29 noviembre 2007

Oído al pasar...

- ¿Y volviste con él?

- Si, pero me dijo que ahora sí iba a ser diferente,
y me prometió que, a los amigos, los iba a ir eliminando...


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¿Será que tendremos un asesino serial en nuestra ciudad?

28 noviembre 2007

Disneyworld


Con mi esposa,
siempre lo hemos hablado todo,
incluso temas inusuales como:
¿que querrías que haga si quedaras en estado vegetal?
¿desconectarte? ¿dejarte así por siempre?
o
¿cómo te gustaría que fuera tu funeral?...

Y entre eso, una vez surgió la pregunta:
¿que esperarías de mí, si te diera cáncer?
Lo que yo respondí
no viene ahora al caso.

Pero ella me respondió:

"La cura para el cáncer no existe.
Lo que hacen los médicos
es extenderte la vida,
una vida miserable y llena de dolores,
a cambio de millones de pesos que,
cuando al fin te mueres -pese a todos sus tratamientos-
sin pelo, flaca y macilenta,
dejas sola a la persona que amabas,
llena de dolor y de deudas...
Yo preferiría -de todas maneras-
vivir menos,
y dejarte igual solo y con deudas,
pero ocupar el dinero para cumplir algún sueño
de esos que siempre tuve...
como ir a Disneyworld, por ejemplo,
el gran anhelo de mi niñez...
Así, al menos yo tendría algo,
y a tí te quedarían mejores recuerdos
del fin de mis días"

...

Es triste. Mucho.

Pero, quizá necesite un par de pasajes
a Orlando, Florida...

27 noviembre 2007

Gracias a Dios que tuve un hijo...

Uno de estos días en que estuve solo,
mientras mi mujer estaba en la clínica,
y recordando la histerectomía a que fue sometida,
no pude evitar sentir un poco de tristeza
al pensar en que nos quedamos con un sólo hijo,
y en que ya nunca podremos -aunque quisiéramos-
tener una niñita,
sueño inconfesado (según creo), de todo papá...

Casi me deprimo seriamente, pensando en trenzas
y en vestiditos rosados...

Afortunadamente,
encontré un pronto remedio, pues hube de ir
al supermercado a comprar,
y en esa corta salida (un par de cuadras)
encontré varias razones
para olvidar hasta el más mínino
pensamiento depresivo al respecto.

Es que al ver como andan estas niñitas hoy en día,
se me vino al suelo la imagen de una hipotética hija,
vestida con un coqueto vestido
y luciendo una larga cabellera.

Un par de chicas onda "pókemon"
con su pelo disparejamente cortado,
sus ojos pintados de negro
y un piercing en la ceja,
me hicieron pensar: ¿y así andaría mi hija?
Pero luego me dije a mí mismo
que yo la habría criado bien,
que mi hija se vería como la mejor "pelolais"
y yo estaría orguloso de ella...

Para entonces, estaba ya regresando a casa,
y me encontré casi en mi puerta -como de costumbre-
a una de mis vecinas adolescentes...

Hasta ahí me llegó la pena
por no haber tenido nunca una hija...

Y es que verla allí,
frotándose y besándose con su pololo,
un muchacho desgarbado, alto,
con los pantalones a mitad del culo
enseñando un colorido calzoncillo,
peinado a lo "pokemon",
y vestido con ropa estrafalaria,
(por decirlo de alguna manera),
fue un espectáculo más allá
de lo que yo podría soportar si fuera hija mia...

De sólo imaginarlo me da escalofríos...


P.D. Para aclarar los términos que no son claros para todos:


Chicas "Pokemonas"

Chicas "Pelolais"

Ojo, que la diferencia se hace no porque unas sean de pelo negro y las otras rubiecitas, sino por la forma de vestirse y maquillarse...

23 noviembre 2007

¿Quién es el culpable?


Ayer, un bebé -que no llegó a nacer-
de 5 meses de gestación,
se fue al tacho de la basura...

¿Cómo, por qué?
¿A quién o qué culpar?
Su historia es -más o menos-
la que sigue:

Una muchacha -que no ha salido aún del liceo-
procreó a ese inocente
junto a su pololo.

No imaginó quizá que a ella pudiera ocurrirle,
porque ¿como creer que en estos tiempos
una chica no sepa lo que es "cuidarse"
para evitar un embarazo?

Sufría de dolores de ovario, dijo al policía,
(que la interrogaba a pasos de mí)
y por eso su madre la llevó al médico.
Allí entró sola -ya soy grande, mamá-,
y esa madre, confiada (¿o tonta?),
la dejó hacer.

