30 septiembre 2011

Rápido, como una flecha...

Hace tiempo, y por meses, tuvimos problemas de personal. Por meses, nuestra empresa nos ponía trabas tras trabas, y la oficina de Reclutamiento nos daba píldora tras píldora, pero ninguna solución. No nos dejaban contratar a nadie. Después de meses de trámites, los rechazaban por cualquier cosa.

Mi jefe (el mismo que saltó del barco no hace mucho), se dió por vencido, y hacíamos el trabajo como podíamos con dos personas menos (él no, obvio, nosotros).

Un día, nuestro Gerente le envió un correo con los datos de dos personas, diciéndole que ocuparían los puestos vacantes. Él, entusiasmado, llamó a uno de ellos, para indicarle cuándo lo entrevistaría, y qué documentos debía presentar. El trabajador le dijo, extrañado: ¿entrevista? Pero, si yo ya firmé el contrato...
Y así llegó a trabajar con nosotros, saltándose todos los trámites y de un día para el otro, el Flecha.

Era un tipo tan especial, que a los tres días ya había adquirido el que sería su apodo oficial: el Flecha. ¿por qué ese mote? Pues porque demostró enseguida cuán "rápido" era para hacer las cosas... y para aprenderlas.

Trabajó con nosotros -creo recordar- como 9 meses. Y nunca aprendió. No hubo caso. No aprendió ni lo más básico.
Recuerdo que, cuando llevaba 4 o 5 meses trabajando, me llamó el Jefe de turno del taller, avanzada la noche, para decirme que necesitaban una compra urgente, y que el Flecha, que estaba de turno, no sabía cómo hacerla...

No es posible, pensé, ¿cómo es que en tanto tiempo no ha aprendido?
Le llamé, y le pregunté eso mismo, que cómo era posible que no supiera.
Me contestó:
- "Es que no sé"
- Pero, ¿cómo es que no sabes hacer eso todavía?
- "Es que no me han enseñado".

Indignado con sus compañeros de trabajo, que en 4 meses no le habían enseñado algo tan básico y tan importante en nuestra labor, hube de levantarme de madrugada (2 o 3 de la mañana), esperar a la intemperie, helándome, a que llegara una camioneta a buscarme, y fuí a hacer la compra yo mismo.

Llegado a la oficina, lo puse de pié al lado mío, y a la vez que hacía la compra y la solicitud de transporte urgente, le enseñé como proceder. Me aseguró que lo había comprendido, y entonces regresé al campamento a dormir, cosa que no pude hacer, pues tenía los pies fríos como trozos de hielo... y me llegaron las 5:30 esperando abrigarme, y me tuve que levantar para una nueva jornadalaboral .

Al llegar a la oficina, al inicio del turno, reuní a los "viejos", y los reté, airadamente, por no haber enseñado debidamente a su compañero la forma de trabajar, cosa que era su obligación.
Se me fueron encima, alegando que sí lo habían hecho, y más de una vez... es más, uno de ellos me aseguró que le había preparado un procedimiento a seguir, con impresiones de pantalla, paso por paso, y se lo había impreso a modo de cuaderno, para que no tuviera problemas para hacer las cosas.

Llamado el Flecha a aclarar la situación delante de sus compañeros, aceptó que era cierto que le habían enseñado, y aún que había recibido el cuaderno aquél. Le pregunté, entonces:

- ¿Y porqué me dijiste que no te habían enseñado"
- "Es que se me olvidó"...
- ¿Y dónde tienes ese cuaderno, por qué no lo usaste anoche?
- "Es que lo dejé en la habitación..."
- ¿?

- Pues esta noche, no te olvides de traerlo, ¿de qué te sirve en el dormitorio?

Y lo envié a dormir.

Siguiente noche, suena mi celular, a medianoche.

La voz del Jefe de turno, que me dice: Oye, :( , que necesitamos una compra urgente, y el flecha dice que no sabe cómo se hace.

- ¿Cómo que no sabe?!! Pero, ¿que no le enseñé anoche? Pásame con él.

- Oye, ¿que no te enseñé anoche a realizar compras?
- "Es que se me olvidó"...
- Y el procedimiento que te hicieron, ¿por qué no lo usas?
- "Es que se me quedó en el dormitorio..."
- Pero si te dije que no subieras sin él!!
- "Es que se me olvidó"...

Me hervía la sangre, pero me mordí la lengua, y le dije que estaba bien, que se sentara frente al PC, y siguiera mis instrucciones.

