27 noviembre 2013

Genio y figura...


Hace unos cuantos años atrás (serán unos quince), mi negrita trabajaba en un Jardín Infantil. Fueron sus inicios en el trabajo con niños, el que hacía (y siempre hizo) sin tener estudios para ello. Todo lo suplió siempre con mucho amor por los niños y una gran determinación de hacerlo todo bien hecho.

Por mi parte, yo trabajaba fuera de la ciudad la mayor parte del tiempo, y llegaba a casa apenas si a dormir, de modo que -en cuanto tenía alguna oportunidad-, me acercaba a su trabajo para poder verla.

Una gran sorpresa, y un susto, me llevé un día en que -llegando al Jardín- me encontré con un espectáculo similar al dibujo.



En la entrada del Jardín, había una escalera de 4 peldaños, que daba a un pequeño descanso frente a la puerta principal. En ese pequeño espacio, había una mesa, Sobre la mesa, una silla. Sobre la silla, una silla más pequeña, de las que usaban los niños. Sobre esa sillita, equilibrada en un pie, con una lata de pintura en una mano y una gruesa brocha en la otra, estaba mi negrita, pintando la fachada.

Que susto me llevé. Ya me parecía verla caer de la improvisada pirámide, en tanto ella, feliz, pintaba como si estuviese a ras del suelo...

De nada sirvió todo lo que le dije, cuando bajó a saludarme. Igual volvió a subir, como si nada, y se quedó allí arriba hasta que terminó de pintar la parte más alta, que era lo único que le restaba.

Siempre ha sido así. Le gusta pintar. Y es ella la que ha pintado todas las murallas de las casas en que hemos vivido, y de la que ahora es la nuestra. Además de algunas en casa de su mamá, y muchas más de algunas en casa de sus hermanas. Ha pintado habitaciones hasta en nuestras vacaciones en el extranjero...  ¬¬

Por eso, no me sorprendió llegar a casa (días antes de hacerse la quimio), y encontrarla en nuestro patio, en equilibrio sobre una mesa y una silla, blanqueando una muralla.

Genio y figura, pensé para mí.

Pero, he de admitirlo, ni estas experiencias vividas -ni ninguna otra- me prepararon para verla levantarse a las 06:30 de la mañana del sábado, a sólo 8 días de haber recibido una quimioterapia que la hizo llorar y retorcerse en la cama,  para pintar el frontis de nuestra casa...  0_o

No quedaba más que levantarse y acompañarla. Disuadirla, imposible.
Hay cosas que los simples mortales no podemos hacer...



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21 noviembre 2013

¡Asesino!