No era dolor de ovarios, le dijo el médico,
sino un embarazo...

Nada dijo la hija,
nada supo la madre,
nada dijo el médico (¿secreto médico-paciente?).

Dijo al policía que en internet
encontró quien le vendiera
por 30.000 pesos (¿30 monedas de plata?)
unas pastillas apropiadas -abortivas, dice que dijo-
para deshacerse del "problema".
Con el gentil auspicio y la total anuencia
del dizque padre de lo que en ella se gestaba.

Tomólas, sin dudar, y esperó
el mágico resultado.
Pero, ¿habrá dicho al vendedor que eran,
no uno ni dos, ni aún tres,
sino cinco los meses
que ese bebé dentro suyo ocultaba?

Y ¿la madre?, dirá alguno...
¿la madre?, pues, nada...
ni se enteraba.

Los dolores que sufrió,
no se los esperaba...
no se los creía, ni los soportaba...

Mamá, mamá...!!!

A la clínica llegó, la revisó una matrona.
- ¿Sabías que estás embarazada?

- Sí, si sabía... déme algo para este dolor,
que no se acaba...

- No niña, espera, que debe verte un doctor...

La verdad surgió al fin,
y la segunda verdad, más terrible,
no se quedó callada...
Ahora sí, se acabaron los secretos.

Tercer piso, una cama...Le quitaron sus dolores con fármacos,
para que declarara...
El policía, con la frialdad de quien ha visto tantas,
su historia copiaba...

Declaración voluntaria, le llamó al terminar.
(-no va a pasar nada...)

Allí estuvo un par de horas,
hasta que volvieron las contracciones, siendo rodeada,
atendida, y hasta mimada,
por padre, madre y hermana...

-Firme aquí,
es la autorización para pasarla a pabellón,
dijo la matrona...
-¿Yo, aventuró la madre?

-Ella, ella ha de autorizar, fue la seca respuesta,
tras la dura mirada...

-Sin vacilar, firme la mano, tibia sonrisa,
firmó la sentencia
para entonces ya, por ella misma, ejecutada...

Esperaron que volviesen las contracciones,
dió unos gritos, algo de llanto...
...a pabellón, inducción de parto,
y nació,
a sus cinco meses de gestado,
un pequeño bebé muerto,
por la mano de su madre, asesinado...

Al día siguiente,
la rodeaban las visitas,
su familia, su pololo,
hubo risas, alegría,
el problema estaba superado...

Y allí se fué, feliz,
como si nada,
luciendo su piercing
y su tatuaje lumbar a tres colores,
con su pololo, abrazados...

No es un cuento, ni una fábula.
No tiene una moraleja.
No es -como si fuera nada-
otra cosa que una historia real más,
que ni siquiera valió una nota en el periódico...

22 noviembre 2007

Despues de tanto preocuparse...

...todo resultó bien.
Los feos pronósticos no se cumplieron,
todo fue más simple
de lo que se esperaba,
y ahora sólo resta la recuperación...

Thanks, God.

20 noviembre 2007

Sad life, really, sad life...

Que uno ponga en un blog
un par de retazos de sí mismo,
y nadie lo lea,
pase.

Pero,
que el único comment
sea un spam
invitándote a linkear
un proveedor de internet,
y en portugués, por añadidura,
(que en español no me habría deprimido tanto)
es ya demasiado para mí...

Oi, achei seu blog pelo google está bem interessante gostei desse post.
Gostaria de falar sobre o CresceNet.
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que remunera seus usuários pelo tempo conectado.
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om ligação local para mais de 2100 cidades do Brasil.
O CresceNet tem um acelerador de conexão, que deixa...
y bla bla bla...
Good bye friend.

18 noviembre 2007

Hoy es domingo

Me levanté temprano
(me tocaba el desayuno):
Tostadas y leche para ella,
Huevos a la copa y té
para mi adolescente y atípico hijo
(¿qué adolescente se levanta a las 8 un domingo?)
Tostadas y té para mi...

Una mañana primaveral...
Sol, pajarillos, blancas nubes
en un cielo claro...

La vida es buena...

...hasta que suena
el primer toc toc
en la puerta,
o el primer rring rring
en el teléfono,
y la realidad nos abofetea el rostro...

13 noviembre 2007

Dudas sin respuesta.

Hoy hube de llevar a mi mujer al ginecólogo.
Esto es algo inusual en ella,
ya que hace años que no me deja acompañarla,
cuando de esa especialidad se trata.
La excepción se debió a que necesitaba confirmar
un feo diagnóstico que su ginecóloga –mujer- le había dado.
Y, puesto que -en este país- las doctoras
dedicadas a esta especialidad son muy escasas,
apremiada por la urgencia de ratificar el diagnóstico,
tuvo que ir a ver un ginecólogo, desconocido además.