- Entra al programa de compras.
-¿Cuál?
-¿Cómo cuál? Al único que tenemos, hombre.
- Ah, ése.
-Si, ese. Ahora escribe XXXXXX
- ¿cómo?
- Que escribas XXXXXX y le des enter.
- ¿cómo enter?
- Que escribas XXXXXX y aprietes la tecla que dice enter [ #$%&+*;&Ç@#;...]
- Ah, ya.
- ¿Lo hiciste?
- Sí.
-Bien, ahora ingresa los datos de dónde realizarás la compra, los nuestros, y la S de comprar (shop), y aprietas F5
- ...
- ¿Lo hiciste?
- Es que no sé cómo...
- A ver, en el primer espacio escribe XXXXXX, en el segundo espacio XXXXXX, en el tercero una S y luego F5.
- ...
- ¿Lo hiciste??
- ...
- Flecha, que si lo hiciste.
- Es que no sé cómo...
- ¿No sabes cómo, qué?
- Eso de efecinco.. ¿dónde lo escribo?

- #$%&¨**[]_¨]`^#&@    (lo insulté, lo admito....)

Después de desahogarme, le pregunté:

- Oye, ¿hay alguien contigo?
- Sí, el Jefe de turno, y todos los mecánicos (claro, si era un show, cómo no iban a estar todos).
- Dale el teléfono.
- Oye, viejo, por favor, saca al Flecha de la silla, y ponte ahí.
- Qué, ¿tengo que hacerle yo el trabajo al Flecha?
- ¿Quieres la compra, o no? Si la quieres, calladito y escribe... que no voy a levantarme hoy de nuevo.

En tres y medio minutos estaba la compra hecha, en cuatro más solicitado el transporte, y al cabo de otros cinco los respaldos impresos y firmados.


En otra ocasión, también de madrugada, me llamó nuevamente el Flecha, diciéndome que le estaban pidiendo que enviara un correo con una solicitud adjunta, y que él no sabía cómo...
Mi paciencia es mucha, pero nunca tanta, de modo que llamé a nuestro jefe, y "le pasé la pelota", para que se encargara él.
Y él llamó al Flecha, y le preguntó qué necesitaba.
Después de mucho hablar por teléfono, dando mil indicaciones, quedó (supuestamente), listo el envío.
Al rato después, nueva llamada. Era el Flecha, diciéndole que no había podido enviarlo, que no sabía cómo.
Nuestro jefe, para evitarse nuevas explicaciones, encendió el notebook, se conectó a internet, consultó que era lo que estaban pidiendo, hizo una nueva solicitud, la adjuntó a un correo, en el que explicó lo que se requería, y se lo envió al Flecha, a la oficina, desde su correo personal.
Luego lo llamó y le dijo que reenviara ese correo, escribiendo la dirección donde debía mandarse la solicitud, y le diera click en Enviar.
El Flecha, por ciertoo, dijo que lo tenía listo, y que lo enviaba ya.
Nuestro jefe, para desquitarse de que yo lo hubiera despertado, me llamó entonces a mí de vuelta, para decirme que se había solucionado el problema.

A la mañana siguiente, llegué a la oficina antes que nadie -como es mi costumbre- y le pregunté al Flecha:
- ¿Y, reenviaste el correo que te mandó el jefe?
- No -me dijo- no pude...
- ¿Cómo que no pudiste?, Pero si le dijiste al jefe que lo habías hecho.
- "Es que no le entendí lo que me dijo"...

No entendió cómo se hacía eso de reenviar un correo.


Nadie se explicaba cómo es que nuestros reclamos en contrade  el Flecha no llegaban a ninguna parte. Nadie se explicaba cómo es que a pesar de lo malo que era, seguía allí.

Me preguntó un día el Gerente que "cómo iba" el Flecha (llamándolo por su nombre, obvio).
Yo le dije:
- Usted sabe que es tan difícil para nosotros contratar a alguien nuevo, que con tal de no perder un par de manos, yo he defendido hasta al peor de nuestros trabajadores ¿no es cierto?, hasta al más malo.
- Si, lo sé.
- Pues, a ése par de manos si que no lo voy a defender... es un cero a la izquierda. Por mí, trasládelo, despídalo, oquéséyo, pero líbrenos de él.

Me miró, y no hizo ningún comentario.


Un día cualquiera, el Flecha no llegó a trabajar. Al día siguiente, nos llegó la noticia de que había presentado su renuncia, allá lejos, en la ciudad donde vivía. Uno de sus compañeros lo llamó, tiempo después, ahogado por la pregunta que todos nos hacíamos y nadie se atrevía a expresar, y le dijo:
- Oye, Flechita, ahora que ya te fuiste, dí la verdad, quién era tu "padrino", quién te contrató?

