En la avenida Andrés Sabella (ésa que en otros tiempos conocimos como Miramar),
hay dos letreros Ceda el paso, contiguos, en el cruce con dos calles que tienen doble sentido de tránsito. Son calles con fuerte pendiente, que parecen descolgarse del cerro, hasta perderse en el centro de la ciudad, allá más abajo de las vías del tren.
En una de esas calles (no me pregunten su nombre), aquella en cuya esquina está la Parroquia de Lourdes, apareció hace un tiempo -¿un par de años?- un hombre, un individuo desaseado y zarrapastroso que, esperando recibir algunas monedas, advertía a los conductores si podían pasar o no. La visibilidad no es buena en ese cruce.
El negocio no ha de haber sido tan malo, pues permanece allí desde entonces, cumpliendo a diario con su autodesignada labor.
Invariable en su aspecto, salvo en el uso de un seboso chaleco reflectante (a juego con el resto de su indumentaria), terminó haciéndose parte del paisaje, como suele suceder con estos -y otros- pintorescos personajes urbanos...
Un día, hará unos meses, que bien podrían sumar un año -¿quién sabe?- apareció en su puesto de trabajo como siempre, mas esta vez no solo. En la esquina de la Parroquia, sentada en un escalón, le esperaba (¿le acompañaba?) una mujer. Chascona y astrosa, tanto o más que él. No podría decir si sucia, dado lo curtido de su piel y lo poco que puede uno apreciar, desde detrás de un volante.
En más de una ocasión lo ví abandonar su labor, para sentarse un rato junto a ella. Pensaba entonces que, al parecer, algún efecto positivo tenía en la generosidad de los conductores el verlo con pareja, ya que podía tomarse el lujo de descansar. A mí, al menos, me motivaba más el darle unas monedas, sabedor de lo que significa para un hombre el tener una mujer, en términos pecunarios.
La última vez que lo ví, hace unos días, tan sucio y desastrado como siempre, no pude evitar sonreír, porque allí estaba, sentado en el mismo escalón, pero no tenía ya al lado a una mujer, sino que ¡tenía dos!.
Y por no dejar -ya que estamos en ésas- la nueva era colorina... desaliñada, gastada por la vida y con melena de león, pero legitimamente colorina...
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¿que significa colorina?
ResponderEliminarColorina se les dice en este país a aquellas mujeres (sueño erótico de muchos hombres) que tienen el pelo rojo.
ResponderEliminarDe la palabra "colorado", color rojo.
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