28 julio 2013

A cara o cruz...



A mi negrita le dieron
tres alternativas.
¿Quién dice que no hay opciones, en esta vida?

Y las alternativas son:

a) Someterse a una exanteración pélvica total, esto es, perder la vejiga y parte de los intestinos. (Sin ninguna seguridad de que este rebelde cáncer no se presente por cuarta vez).

b) Someterse a quimioterapia, con el propósito de reducir el tumor, y poder realizar una operación menos destructiva. (Sin garantía de que se reduzca, y ya sería tarde para cualquier cirugía).

c) Ninguna de las anteriores, y que el cáncer se desarrolle a su antojo, en el plazo que estime conveniente.

Así que ahí está mi negrita, barajando posibilidades.
Tiene hasta el jueves para decidir.

Y se pregunta -y me pregunta-
cuál es la menos mala.

Y ni ella encuentra respuesta,
ni yo la encuentro...


Mierda de vida...


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20 julio 2013

In-Decisiones



A veces,
la vida nos obliga a tomar decisiones.

Y tomar decisiones puede ser -en ocasiones-
algo complicado.

Cuando tú sabes que lo que decidas
cambiará la vida de los involucrados
para siempre,
es más que complicado, difícil.
Duro.

Y, cuando los demás esperan que la decisión la tomes tú,
es aún peor.
¿Y si te equivocas?
¿Y si eliges mal?

Así que ahí estoy,
intentando decidir,
ahora ya,
en el plazo más inmediato,
cuál de los dos:

Alvin o Teodoro.




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14 julio 2013

A veces

A veces,
siento pena,
mucha,
una profunda pena,
que no puede salir, de la que no consigo deshacerme.

Y lo entiendo.
¿Acaso no es comprensible?

A veces,
siento rabia,
mucha,
una rabia tan grande,
tan grande, que es difícil de mantener dentro.

Y lo comprendo.
¿Acaso no es esperable?

A veces,
siento indeferencia,
una total y absoluta indeferencia por todo,
que hace que nada me importe, que nada me interese.

Y eso,
eso no me gusta.
Me preocupa, me asusta.


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07 julio 2013

Al final...




Al final,
para nada cuenta
lo que fuiste...

Si creciste enhiesto y orgulloso,
como una columna,
o si lucías muchos brazos,
como un candelabro.

Para nada cuenta,
al final.

Si eras pequeño,
y regordete,
o si eras alto y estilizado,
para nada cuenta.

Al final.

Si estuviste siempre solo,
de cara a las adversidades,
o te rodearon siempre muchos hermanos,
para nada cuenta.

Para nada cuenta,
al final.

Si floreciste, y fructificaste en muchos hijos,
o si tu vida resultó estéril, para nada cuenta, al final.

Al final,
nada cuenta,
nada importa,
como haya sido tu vida,
siempre acabará igual.

De tí sólo queda un montón de espinas resecas.
Y aún ellas, algún día, perecerán.
Volverán, como tú volviste, a la tierra.

Al final.




[Encontré en mi trabajo -un día- un cactus moribundo. Quemado por el sol inclemente, curtido por el frío viento, reseco por la helada nocturna, muriendo de sed, por la humana indiferencia.
Tenía un brote en un costado, pequeño, que algo conservaba de verde, y parecía salvable.
Lo tomé, pese a que las largas espinas se me clavaron en las manos, y me lo traje a casa, para intentar salvarlo. 
Hice todo lo que me sugirieron, pero sus heridas eran muy profundas, y por ellas entró la humedad (fatal para los cactus) y se pudrió por dentro.
Quedó solo una cáscara, y unas espinas resecas y retorcidas.

Eso me entristece, y me deja con una tarea en las manos. Una tarea ingrata y difícil. Tratar que la empresa haga algo por los restantes cactus, que languidecen y mueren lentamente en las jardineras en que los pusieron.
Gente ignorante que cree que los cactus, por ser cactus, pueden soportarlo todo: la radiación solar sobre 16 en el día, el frío rayano en el cero en las noches, el fuerte viento, la falta de agua.

Y, claro, también tienen que soportar la cruel ironía del cercano letrero que reza: "Empresa XXX cuida el medio ambiente". ]