Después de mucho negarse, al fin lo admitió: había sido el propio Gerente, su primo, quien lo había traído.
Así se explicaban los largos meses que estuvo con nosotros, así se explicaba que pese a su ineficiencia, pese a que todos los jefes de área hablaban pestes de él, nadie había podido conseguir que lo despidieran... y por cierto que a muchos se nos hizo un nudo en la garganta al saberlo, al recordar todas las cosas que sobre su primo le habíamos dicho a nuestro Gerente...

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29 septiembre 2011

Opciones


Dicen que la vida siempre te da opciones.
Tal vez sea cierto.
Pero, ¿qué pasa cuando ambas opciones apestan?

¿Cómo se puede elegir entre estas dos?:

- Pasarte el día durmiendo, y las horas que estás despierto andar por la casa como un inútil zombie que nada puede  hacer, porque el medicamento que tomas te estupidiza.
- No tomar ninguna basura farmacológica, y aguantarte un dolor que -aún si logras soportarlo- te impide hacer lo que quieres hacer, y terminas igual tendido en una cama sin poderte mover.
(Agréguese a ambas el andar de mal genio porque ni andar como zombie ni soportar dolores son motivos para sentirse bien y sonreírle a la vida)


[Esto es un paréntesis de amarga realidad en  este blog deprimente que últimamente he conseguido mantener soft & light]

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27 septiembre 2011

De tenis, jefes y dudas insolubles...


Desde que supo que en el campamento hay cancha de tenis, mi nuevo jefe empezó a proclamar a los cuatro vientos que él jugaba, y además, que era bueno jugando.
Y se lamentaba casi a diario porque no encontraba con quien jugar.
Tanto molestó con eso, que al fin M, uno de los muchachos que trabajan conmigo -casualmente mi compañero de habitación- se animó a decir que él jugaba también.
Nada más decirlo, y nuestro jefe empezó a pedirle que jugara con él, insistentemente.
Y M no quería aceptar, porque me decía que él no era bueno, que apenas si jugaba de vez en cuando, para divertirse.

Finalmente, le ganó por cansancio, y este turno aceptó jugar contra él.
Cuando M llegó a la habitación, de regreso del partido, venía algo triste. Nuestro jefe le había ganado, sin dificultad, y eso no le importaba, pero su actitud posterior no había sido la mejor. Resultó ser de esas personas que no pueden hacer nada sólo por divertirse, sino que se dejan llevar por el espíritu de competencia, y se vanaglorian de cualquier triunfo como si fuese el campeonato nacional.

Me molestó eso, pues M, al fin y al cabo, había aceptado jugar sólo por divertirse un rato, no para competir o ver quién era el mejor, y sin embargo se esforzó tanto por hacerlo bien, que hasta rompió su raqueta jugando.

Cuando llegó mi jefe a la oficina, la mañana siguiente, entró proclamando su triunfo, diciendo que había ganado, y dando incluso los resultados del pertido. No "lo pesqué" para nada. Pero cuando -a lo largo de la mañana- ya había repetido lo mismo por cuarta o quinta vez, decidí darle algo en qué pensar, para que se le bajaran un poco los humos. Y le dije, ahí en medio de la oficina y así como de casualidad:

- Era de esperarse el resultado...

Sorprendido, me preguntó de inmediato:

-¿Cómo? ¿por qué, tú sabías que juega mal?
- No, todo lo contrario.
- Y entonces, ¿qué quieres decir?
- Hombre, eres su jefe, ¿qué esperabas?
- ??
- (Aquí mentí descaradamente) Tuve una vez un Gerente que gustaba de jugar ajedrez conmigo. Nunca le gané abiertamente, salvo una que otra partida. Y hasta me hacía el sorprendido ante alguna jugada, como si hubiese sido magistral... ¿cómo iba a ganarle si era mi Gerente?
- ...
- Y eso, que yo no estaría tan ufano de mi triunfo, si fuera tú...

Se puso verde. No dijo nada más y salió.

Mas tarde, hablando con M, le conté lo que le había dicho al jefe. M, entonces, me dijo:

- Ahora entiendo. Por eso es que se me acercó a preguntarme qué eran esos comentarios que había escuchado, de que yo me había dejado ganar. Y aunque yo le juré que no es cierto, ya me ha preguntado lo mismo tres veces... e insiste en darme la revancha. Quiere que volvamos a jugar.