La consulta implicaba, obligatoriamente,
un examen poco agradable,
conocido como ecografía transvaginal,
porque se realiza introduciendo el ecógrafo por ese canal.
Siendo ya de por sí desagradable
que le introduzcan un aparato frío por ahí,
mi mujer salió muy molesta,
dolorida y humillada de la consulta del médico.
Bueno, yo estaba ahí, pero no podía presenciar el examen,
así es que debí esperar fuera,
y esas impresiones las recibí
cuando ya habíamos salido de la clínica.
La pobre se quejó de lo mucho que el maldito ginecólogo
la había maltratado con el ecógrafo, pues lo movía
sin ninguna consideración, como si no fuese a una persona
a quien estuviese examinando, sino una cosa inanimada.
Me decía que su ginecóloga habitual era muy distinta para tratarla,
y que realizaba ese examen con el cuidado propio
de quien sabe lo que es tener algo rígido y frío dentro de uno.
Sin embargo, lo que más le dolió, según me dice
–y que aún no se lo puede sacar de la mente, 6 horas después-,
es la sonrisa sucia y la mirada socarrona del tipo,
mientras le decía: “vamos, cómo le va a doler tanto…”

Lo que no entiendo, y me he preguntado siempre, es:
¿por qué hay tan pocas ginecólogas?
¿no las preferirían las mujeres,
dejando de lado a los ginecólogos?
¿o es que lo que siente mi esposa al respecto
difiere de la opinión de la mayoría?
Y, por otra parte, un hombre que elige esa especialidad médica
¿no lo hace por un deseo de cuidar, ayudar,
sanar a mujeres con problemas en lugar tan delicado para ellas?
¿es posible creer que puedan ser tan bajos,
como para aprovecharse de situaciones así
para sentirse superiores a las mujeres?.

09 noviembre 2007

Para todo servicio...

Creo firmemente que una de las razones por las que suelo comprender algo mejor los sentimientos de la “mujer dueña de casa”, es que alguna vez me tocó ser una de ellas...
Eso sonó un poco raro ¿no?... pero no lo es, es sólo que, por esos avatares del destino, en una ocasión me tocó vivir ese papel, con todo lo que él implica.

Era por ese entonces yo un joven no mal parecido, de cara aniñada, simpático y agradable a las mujeres; por añadidura, era pobre, estaba cesante y muy necesitado de afecto...
Así las cosas, conocí a una treintañera muy simpática, que despertó en mí una fuerte atracción: profesional, separada, con una hija de 12 años e inconfesados 11 años más que yo, que recién me empinaba en los 20. Para mí era fácil agradar a las mujeres, y no me fue difícil conseguir que fueramos grandes amigos, pese a todas nuestras diferencias. Casi sin saberlo, y por avances de ella – entonces era yo muy respetuoso- terminamos como amantes, que pareja no podíamos ser, dado el temor que ella tenía a lo que pudiera hablar “la gente”, o a que se enterara su familia, que no le aceptaría una relación así. Mi padre, que sí sabía de lo nuestro, estaba indignado. A él, hombre criado "a la antigua", le parecía inconcebible el que anduviera yo con una mujer mayor, la que además (qué vergüenza!) se complacía en comprarme ropa...
Por ésas y otras razones, necesité yo un lugar donde irme, pues no podía seguir en casa de mis padres. Y puesto que no tenía a quien acudir, en una ciudad que no era la mía, (habíamos llegado allí hacía poco) no pude sino aceptar el inmediato ofrecimiento de ella de irme a su casa.
La primera semana fui apenas más que una visita, casi un hermano mayor para su hija y solamente un amigo para ella, dada la presencia de la niña. Pero luego su sexualidad se impuso y se dejó ver que éramos una pareja, al menos dentro de las paredes de la casa.
Conseguí un trabajo, nada apreciable y bastante agotador, ya que por ese entonces no tenía profesión ni oficio. Llegaba cada noche a casa, cansado como el que más, y era mala o ninguna compañía para ella, pues pocos deseos tenía de hacer otra cosa que dormir. Soportó poco tiempo eso, ya que lo que yo podía ganar de esa manera era bastante poco, en relación a sus ingresos, y decidió (así: decidió) que no trabajara más y que me quedara en casa, de manera que le ayudara un poco con los quehaceres, para los que nunca tenía tiempo suficiente. De esta manera, estaría ahí cuando llegara de su oficina, en lugar de ser el último en volver.

