24 octubre 2011

La negra...


Andábamos de shopping, mi esposa y yo, hace unos días, cuando estaba de vacaciones en Iquique, en un gran Mall, donde puede uno encontrar de todo, y que da para pasarse un día entero recorriéndolo.

Yo, distraído, mientras ella miraba aquellas cosas que suelen interesarle a las mujeres (o sea, todo).

De pronto, me toma del brazo, y me dice:

- Mira, esa negra, qué bonita...

Obvio, yo miré de inmediato, a derecha, a izquierda, atrás, pero no pude ver ninguna negra cerca, ni bonita ni fea.Y se lo dije:

- Pero ¿cuál dices tú?, no la veo.

Y entonces ella, con ese tonito típico de esposa que habla con un marido tonto, me responde:

- Pero cómo no la vas a ver. Ésa, la negra, la que no tiene mangas...

Y me mostró una hermosa blusa negra que estaba en la vitrina, frente a nosotros.




[Sólo alegaré en mi defensa que uno, que en su vida vio a una mujer de raza negra porque en este país nunca hubo, no puede , no puede, evitar mirar alguna ahora que han llegado por docenas... ]


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21 octubre 2011

Insólito...



Entre tanto blog que leo, encontré este post, que me pareció muy interesante:




Todo un estilo de vida.


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19 octubre 2011

¿Quieres?



¿Cómo no convidar 
una mordida de tu pan
a un gato callejero,
si se nota
que tiene hambre?

La primera infancia.
Ese tiempo en que compartir
no es sólo un verbo más
que aprendimos en la escuela,
sino 
un acto natural.


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18 octubre 2011

Con correa

Andaba de shopping, ha unos días.
Distraído, miraba las vitrinas llenas, atiborradas de cosas extrañas, que le hacen pensar a uno: ¿hay quien compre cosas como esta lámpara? (que las hay en versiones musulmanas, budistas, etc.)


Iba por la mitad del pasillo, cuando de pronto un algo oscuro se me atravesó corriendo, y la correa que lo ataba se enredó en mis piernas, casi tirándome al suelo.

Buscaba a mi alrededor algo de que sujetarme para no caer, mientras maldecía interiormente a la dueña del animal aquél, porque -decía yo- a quién se le ocurre llevar un perro a un centro comercial, cuando sentí que alguien me tomaba del brazo. Miré, y era una mujer china, joven, que me pidió disculpas -al tiempo que se reía- y tirando de la correa, tomó en brazos al animalito.

Que en realidad no era animalito, sino un pequeño chinito, al que llevaba sujeto con una correa para que no se le perdiera.
Al que inventó usar esa correa en niños se le olvidó que -hoy en día- no son tan obedientes como los perros.


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17 octubre 2011

Tour par la France

Yo poco veo -o leo- las noticias.
Si no son un cúmulo de desgracias, son los comentarios sobre el fútbol o el dime que te diré de los políticos.



De manera que sólo ayer me enteré que ciertos jóvenes chilenos -dirigentes universitarios- andan de gira por Europa. Y no pude evitar pensar que, siendo así, es muy comprensible que el paro estudiantil continúe en este país, a pesar de los esfuerzos del gobierno por llegar a un acuerdo.
¿Cómo no? Después de todo, un tour por Europa no es algo que te regalen así como así.

¿Qué importa la situación de los demás estudiantes? ¿Qué importan todos aquellos que quieren volver a clases, que quieren comenzar el semestre siguiente? ¿Qué importa lo que suceda con las universidades, si no se inicia el semestre? Sea como sea, las universidades requieren de dinero para funcionar, y para pagar a sus  funcionarios, mismos que se han quedado en una situación falsa: tienen trabajo, mas no sueldo.
Pero, ¿eso a quién le importa?
Obviamente, cuando se anda de paseo por el viejo mundo, no se piensa en toda esa gente que no recibe su sueldo desde hace 4 o 5 meses. No se piensa en que no tienen cómo pagar sus deudas, la renta o el dividendo, no se piensa en que no tienen con qué alimentar a sus familias. 
¿Qué importa que alguno de ésos con trabajo y sin sueldo tenga que repartir pizzas para ganar algo con que dar de comer a sus hijos, cuando se está en París o en camino a Ginebra, bajo el brillo de las luces y en el objetivo de las cámaras?