Me reí de buena gana: ya sembrada la duda en su mente, no va a quedar nunca tranquilo. Y como aquí nadie calla nada, ya circula el rumor entre el personal que M es un "arrastrado" que deja ganar a su Jefe, lo que completa muy bien el efecto.

Obvio que para terminar bien la faena, le dije a M que no vuelva a jugar contra él -por ningún motivo-, para que no pueda saber nunca si realmente ganó, o lo dejaron ganar...

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26 septiembre 2011

Primavera y gaviotas.

Primavera.
esta palabra evoca flores, perfumes,
canto de pájaros y vuelo de mariposas multicolores.

Trae tanto más que a veces no advertimos.
Como el amor de las gaviotas
que, ruidosas como tales,
al caer las tardes
inundan nuestros oídos con sus chiidos*
mientras ocultan de nuestros ojos sus requiebros amorosos,
dándose cita allá en las alturas,
casi donde comienzan las nubes,
donde nuestra vista apenas si alcanza,
al límite de lo que la cámara puede mostrar.* *

Con bullangueras voces nos anuncian, entonces,
-como si quisieran hacernos partícipes a todos de su amor-
que se van a pasar sus noches de romance allá lejos,
a 30 o más kilómetros dentro del desierto,
en lejanas y solitarias dunas,
donde no hay nadie que pueda verlas,
donde no hay nadie que pueda importunar su amor.






* Chiido: Voz de la gaviota.
* * En el video se ven, pero tan imperceptiblemente, que al convertirlo para subirlo a blogger desaparecen. Pueden imaginarse una fila interminable de 6 hormigas con alas que recorren el cielo, de a seis en fondo, desde la costa hasta perderse en la lejanía. No dejan de ser sus veinte minutos de chiidos, desde que ascienden en espiral desde el mar hasta las alturas, hasta que se pierden tras los cerros. Y aún así hay quienes no lo notan.

25 septiembre 2011

Chloe

Estaba viendo esta película:


Y, cuando llegué al final, quedé con la sensación de que me habían engañado.

¿Puede, alguien que la haya visto, decirme si le pareció un buen final? ¿puede explicarme qué significa, qué quiere decir?
Porque yo, en lo personal, no puedo evitar pensar que se les acabó la inspiración y le pusieron un final fácil...

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22 septiembre 2011

Como si volara...

Como si volara,
agitaba con fuerza sus pequeñas alas,
con alegría,
con ganas,
como si volara,
salpicaba agua
en medio de ese charco,
olvidada de mí, olvidada de todo,
como si volara...

Luego de un rato, tal vez ya cansada,
se alzó sobre el agua,
sacudió sus alas,
y con sin igual gracia voló a una rama.
Allí acomodó su mojado plumaje y
 -con los ojos a medias cerrados-
descansó, 
de todo olvidada.


Sucedió ayer, mientras regaba, que apareció un picaflor por mi patio.
No es novedad, siempre lo hacen.
Mas esta vez, hubo algo diferente: no escapó al verme.
Al contrario, estaba cerca, muy cerca.
Me extrañó que se acercaba demasiado al chorro de agua.

De tanto mirarla (era una hembra), no me dí cuenta de que se formaba en el suelo un pequeño charco.
De pronto noté algo que nunca había visto, la picaflor se bañaba en esas pocas gotas de agua.

Me acerqué, y no se fue.
Me acerqué más, y nada, seguía intentando bañarse, aunque sólo quedaba barro.
De modo que arrojé la manguera al suelo, y dejé que corriera el agua, y el charco creciera.

Y allí seguía ella, aunque estaba al alcance de mi mano, sin preocuparse de nada que no fuera bañarse.
Se veía feliz, y la dejé hacer hasta que me dí cuenta que el agua me rodeaba y que mis zapatos se mojaban.

Recogí la manguera, aún le tomé unas fotos con el celular -muy cerca- y ella seguía en lo suyo.
Creo que nunca vi a alguien disfrutar tanto un baño en un día frío de inicios de primavera.

Voló a una pequeña rama del jazmín, y lucía embarrada, de modo que la rocié con la manguera y, ¿qué creen? Abrió las alas y se dejó duchar...!

Y ahí la dejé, feliz, alisando su plumaje. 
La última vez que la vi, descansaba feliz de su baño...



Un inusual regalo de primer día de la primavera.



[Para variar, no tenía una buena cámara a mano cuando la necesitaba]


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21 septiembre 2011

No se puede...



