22 noviembre 2008

¿Por qué?

Las nueve de la mañana de un sábado
Dobló la esquina
con ese paso vacilante de quien recién se levanta,
los ojos soñolientos,
un cigarrillo prendido colgando de la comisura derecha.

Flaca por los cuatro costados
y larga como modelo de Balenciaga.
Si alguna vez fue blanca,
su piel se ve ahora opaca, cenicienta y reseca,
y su pelo sucio y enmarañado esconde
su verdadero color.
Una blusa desteñida,
que en mejores tiempos ha de haber sido azul,
y un pantalón de color indefinido,
que por cierto podría albergara dos como su dueña actual,
la cubren más que la visten.

Vio una camioneta estacionada frente a la carnicería del barrio
y sus ojos se encendieron por un momento.
Buscó con la mirada alrededor,
y sus pasos se dirigieron hacia un cierre de calaminas,
de uno de cuyos hoyos sacó un trapo,
que se veía sucio y se adivinaba maloliente,
y se fue a poner manos a la obra.
Allí quedó en esos menesteres,
con la esperanza de recibir unas monedas
por el no solicitado trabajo.

Seguí mi camino, con mil ¿por qué? en mi cabeza,
y ninguna respuesta...