El  grupo de trabajadores se dirigía al casino de la mina, a almorzar, como cada día.
Y como cada día, fuera de éste había varios zorros, de variopinto pelaje y diversa edad; silvestres, mas sin miedo ya al ser humano, a la espera de que alguien les arrojara algún alimento.
Uno de aquellos hombres, recientemente llegado y por tanto no acostumbrado a la presencia de los animales, se sintió molesto por su excesiva cercanía. Tan molesto, que al notar que uno se aproximada demasiado sin advertirlo, se volvió de pronto y le lanzó una fuerte patada en el costado, ante la sorpresa de sus compañeros, y de cuantas personas entraban y salían del casino.
El zorro tan arteramente golpeado cayó "redondo" al suelo, y allí quedó, estirado cuan largo era, y tan quieto como si hubiera muerto, mientras los demás -no sin emitir uno que otro indignado "huac huac" de protesta-, tomaban prudente distancia.
Un rumor se escuchó salir de entre los presentes, y los compañeros del autor de tan brutal acto, lo tomaron de los brazos y lo metieron rápidamente dentro del casino. Allí, no completamente a salvo de los rumores, ni de torvas miradas, y mientras retiraban sus bandejas con comida, fué increpado por ellos,  acusándolo de haber cometido -sin razones ni motivos- un verdadero crimen: los zorros (a lo largo de todo el país) son animales protegidos por la ley, y matar uno no tiene excusa ante las autoridades.
Ya en la mesa, las recriminaciones continuaron: "¿qué crees que hará la minera ante esto? No van a ocultarlo, por cierto. No correrán riesgos, y no sólo pedirán a nuestra empresa que te despida, sino que además te entregarán ellos mismos a las autoridades"...
Mientras transcurría esta conversación, todos comían -de buena gana- sus almuerzos. Todos, menos uno: el asesino.
Él no podía comer. Apenas si tomó un par de bocados, pues sentía en la boca un regusto amargo. ¿cómo no pensó en lo que hacía? Maldito zorro, si no se hubiera acercado tanto...
Terminado el almuerzo, a regañadientes, casi arrastrado, lo llevaron afuera, mientras comentaban que a esas horas -seguramente- ya habrían llegado los vigilantes, los jefes, los de medioambiente y los de prevención de riegos.
De ceniza era su rostro, cuando traspasó las puertas, y allí se quedó parado, lleno de asombro. De a poco fué consciente de las risas, las risas destempladas de sus compañeros.
Y es que allí, donde debía estar el cadáver, y mucha gente, no había nada. Ni nadie.
Unos metros más allá, el "zorro muerto" estaba tranquilamente sentado, y lo miraba, lo miraba directamente a los ojos, con sorna, como si de él se riera, como si realmente lo disfrutara.


Entonces, y sólo entonces, le explicaron:
Ningún zorro, por nuevo que sea, se dejaría patear por sorpresa por un tonto cualquiera. La patada que intentó darle apenas si lo rozó, y el animal -tan ladino como su fama lo indica- se hizo de inmediato el muerto, natural mecanismo de defensa...
Todo lo que le dijeron -que habría sido muy verdadero de estar realmente muerto-, así como el amargo almuerzo, no fué sino una lección, para que no intentara nunca más hacer algo tan reprobable -y tan estúpido- como golpear a un animal que a nadie hace daño.

Por supuesto, el mote de "matazorros" lo acompañó por largo, largo tiempo...





15 noviembre 2013

Dèja vu...

Hace mucho tiempo, escribí esto, cuando aún no terminaba de creer que estuviéramos pasando por una situación así.

A ratos, no termino de creer que estemos de nuevo pasando por lo mismo.

Pero tengo que creerlo, porque es así.
Y como entonces, más que entonces, desearía que hubiera sido yo, y no ella.

:-(

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08 noviembre 2013

La única manera.

Cuando empezó todo esto,
sentía que necesitaba alguien con quien hablar,
alguien a quien contarle lo que llevaba por dentro.

Después, peor las cosas,
sentía una inmensa soledad,
y desesperaba por no tener un hombro en que dejar mis lágrimas.

Actualmente, con un horizonte negro,
me alegro de que fuera y sea así:
de no tener con quien hablar,
de no tener con quien llorar.

Me alegro, y lo agradezco,
pues me doy cuenta
que, si aún estoy entero,
es porque todavía llevo dentro, bien encerrado,
todo lo que siento.

Me doy cuenta de que esa es la única manera de soportar lo que hay,
y lo que viene.

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04 noviembre 2013

Oksana o El fraude de la "novia rusa"...



Un fraude.
Sí, ya lo creo que ésa es una buena manera de describir lo sucedido con Oksana, la novia rusa de nuestra ciudad.
Un fraude, en cuanto no cumplió con las expectativas.
Un fraude, toda vez que resultó en una enorme decepción para la gran mayoría de nuestra población.

Sí, no puede calificarse como menos que eso, porque cuando se supo (hace ya 7 años) que un simple vecino de clase media, un común habitante de nuestra ciudad, había viajado a Rusia a buscar una novia que había conocido por internet, el revuelo fue enorme. 