Sí, se puede ir al supermercado y -al llegar a la caja- darte cuenta que no llevas dinero suficiente para pagar todo..
Sí, se puede entonces pagar con una tarjeta de crédito.
Sí, se puede, si esa tarjeta no tenía dinero, pagar con otra.

Lo que definitivamente no se puede hacer -si la segunda tarjeta tampoco tiene dinero- es  vaciar la cartera sobre la caja, coger una docena de tarjetas variadas y decirle a la cajera :

"Alguna de éstas tiene que tener..."

Mientras los demás esperamos pacientemente que ella haga el intento, obvio.

No se puede...!!


(Gracias a Dios, la tercera de esa docena sí tenía dinero...)


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18 septiembre 2011

¿Quién pidió pizza?


El repartidor subió de dos en dos las escaleras. Llevaba apuro, y no quiso esperar el ascensor por sólo dos pisos. Llegó al tercero, donde debía entregar las pizzas solicitadas y, antes de salir al pasillo, ya escuchó la música. La fiesta parece buena, pensó. Para cuando llegó frente a la puerta del departamento, su sangre cubana ya se había despertado, y sus pies intentaban seguir el ritmo mientras caminaba.

Se escuchaban, entre la música, voces y gritos. Definitivamente, buena la fiesta.

Tocó la puerta, y los gritos aumentaron de tono, y se escuchaba claramente: "el vedetto, el vedetto, llegó el vedetto..." Sonrió para sí al comprender que se trataba de una despedida de soltera.

La puerta se abrió, y la que debía ser la dueña de casa -una morena estupenda- le hizo pasar, con un gesto que sugería decepción, y diciendo: No, es sólo el repartidor de pizza.

"Aaaahhhh, nooo..". Fue la respuesta de las demás.

Picado en su orgullo (¿Sólo el repartidor??), y también -¿cómo no?- motivado por el ritmo de la salsa que llenaba el ambiente, entró bailando, con la caja de las pizzas en alto sobre su mano izquierda, y moviendo las caderas con ese ritmo que sólo un cubano puede llevar.

Nuevo griterío de las presentes, que se agruparon a su alrededor, haciéndole corro, mientras una de ellas le quitaba las pizzas.

Se lució bailando, recordando los más sensuales pasos aprendidos allá en su Cuba natal, y ya entusiasmado por la buena recepción de "su público", lentamente abrió su chaqueta, para enseguida, con un rápido movimiento, quitársela y enviarla volando a un rincón. La camiseta, de por sí ajustada, con el sudor se pegaba más a su torso, dibujando sus músculos...

Griterío, chillidos, aplausos...

"Que siga, que siga, más, más..."

Pero entonces, entre los gritos y la música, en un momento de lucidez, recordó el resto de las pizzas, que le esperaban en la moto de reparto, enfriándose, y a los demás clientes, que esperaban por ellas...

Tuvo que detenerse, y excusarse, diciéndoles que en verdad era sólo el repartidor de pizzas. Mientras recogía su chaqueta, la dueña de casa le tomó del brazo, y queriendo convencerlo de quedarse, le preguntó, señalándole a una rubia de infarto: ¿te vas? ¿acaso no sabes quién es ella? ¡es N, la de la televisión!

Él, mirándo a la rubia, no pudo negar su belleza, ¿cómo admitir que no sabía quién era? Desde que llegó de su país, no ha tenido mucha oportunidad de ver televisión, dos trabajos y una universidad nocturna no le dejan mucho tiempo. Siguió murmurando excusas, y pidió el pago de las pizzas.

Se fué con una sonrisa imborrable en la cara, con la mejor propina que nunca había recibido...




(Relato verídico, le ocurrió a un cubano avecindado en nuestro país. Está pensando seriamente en cambiar de trabajo...)

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16 septiembre 2011

Las mañanitas

Sorry, se me olvida que las lectoras de este blog son españolas... y que es posible que no sepan lo que son Las mañanitas...






Aunque es una costumbre evidentemente mexicana, a los chilenos les encanta copiar cosas como ésta, de modo que les ha dado -en ciertos círculos- por cantar esta canción para los cumpleaños...

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14 septiembre 2011

Happy Birthday

El día de mi quincuagésimo cumpleaños, que se inició en una habitación fría y solitaria, pues llegué a medianoche al campamento (para comenzar un nuevo turno) terminó un poco mejor que eso.


Mi nuevo Jefe (sí, el del PSP) me invitó al Pub, prácticamente el único lugar de diversión no deportiva que hay en el campamento, para comer algo diferente al menú del casino, que no es precisamente variado. Se suponía que los demás irían también, pero parece ser que no es tanto el cariño, pues no llegaron (eso no es una gran pérdida en todo caso).