Nada, pues. Sigamos en paro, que eso lo soluciona todo.

Sobre todo, cuando quienes lo dirigen tuvieron la precaución de congelar sus carreras universitarias antes de convocar a paro, para asegurar sus estudios, en tanto dejan que quienes los siguieron hace meses atrás pierdan un año así, tan tranquilos.  Digo hace meses, porque hace mucho que ya no representan sino a un  sector intransigente, mientras la gran mayoría sólo quiere retomar sus clases. No podrán hacerlo -por cierto- hasta que ciertos jóvenes se cansen de pasear, de posar para los fotógrafos, de ser el centro de la atención de todos.

Y eso, es difícil que ocurra.

Pasé por un colegio secundario, hace unos días. Un colegio "tomado" por los estudiantes, dizque en apoyo de los universitarios, dizque para "mejorar la educación". La puerta estaba abierta y allí se veían 6 o 7 estudiantes. Sentados -mas bien acostados- sobre las escaleras, cada uno con una chica sentada encima, besándose y acariciándose. Alimentados por sus padres -que los apoyan, por cierto- ¿cómo no van a estar en paro? ¿Podrían acaso querer  volver a clases y terminar con el relajo? No creo, es evidente su preocupación por el estado de la educación en el país...

Años atrás (bastantes), cuando estudié en la universidad, no era gratuita, sino que la pagaban sólo quienes tenían dinero para hacerlo. El que más tenía, más pagaba. Quienes teníamos menos, pagábamos menos. Quienes no lo tenían, no lo hacían. ¿Cuál era el problema de eso? Que tenía compañeros de carrera que llevaban 3 años repitiendo el mismo curso. Compañeros que una carrera de 4 años no la habían terminado en 7, y seguían allí, gastando dinero que no era de ellos. Los que podían pagar, tenían que solventar los gastos de muchos que no tenían ningún interés en estudiar, sino en vivir una "vida de universitarios", a costa de los demás y de sus padres.

Me pregunto: ¿Cuesta tanto entender que no puede cambiarse todo un sistema educacional de un día para otro?. Es que cualquiera sabe que eso toma años. También, que si se quiere mejorar la educación hay que empezar desde abajo. Ni un paro, ni diez, pueden cambiar la educación así como quien se cambia de camisa.

Pero eso, ¿qué importa, cuando se está de tour por Francia?

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14 octubre 2011

Sim, ja o sei...


Sí, ya lo sé.
Hice un desastre con el blog.
Pero qué se le va a hacer, el pobre se me atravesó en un mal momento -estaba deprimido- y pagó las consecuencias...

Lo peor es que no tengo ya ánimo para arreglarlo, de modo que tendrá que quedarse así.

13 octubre 2011

Besitos por docena


Entra al lugar con propiedad, pisando fuerte, como acostumbra hacer cuando lleva prisa, y con la impaciencia de quien quiere zafarse pronto de un encargo.
Pero su avance se vé frenado por el brusco silencio que produce el callarse las voces, y por los diez pares de ojos fijos en él. Diez pares de ojos femeninos, se debe añadir.
Algo de su seguridad se ha perdido, al enfrentar esas miradas interrogantes. Mas, como se ha quedado ahí, de pié, sin proseguir y sin articular palabra, los diez pares de ojos lo abandonan, el murmullo de voces se reanuda, y todos vuelven a lo suyo. Menos él, que se queda ahí, desconcertado.
En vano mira a su alrededor, buscando ayuda. No la hay. Ni siquiera una mirada casual se posa en él. Intenta hablar, decir algo, pero ¿cómo, si nadie le presta atención?
No sabe qué hacer. Empieza a pensar en irse, pero ¿dónde iría? Le pidieron específicamente que fuese allí. Del aplomo con que entrara no le queda nada. ¿qué se hace en estos casos?
De pronto, algo cambia. Una señora pasa a su lado, de prisa, como si él no estuviese de pie estorbándole el paso, y aún debe apartarse para no ser empujado.
Al  moverse, advierte que ahora sí hay alguien mirándolo. Es más, lo mira fijamente, desde un ceño fruncido. Se acerca a la dueña de esos ojos que parecen reprobar todo lo que hace, ¿o lo que no está haciendo?, y le dice, con voz algo insegura (Dios, ¿es que ésa es su voz?):

- ¿Tiene rosas?

