16 noviembre 2014

Los sapitos...

Este fin de semana nos fuimos de excursión. De Trekking, que le llaman ahora. Mi Negrita no quiere perder el tiempo que le queda, y quiere vivir todas las cosas nuevas que pueda.

Una vez allá, y después de una par de horas de caminata, llegamos a un punto en que nos dijeron, señalando un punto allá arriba, a unos 12 metros sobre el cerro, que había allí un manatial, pequeño, donde podían encontrarse unos sapitos. Una rareza en nuestros cerros tan desérticos. Y nos ofrecieron subir a verlos.
Rossana y yo no necesitábamos invitación. Ella dice que no tiene nada que perder (a lo sumo morir un poco antes). Para mí, es lo mismo.
Fuimos tres los que decidimos subir.
Una vez arriba, el asunto no era tan simple, el lugar era estrecho, incómodo y resbaladizo. Ellos se asustaron, y sólo querían bajar. Pero la bajada se veía mucho más difícil de lo que había sido la subida, que en ningún caso había sido simple.
Yo no temo a nada, así es que partí por la ladera del cerro, como una cabra cualquiera, buscando otro camino.
Lo encontré, aunque miel sobre hojuelas tampoco era. 
Los ayudé a subir un poco más, y luego volví a bajar. Obvio, no había ido hasta allí para ver sapitos e irme con las manos vacías.
Al final, los sapitos no estaban dispuestos a dejarse fotografiar. Sólo encontré algunos de sus hijos.


Volví entonces a subir, para llevármelos por el camino encontrado. Ambos me siguieron, pero si bien mi Negrita confió en mí hasta el final, para nuestro acompañante no fue lo mismo. Me dijeron desde abajo que lo dejase ahí, y eso hice.
Me llevé a mi tan intrépida como asustada mujer, y conseguí bajarla sin más daño que su orgullo algo lastimado y la ropa polvorienta, y con una gran sonrisa por la ventura vivida. 

Últimos pasos de la bajada.
Al otro buscador de sapitos tuvieron que subir a buscarlo. Estaba muy asustado, pero todo salió bien.
De lo que no se libró, ni se librará en bastante tiempo, será del bullying de sus amigos.


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2 comentarios:

Sólo dilo, no te cortes...