Unas brochetas de pollo y de vacuno, y una Cerveza sin alcohol (de otras no hay, por cierto), amenizadas con algo de conversación que -es de agradecer- no versó sobre trabajo, y con un@s desafinad@s cantantes de karaoke como música de fondo (podría haber sido mejor, pero era lo que había), sirvieron para pasar el rato y olvidarse un poco de que no estaba en casa ni con mi familia, en un día que de cierto modo parece ser más especial que otros cumpleaños.


La parte mala de todo esto fue que a él se le haya ocurrido contarle a la mesera que yo estaba de cumpleaños, de modo que hube de pasar por la humillación (aceptable) de que todos los presentes me cantaran el feliz cumpleaños, y por la doble humillación (trágame tierra) de que además me cantaran las mañanitas...

La parte buena (hay que buscar el lado bueno, siempre) fue que la chica que atendía nuestra mesa me dijo: "¿Cincuenta? Vaya, nunca lo habría adivinado. Le juro que pensé que no eran más de cuarenta..." 
 (Si no hubiese sido por esa pícara sonrisa, le habría creído...).

Y eso fué todo.

Ahora, a seguir con la rutina, que con 49 o con 50, el trabajo hay que hacerlo igual...




Nota: Esto lo escribí anoche. Hoy, después de leer el comentario de Lili en el post anterior, creo que sí tendré que creerle a la mesera...  :)

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13 septiembre 2011

Bodas de oro

Hoy celebro mis bodas de oro.

Pero que nadie se llame a engaño, no es un aniversario de bodas con mi esposa, con mi querida negrita, sino con otra.


Una otra que me ha tratado, durante el tiempo que llevamos juntos, a veces muy duramente, y que en un par de ocasiones aún estuvo a punto, a un tris, de dejarme.

Una otra que más de una vez me ha incitado -con sus feas acciones- a desear abandonarla, a querer separarme de ella definitivamente, para siempre. Sin embargo, nunca cedí a la tentación de hacerlo (ni siquiera de intentarlo), y me mantuve fiel y firme a su lado, soportándole aquellas cosas suyas que nunca me gustaron, y agradecido -todo hay que decirlo- de las muchas cosas buenas que hasta ahora me dió.

No niego, ni callaré, que hubo momentos en los que dudé del que durásemos tanto juntos, momentos en los que todo se veía oscuro y desesperanzador, pero al final, al sacar cuentas, queda claro que me tiene -si no amor- al menos mucho apego, y no piensa todavía separarse de mí...

Y es así que hemos llegado -casi sin darme cuenta y definitivamente sin quererlo- hasta el día de hoy, en que cumplimos 50 años juntos, 50 años de tenernos el uno al otro, cincuenta años de estar ella conmigo y yo con ella.

Vida mía, mi vida, tú que me acompañas desde el instante mismo en que respiré el primer aire, quédate conmigo cuanto quieras, pero ten la certeza de que cuando quieras irte -aún si es en este momento- sin ningún reproche te dejaré ir...



(Hoy es mi cumpleaños número cincuenta... ¿quién se lo iba a imaginar? yo, cincuenta...)

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11 septiembre 2011

Hada, o mi casi-matrimonio...


Hace un par de semanas, mientras botábamos cosas viejas, encontré una muy ajada libreta de direcciones. Ese artículo que hoy por hoy es casi un mito, y cuyo nombre se aplica más que nada a nuestro programa de correo favorito. Pero, en aquellos años todavía era la única manera de conservar las direcciones de correo –y algunos teléfonos, que no cualquiera tenía- de las personas que nos interesaban.

Y allí, entre esas direcciones, estaba la de la primera mujer (que no la única), que me ha pedido matrimonio.
Mil recuerdos se me vinieron a la mente, así como el pensamiento casi obligado en estos casos: ¿qué será de ella?. Su nombre (el segundo, que el primero no le gustaba) era Hada. Tenía –si mal no recuerdo- unos tres años más que yo, y era una chica malcriada, de ésas con mucho dinero. Su padre era un ejecutivo de un astillero naval, en una ciudad costera.

Nos conocimos con ocasión de realizar un curso de dos meses en la capital. Esto ocurrió mientras hacía yo el servicio militar, y nos juntamos en ese curso un grupo mixto de gente de todo el país. Habían varias chicas. Con todas fuí muy amable -como siempre fui-, e incluso intercambié mis botas con una de ellas: como siempre sucede en los regimientos, a mí, que calzaba 39, me habían dado botas 41. A ella, que era una valdiviana descendiente de alemanes y calzaba 42 (medía como 1.80) le habían dado 38. No podía usarlas, los pies le mataban. Cuando me enteré, le propuse el cambio, que aceptó encantada. Así ambos quedamos con un número menos, lo que era soportable.