- ¿Rosas?? Repite la mujer, como si mascara la palabra, y con evidente desagrado.

- Sí, rosas. Unas rosas así, pequeñitas, con tallo de alambre.

- Besitos, dice ella, cortante. Y se vuelve a tomar una caja de un estante, poniéndola luego abierta sobre el mostrador.

Y allí están, cientos de pequeñas rosas de los más variados colores.

- ¿Cuánto vale cada una? Pregunta, ya con más confianza, misma que perderá al instante siguiente, cuando la respuesta siga siendo seca y dura.

- No se venden de a una. Vienen por docena.

Se rinde, finalmente. Comprende que las cosas no mejorarán porque intente ser simpático.

- Déme 4 docenas, por favor. Azules, las necesito azules.

Ni una palabra más, salvo el precio al pasar por la caja. Paga, retira sus besitos y se va, con un algo amargo en la garganta.




(Eso me pasa por ir a comprar a una cordonería ¿será que es un recinto sólo para mujeres, y yo no me he enterado todavía?)

11 octubre 2011

Un regalo...



Generalmente (como dije una vez en un comentario) yo escribo sobre lo que he visto o vivido, pero algunas pocas (escasas) veces se me ocurren historias que no tienen que ver conmigo, sino que son fruto de mi imaginación. Una de estas raras ocasiones se presentó ahora, y escribí un breve cuento.

Quiero dárselo como un regalo a esas personas que suelen venir por aquí y afirman gustar de lo que escribo. Considérelo suyo quien quiera aceptarlo (incluye mi agradecimiento por sus visitas).

Y aquí está el cuento, aún caliente, como recién salido del horno:




[Sólo mis críticos literarios lo han leído, de modo que puede considerarse inédito]



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10 octubre 2011

Bajo los árboles...


Pasé el día sobre el pasto, bajo los árboles.
Un día de mi vida, sobre el pasto, bajo los árboles
Sin hacer apenas nada, sobre el pasto, bajo los árboles.

Sólo descansando, olvidado de todo.
El rumor del viento entre el follaje,
el canto de los pájaros,
sin otro ruido que las voces apagadas de algunas personas cercanas.

Lejos de la ciudad, en La Huaica,
a dos horas de viaje,
todo el día.
Haciendo nada,
salvo vivir,
todo el día.

Y ahora, ya en casa, al hacer el balance, no me pareció
-para nada- que hubiera perdido el tiempo.
Al contrario.



(Compañeras de ocio)

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08 octubre 2011

Nightmare...

Tuve un sueño, no muy agradable en realidad, antes de salir de vacaciones. Más que un sueño, una pesadilla, de la que no conseguía despertar.
Y es que no podía terminar bien, puesto que comenzó tan mal...  
El sueño comenzó encontrándome con ella.

Iba yo por la calle, y me la encontraba de pronto, sin aviso, sin manera de evitarla. Se veía como supongo que debe verse ahora. Vieja, cansada. Quise devolverme -que me hubiese visto no me importaba-, pero me volviese a donde me volviese, ahí estaba.
Hablábamos, o me hablaba, no recuerdo de qué, pero la conversación terminaba en que ella me decía que yo estaba enfermo, mucho. Que tenía cáncer.  Y que estaba mal. Y mientras esto me decía, yo iba sintiéndome realmente enfermo, me debilitaba, y ante mis ojos ella se veía mejor, más erguida, sonreía, y se veía más joven, volvía a ser la que era, la que había sido. Riendo, alegre, como entonces, me tomaba del brazo, y me llevaba...

Y de pronto ya no estábamos en una calle, sino en una casa que no era la mía, ni otra que conozca, y ella estaba a mi lado, siendo como era entonces (hace treinta años), y actuaba como entonces, disponiéndolo todo como entonces,  y puesto que yo estaba en cama, enfermo, haciéndolo todo para mí. Iba y venía, entraba y salía de la habitación, y yo veía agujas y sondas en mis brazos, y sangre en mi cama. Y ella hablaba y hablaba de nosotros...

Yo sólo quería salir de ahí, y pensaba en mi negrita buscándome, y no podía moverme ni levantarme. Por más que me esforzara, no conseguía incorporarme, me bañaba la transpiración, me ahogaba un calor sofocante, y nada podía hacer.

