardín- me encontré con un espectáculo similar al dibujo.
En la entrada del Jardín, había una escalera de 4 peldaños, que daba a un pequeño descanso frente a la puerta principal. En ese pequeño espacio, había una mesa, Sobre la mesa, una silla. Sobre la silla, una silla más pequeña, de las que usaban los niños. Sobre esa sillita, equilibrada en un pie, con una lata de pintura en una mano y una gruesa brocha en la otra, estaba mi negrita, pintando la fachada.
Que susto me llevé. Ya me parecía verla caer de la improvisada pirámide, en tanto ella, feliz, pintaba como si estuviese a ras del suelo...
De nada sirvió todo lo que le dije, cuando bajó a saludarme. Igual volvió a subir, como si nada, y se quedó allí arriba hasta que terminó de pintar la parte más alta, que era lo único que le restaba.
Siempre ha sido así. Le gusta pintar. Y es ella la que ha pintado todas las murallas de las casas en que hemos vivido, y de la que ahora es la nuestra. Además de algunas en casa de su mamá, y muchas más de algunas en casa de sus hermanas. Ha pintado habitaciones hasta en nuestras vacaciones en el extranjero... ¬¬
Por eso, no me sorprendió llegar a casa (días antes de hacerse la quimio), y encontrarla en nuestro patio, en equilibrio sobre una mesa y una silla, blanqueando una muralla.
Genio y figura, pensé para mí.
Pero, he de admitirlo, ni estas experiencias vividas -ni ninguna otra- me prepararon para verla levantarse a las 06:30 de la mañana del sábado, a sólo 8 días de haber recibido una quimioterapia que la hizo llorar y retorcerse en la cama, para pintar el frontis de nuestra casa... 0_o
No quedaba más que levantarse y acompañarla. Disuadirla, imposible.
Hay cosas que los simples mortales no podemos hacer...
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Eso es hacer las cosas por amor.
ResponderEliminarQué grandísima mujer tienes.
I know. Es pequeñita, pero eso es sólo el envase...
ResponderEliminarDebe de ser una mujer increíble que ha tenido la increíble suerte de encontrarte y compartir contigo un porrón de años.
ResponderEliminary dice el dicho que en el envase pequeño se encuentra la buena confitura.
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