La última en llegar, of course, fué Hada.  Con lentes y aspecto de nerd, me gustó enseguida (me atraen las mujeres inteligentes). Y con sus aires de princesa desvalida abandonada entre villanos, se las arregló para ganarme el corazón de caballero andante que llevo dentro.
A la semana ya estaba conquistada. Que se conquistó sola, en verdad, porque yo no fuí con ella más amable que con las demás chicas del curso. Y quizá si menos. Pero una mañana llegó y me tomó del brazo y no me soltó más. Desde ese momento pasé a categoría “suyo” y con gusto acepté ese “adueñamiento”.  

Cuando el curso terminó, y había que volver a casa, Hada andaba callada y triste. Conseguí quedarme aún unos días más en el alojamiento que nos habían dado, aunque ya sin alimentación. Pero cuando uno se siente enamorado, pues ni hambre dá. Menos aún a los 19 años. Ella nunca estuvo alojada con nosotros, sino en una casa enorme en el “barrio alto” de la ciudad -de un pariente, según dijo un día que me llevó hasta allá- de modo que no tenía problemas tan simples como pensar en qué comería al día siguiente. Yo ya estaba adelganzando con ese régimen de sólo besos y caricias, y en mi regimiento debían preguntarse el por qué, habiendo terminado el curso hacía más de una semana, yo no aparecía por allí, de modo que le dije que tenía que irme.
Me abrazó, llorando, pidiéndome que no me fuera.  Y entonces, de pronto, se le ocurrió la brillante idea y sus ojos se secaron, para fijarse en los míos al tiempo que me decía: cásate conmigo. Vámonos juntos a mi ciudad, a mi casa, yo hablaré con mi papá, y nos casaremos. Así estarás siempre conmigo.
Me imaginé esa escena: su papá sentado en un fastuoso living –tal vez con una pipa en la mano- escuchando a su hijita adorada decirle que había decidido dejar a su novioadineradodebuena familia por este esmirriado jovenzuelo desertordelserviciomilitarsinprofesiónnioficionidóndecaersemuerto.  Y supe que no había ningún futuro en eso.
Le dije pues que no se podía, que primero debía volver a mi ciudad, presentarme al regimiento –que me había enviado al curso-, terminar mi período de servicio y luego, recién, irme dónde ella y que hablara con su padre si quería.
Aceptó a regañadientes, y con mil promesas de amor eterno, me dejó partir y volvió a su tierra.
Cartas iban y cartas venían, las primeras suyas derramaban promesas de amor por los cuatro costados. Eran sólo cuatro meses lo que había que esperar, ¿qué son cuatro meses?.
Pero nunca llegaron a ser. Para Navidad (dos meses más tarde), ya las cartas no eran cartas, sino postales. Para enero, recibí sus últimas letras, donde me decía que yo había tenido razón desde el principio, cuando entre abrazos y besos traté de que entendiera de que lo suyo no era amor, sino sólo una pasión fugaz,  el gusto de una aventura prohibida (aunque me dolía, me daba cuenta de ello).  Y así fue que se despidió, diciéndome que había vuelto con su antiguo novio.

A esa edad uno todavía llora cuando un amor se acaba, de modo que pené por ella casi un año, pero eso ya es otra historia...

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09 septiembre 2011

Arroz...


Los hombres solemos armar una discusión sobre cualquier cosa, en un dos por tres.
Pero generalmente se enmarcan en dos o tres temas, bastante acotados: fútbol (u otro deporte), mujeres (y similares) y autos (y sus derivados).

Por eso me sorprendió hace unos días, en el trabajo, cuando se inició -así como por combustión espontánea- una discusión acerca de cómo se prepara el arroz. De un momento para otro habíamos 7 hombres hablando (discutiendo, en realidad) acerca de cuál era la manera correcta de prepararlo. Y las versiones iban desde el que sólo lo tiraba en la olla, con agua hirviendo y sal, y se olvidaba de él, hasta aquél que lo preparaba bajo estrictas medidas y tiempos, o aquél que le agregaba condimentos y otras hierbas.

Al final, nadie logró convencer a nadie. Cada uno se quedó con su receta, convencido de que preparaba el mejor arroz, y que nadie podía superarle.