De pronto, todo cambió: ya no estaba acostado, sino de pié,  Tampoco estaba ella a mi lado, ni en una forma ni en la otra. Todo había desaparecido. Y ya no estaba en esa casa, sino en un lugar muy grande, algo como un enorme mercado, lleno de entradas y salidas, y buscaba cómo salir de ahí, pero cuando salía por una puerta, sólo me servía para volver a entrar por otra. Y aparecían más personas, que no conocía, pero que estaban dispuestas a ayudarme, y corríamos y recorríamos todo el lugar, subiendo y bajando escaleras interminables, que no llevaban a ninguna parte.


Ya no volvía a verla, ni temía encontrarla, pero me aterraba ver que hiciera lo que hiciera, no conseguía volver a casa...

En suma, uno de esos malditos sueños en los que uno despierta asustado, inseguro de todo, en que tienes que alargar la mano, y destapar a la mujer que está a tu lado, para asegurarte que sí, que es la misma, la correcta, la que debe estar ahí...

(Y sí, era...)

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07 octubre 2011

Con dos dedos de frente... o más.

Ayer andaba de shopping, cuando me crucé con un tipo como el de esta foto (no le tomé una foto porque me desagradó tanto, que no habría podido). No se veía tan así como éste, sino mucho peor. Su pelo daba vueltas y revueltas, de abajo arriba, de arriba abajo, de atrás hacia adelante, mal teñido por añadidura, horrible en una palabra.


Creo que nadie quedó indiferente al verlo, y muchas chicas se reían descaradamente. Yo miré a su mujer, que la llevaba del brazo, y ella tenía cara de ¿y yo qué puedo hacer? ya lo intenté...

La verdad, yo no soporto a los hombres que hacen estas cosas. Los desprecio profundamente. Y no vaya a creer alguien que hablo desde la falsa seguridad del que tiene una frondosa cabellera. No. Hablo con pleno conocimiento de causa.

Y, visto que hay que ser consecuente con lo que se predica, y estando ya dentro del tema, ampliaré el post hablando de mi personal experiencia en temas capilares:

Hace mucho tiempo, cuando estaba en la universidad y aún vivía con mis padres, me encontré un día con que se me caía el pelo, más de lo normal. Me preocupé, en un primer momento, pero luego miré a mi padre, pensé en mi hermano -12 años mayor-, después en mi otro hermano -6 años mayor- y lo tuve claro: esto es simple genética. Y de ahí en más dejé de peinarme hacia el lado, como me había peinado mi madre en mi infancia y como hasta entonces hacía "por defecto", y me peiné hacia atrás, que lo que uno es, es, y lo demás son tonterías.

Pasaron los años, y mi pelo y yo no teníamos problemas de convivencia, salvo que me volví más inteligente, pues tenía más de dos dedos de frente. De hecho, una vez que hice una campaña interna para ser representante de los trabajadores, mi slogan era:  "Tu representante debe ser un hombre con las ideas claras, un hombre con dos dedos de frente. Vota por mí, que tengo cuatro." 

En una época en que estaba usando barba cerrada (que periódicamente cambio de look: con barba, sin ella, con bigotes, etc), estaba en el trabajo y llegó un compañero a pedirme algo. Yo no le hice ningún caso, pues estaba muy ocupado. Molesto, me dijo entonces:

- Oye, Arturo Prat, hasta qué hora espero que me atiendas!!

Me sorprendió que me llamara así, en el primer instante, pero luego caí en el porqué, y acepté la broma, a pesar de que no estoy a la altura de Arturo, ni en los méritos ni en amplitud de la frente . (Arturo Prat es EL héroe naval chileno).

De ahí en más, en el trabajo pasé a ser "Don Arturo", y tanto así que nadie ya me llamaba por mi nombre, que más de algún trabajador nuevo llegó a mi oficina a pedirme algo, diciéndome: "Don Arturo, podría usted...". Obvio que yo los atendía igual, y no me daba la molestia de corregirlos, ya que ese apodo nunca me molestó. Uno sabe lo que es y lo que vale, tenga una buena frente o no.