Los medios escritos y la televisión -local y nacional- le dedicaron páginas centrales y programas exclusivos a esta historia. Incluso un canal de tv lo acompañó en el viaje, con tal de poder registrar el encuentro en Rusia y el viaje hacia nuestro país. Con esta cobertura, es lógico que la noticia se convirtiera en el tópico de conversación de todos, por muchos días. La televisión afirmó que él había pagado por ella -mucho dinero- y como es de suponer, los comentarios iban y venían. 
Los comentarios masculinos (los que pueden reproducirse) decían -básicamente- que no durarían más de unos meses, porque "la rusa lo vá a dejar por otro con más plata" y también que "a ese negro feo la rusa lo va a engañar a cada rato". 
 Los comentarios femeninos, por su parte, no auguraban nada mejor, y opiniones como "¿historia de amor?, de no-amor será!" o "cómo puede venderse de esa manera, que vergüenza" y también "ésta lo va a cambiar ligerito", no eran poco frecuentes. 
En suma, que si alguien auguraba un buen futuro a esa pareja, lo hacía sotto voce, para no recibir una andanada de opiniones contrarias. Hasta apuestas hubo entre mis compañeros de trabajo, respecto a cuánto durarían juntos. 

Sin embargo, luego de unos meses, y cuando finalmente pudieron entenderse (ella sabía nada de español, y él menos aún de ruso), la novia rusa decidió aceptar la propuesta de matrimonio, y quedarse en Chile (por supuesto que no la "compró"). Por cierto que no le ayudó a él el ser chileno, porque para un ruso venir a Chile es como ir al fin del mundo, pero ella afirma (y debemos creerlo) que se enamoró, y no quedaba más que quedarse con él.

Y ahí comenzó esta historia a convertirse en un fraude, en una estafa, porque decepcionó a todo mundo: Ni ella se había vendido, ni él la había comprado; tampoco lo dejó por uno con más plata, o menos moreno; no se dedicó a la vida de farándula como alguno auguraba, ni su comportamiento fue inadecuado en modo alguno. 
Nada de eso. Nada.
No dieron motivo alguno para hablar mal de ellos.

Oksana y su marido resultaron no ser diferentes a cualquier otro buen matrimonio chileno, y casi diría que esta rusa se comporta mucho mejor que gran parte de nuestras mujeres. Y esto pese a que no lo ha pasado tan bien. Envidia, maledicencia, más de algún disgusto con hombres groseros que no respetan mucho a una mujer bonita, y otras situaciones por el estilo, la han llevado a no tener muchas amistades locales. Trabajó en un comienzo, como modelo, pero luego, ya dominado el idioma, se puso a estudiar. Sicología. Falta que le hará para entendernos, en todo caso.

Hoy en día, habiendo traído a su familia desde su pueblo en Rusia, está mucho mejor. Y ya no se habla de ella, la prensa la olvidó,porque ¿qué podrían decir?.
La última entrevista fué hace dos años, de uno de nuestros periódicos locales, que siempre está falto de alguna noticia. Pero no consiguieron mucho. Lo más "escandaloso" de la entrevista es que ella haya dicho que no la ha pasado muy bien entre nosotros. La maledicencia de las mujeres (algunas, obvio) y la grosería de los hombres (ídem), la ha llevado a evitar salir sin su marido. Y como eso no da pié para hablar mal de ella, sino de nosotros, pues mejor la olvidaron.

Yo no la conozco. Nunca la he visto y -probablemente- si me he cruzado con ella ni me enteré siquiera. Escribí esto porque hace unos días alguien que vive en su barrio me habló de ella (muy bien he de decir), y pensé que era justo -cuando menos- que alguien (aún alguien tan sin importancia como yo) reconociera que todas las malas lenguas que algún día hablaron de ella, estaban equivocadas. 

Bien por ella, y mal por nosotros, que vivimos hablando de lo bien que tratamos a los extranjeros, cuando la verdad es que dejamos bastante que desear...


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