Me arrepentí luego de no haber preguntado el cómo llegó cada uno a saber preparar arroz... habría resultado interesante.

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08 septiembre 2011

Dondo, latin lover...

El fin de semana nos acordábamos de nuestro ex-jefe (el que como rata saltó por la borda hace poco), a quien apodábamos "Dondo".
Como no conocerán ustedes a este ilustre personaje, pues es un muñeco que se fabricaba aquí ya hace unos cuantos años, Dondo redondodo, pondré una imagen:


Y así era "Dondo", sólo que sin los ojos azules.

Y lo que recordábamos de él era un cierto rasgo de su personalidad: se creía "rico". Juraba que las tenía a todas, o que podía conseguir a quien quería.
Lástima que nadie se lo creyera, y menos aún las chicas del trabajo, que "lo tenían ahí nomás". No lo soportaban, mejor dicho.

Nosotros, por nuestra parte, nos reíamos de él porque,  en cuanto a mujeres, no había caso de ganarle, él los superaba a todos.
Si alguien, por ejemplo, decía que salió con una rubia "que estaba buena", Dondo ya estaba contando de una rubia mucho mejor con la que había estado. Que si otro comentaba que alguna noche de copas tuvo entre sus manos una turista francesa, vaya pues, que él había tenido dos, pero al fin se había llevado sólo a la mejor, que no había querido llevarse a ambas.
¿Que si una negra? Psst, hablarle a él de negras...

Comenté una vez, durante la cena, que mi sueño erótico era una carabinera, con uniforme y botas incluidas, y ya estaba Dondo contando que no sólo había tenido una, sino que además había estado con ella por un par de años, pero la había dejado porque le exigía mucha atención.
¿Alguien comentó acerca de lo que sería un trío? Pues Dondo había tenido ocasión de hacerlo con tres, pero al final una no había querido, de modo que tuvo que conformarse con dos...
¿Que la chica bonita que iba en el bus? Espérate, que Dondo había conquistado a una universitaria estupenda que iba a su lado en el último viaje, y ya la tenía lista -invitación al departamento de ella inclusive- cuando pensó en su mujer por un momento, y decidió que no valía la pena engañarla una vez más, de modo que la dejó pasar...

¿Con esa cara y con esa panza? decían las chicas cuando les relataban sus supuestas aventuras, y jamás se las creyeron...

Obvio que nosotros, que más de una vez lo vimos sin camisa, tampoco...

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07 septiembre 2011

Son tontas... o se hacen?


A veces me dan rabia ciertas mujeres. Y es que no sé si son tontas, o quieren hacerse tontas a sí mismas:

- El marido de D se la volvió a hacer: no llegó anoche a dormir. 
- Sí, es un sinvergüenza, cada vez que recibe dinero le hace lo mismo.
- Ah, en cambio mi marido, nunca sale de noche. Cuando le toca estar en casa, sale sólo de día, y siempre vuelve temprano. Es cierto que se toma unos tragos cuando sale, pero es porque se junta con algún amigo. Él no hace nada malo...

Y yo me pregunto: ¿Es que estas mujeres nunca leen el periódico? ¿Realmente creen que en los avisos económicos sólo se ofrecen casas y autos usados?


¿De verdad no saben que hay Toppless que trabajan en horario continuado? ¿Creen realmente que sólo se puede tener sexo por la noche?  ¿No se han enterado aún que los "Café con piernas" hace rato que ofrecen mucho más que café y buenas piernas?

Vaya, cómo se ríen de ellas sus maridos cuando hablan entre ellos (y cuánto me molesta oírlos).
Me decía uno hace un par de días: "para mi mujer, yo soy un santo, porque nunca salgo de noche",  y es uno que ha usado cuando menos la mitad de los avisos publicados en el diario...

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05 septiembre 2011

Despertar...


Desperté
esta mañana,
con la sangre ardiendo,
abrazado a ella,
y con mis manos
llenas de su tibieza...

Pero mis caricias,
suaves primero,
ardorosas luego,
no fueron capaces de conmoverla...

Me sentí molesto,
la aparté -violento-
y me levanté de un salto.
Desnudo, atravesé la habitación a oscuras,
entré al baño, encendí la luz,
me metí a la ducha
y el agua -casi fría-
logró volverme a la realidad...

Volví entonces al cuarto,
resignado,
y allí estaba
-en la penumbra-
en el mismo lugar de la cama,
(acostada, como la dejara)
siendo ella misma,
ahora fría,
yerta,
tan insensible como siempre,
mi almohada...




(Esto de estar 7 días lejos de casa...)




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