Ese mote se perdió el día en que uno, más insolente, me dijo derechamente "pelado", y habiéndose atrevido uno, los demás también lo hicieron. Eso no me causó ningún disgusto, ni trauma alguno. ¿qué más dá?. Hasta el gerente que tenía hasta hace unos años me decía: "Oye, peladito" cuando quería pedirme que hiciera un trabajo. ¿Por qué iba a importarme? Lo que me interesaba es que supiera valorar lo que yo hacía, el empeño que ponía en mi trabajo. Y lo hizo, pues él fué quien me promovió y me dió un puesto de jefatura. ¿De qué valía que el gerente que llegó después me tratara con suma corrección, si no apreciaba mis capacidades?.

Hasta hoy, en el trabajo se me conoce como "el pelado", y aún me ha pasado que -estando con descanso y yendo por la calle, algún conocido me grite desde un lado a otro de la calle: "hola, pelado, cómo estás...", y eso no me acompleja, ni me avergüenza, ni me quita la alegría de encontrar a alguien que no has visto hace tiempo.

No. Tener menos pelo que otros no te hace menos en ninguna forma. ¿Que, tal vez, muchas mujeres no te mirarán dos veces? ¿Y qué? ¿No es acaso mucho peor que, como al tipo de ayer, te miren dos, tres y cuatro veces, pero sólo porque les parece ridículo tu peinado, y quieren reírse de él y de tí?.
Tener menos pelo que otros no me dificultó (de soltero) el tener amores, ni el encontrar una mujer que me quisiera y aceptara compartir mi vida. No me ha hecho menos en mi trabajo, ni en ningún lugar donde haya ido, ¿por qué entonces no ser como se es y ya?

Uno vale por lo que lleva adentro, el envase es sólo eso, un envase.

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05 octubre 2011

Cuando la sangre llama...


Andaba paseando, esta mañana, por las calles de Iquique (estoy de vacaciones), cuando me encontré con un pequeño grupo de jóvenes, que dizque bailaban Tinku, un baile tradicional de origen boliviano, que culmina generalmente en una pelea.
(El Tinku original aún se baila en ciertas fiestas en su país de origen). Es común que en el norte de nuestro país, limítrofe con Bolivia, el folklore atraviese la frontera con mucha facilidad, más aún ahora que tenemos tantos inmigrantes.

Pero estos muchachos no eran muy entusiastas, ni muy fieles a la coreografía del baile. Cualquiera que lo haya visto bailado por nativos bolivianos, podría darse cuenta.

Sin embargo, hubo alguien entre el público que sí supo apreciar sus esfuerzos. Hubo alguien entre el público cuya sangre comenzó a correr más aprisa por sus venas, y que se dejó llevar...
Ese alguien  captó la atención de todos los asistentes cercanos. Cámaras y celulares, que no habían considerado dignos a los bailarines, se encendieron entonces, y hubo hasta empujones, por captar las imágenes. 
Yo no podía ser menos, por cierto, pese a que mi humilde celular no era el mejor medio para captarlas.

[El resultado del vídeo, que tuve que descargar, convertir, editar, convertir otra vez y subir a blogger, no es el mejor, pero se puede apreciar lo que quería mostrar.]



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02 octubre 2011

Con ORGULLO Y sin temor al PREJUICIO


He de decir que esta película se ha convertido en una de mis favoritas. Absolutamente.
La habré visto no menos de 15 veces, cosa en la que ha ayudado -ciertamente- el hecho de que los canales de cable la repitan periódicamente, pues en verdad se me hace difícil no quedarme viéndola cuando me la encuentro en algún zapping. Sin ir más lejos, sólo el día de hoy la estaban dando en tres canales, simultáneamente.

Sin embargo, no es que me guste por la historia en sí misma, ya que no he leído la novela y es sólo esta versión la que me llega de esta manera. He visto alguna otra y los actores me parecen sosos, desabridos.
Y no es tampoco que me guste especialmente la flacucha Keira, sino que me gusta su actuación en esta película, así como la de Matthew Macfadyen (Sr. Darcy). Él representa muy bien su papel, de manera muy creíble y convincente, con la flema propia de un aristocrático inglés.

El personaje de la mamá es también inigualable. Muy superior al de cualquier otra versión.

Por mucho que digan que es una película -y una novela- para mujeres, yo no podría negarlo: es una de mis favoritas.


Edición post-publicación: Sería una injusticia restar méritos al Sr. Collins... genial actuación, es lo menos que se puede decir.

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