Le hice caso, pues no tenía argumentos con que oponerme, y poco a poco, casi sin darme cuenta, empecé a hacer todas las tareas de la casa; incluso me enseñó a cocinar, nada tan elaborado como lo que ella sabía preparar, pero si lo suficiente como para que no tuviera que volver a hacer el almuerzo más que los fines de semana. Obvio, nunca pude hacer todo con la perfección que ella esperaba (y que se exigía a sí misma, por cierto). Creo que eso me ponía en una situación peor que la de una mujer –a veces- porque es difícil que un hombre se fije en los detalles en que ella se fijaba, y que busque el polvo en los rincones en que ella sabía encontrarlo, para demostrarme que no había hecho bien el aseo y reconvenirme, a veces en forma bastante desagradable.

Pero, así como para la ama de casa los quehaceres domésticos no son sus únicas obligaciones, para mí tampoco lo eran.... también debía yo recibirla con una sonrisa; interesarme en su día de trabajo; escuchar de sus logros en los tribunales; tratar de confortarla cuando había tenido un disgusto o le había ido mal; estar siempre de buen ánimo para ella; hacerle un masaje cuando la veía demasiado cansada y sabía que debía volver a salir; poner su música favorita y servirle una copa, al final del día, para que se relajara; y -obvio- estar dispuesto para el sexo siempre que ella lo quisiera.

Los fines de semana solíamos salir durante el día, con la niña, e íbamos a pasear a algún parque, o bien yo me quedaba solo en casa mientras ellas iban a lo de su familia.
Le gustaba vestirme impecablemente, y sacarme por las noches a algún local nocturno, donde bailábamos y disfrutábamos del espectáculo. Le agradaba mostrarme a su lado –notoriamente más joven que ella-, abrazándola y buscando sus besos, pero siempre en lugares donde no fuera vista por quienes la conocían, aunque tenía amigas dentro de ese ambiente, a quienes le agradaba invitar a nuestra mesa. Estas salidas terminaban siempre en casa, haciendo el amor... lo que hubiera sido perfecto si no fuese porque –como era su diaria costumbre- luego se iba a su habitación, dejándome solo e insatisfecho (me esmeraba en darle a ella todo lo que esperaba, pero no consideraba su obligación hacer lo mismo por mí). Supongo que lo que yo sentía entonces es lo que sienten las mujeres cuando, luego del sexo, los hombres nos damos vuelta hacia la pared y nos dormimos sin más. Para mí era peor, en todo caso, porque ni siquiera la tenía durmiendo a mi lado, sino en otra habitación, tras una puerta cerrada...

Finalmente, las cosas empezaron a pasar de los límites aceptables, aún para mi docilidad de entonces: la presión de ser un hombre cumpliendo el rol que se suponía es propio de una mujer; el no poder cumplir con ese modelo que siempre tuve en casa, de un hombre que trabajaba para mantener a su hogar; el estar lejos de mi familia y de cualquier otra persona que no fueran ellas, pues era muy celosa; el tener que aceptar que delante de sus amistades yo no era más que un joven que vivía en su casa; el verla coquetear con otros y no poder ni siquiera mostrar mi malestar; el vivir con una chica que no podía salir ni tener amigos y que a sus 14 ya no era tan niña (más de una vez la sorprendí espiándonos al hacer el amor) y que se apegaba cada vez más a mí; las continuas críticas por no hacer –o ser- todo lo que ella esperaba; todo esto, y más, fue el germen de un final que, sí o sí, tenía que llegar...

Relatar el cómo terminó sería ya demasiada infidencia (a pesar de todo, ella merece que calle algunas cosas), y en realidad no viene al caso, lo importante es que se entienda el por qué creo comprender –mejor que el general de los hombres- los sentimientos de algunas mujeres...

Claro está que esta experiencia -y la forma traumática en que terminó- me cambió absolutamente, para todo el resto de mi vida. Entre las cosas rescatables, está el haber aprendido que no se debe hacer cualquier cosa que nos pidan, sin pensarlo antes (nunca más fui dócil ante nadie); el que no aceptar ciertas cosas no implica una falta de amor, y que sí puede serlo el exigirlas; el que ser parte de una pareja verdadera es compartir todas las cosas y no ser uno más que el otro; el que debemos saber valorar a la otra persona, y saber exigir el ser valorado de la misma forma; y el haber comprendido que, si bien no podemos vivir sólo para nosotros mismos, tampoco podemos vivir sólo para otro.