25 julio 2014

Infiel por un día...

(Esta vez no está como debería...)
En mi trabajo hay un campamento, en donde dormimos. Allí están las habitaciones en que, unos más otros menos, pasamos gran parte de las noches del año.
Las camareras, que deben hacer el aseo y tender las camas a diario, no suelen durar demasiado tiempo. No demasiadas pasan del año en ese trabajo. Pero las que lo hacen, se van acostumbrando a "sus viejitos", como suelen llamarnos cuando las escuchamos (a saber cómo nos llamarán cuando no podemos hacerlo). Se van acostumbrando, y hasta nos toman un poco de cariño. Algunas más, otras menos, dan cabida a conocerlas un poco, y se genera una cierta relación cercana, aunque la mayoría de las veces uno ni lo advierta.
Tuve la oportunidad -hace tiempo- de comprender hasta dónde llega ese cierto sentido de "pertenencia".

Ocurrió que una noche, agobiado por los infaltables problemas, no podía dormir. Me había despertado cerca de las 3 de la madrugada, y no hubo caso de "pegar los ojos" nuevamente. Así, cuando ya eran las 4:30, no aguanté más, encendí la luz y me levanté. 
Después de hacer todo lo que puede uno hacer temprano en la mañana, tras levantarse, aún me sobraba tiempo, mucho tiempo. No tiene sentido ir en busca de desayuno antes de las 6, pues recién a esa hora abren las puertas del comedor. Y ahí estaba, ciertamente aburrido, cuando se me ocurrió la brilante idea de hacer la cama. ¿Y por qué no?, pensé. Y puse manos a la obra.

Las camareras no hacen la cama de cualquier manera, no señor. Tienen una forma específica de hacerlo, y al revisarles el trabajo su supervisora, la cama tiene que estar impecable, y con el cobertor semi abierto, con un doblez en 90°, y la sábana -que queda a la vista- estirada y sin una arruga.

Me esmeré pues en dejar la cama igual, perfecta, y después de varios intentos -no poco me costó- lo conseguí. Para entonces era ya una hora decente para dejar la habitación, de modo que me fuí a desayunar.

Tras un largo día de trabajo (el turno dura 12 horas), llegué en la noche al comedor, en busca de la cena. Cuando ya la tenía, bandeja en mano busqué un lugar donde sentarme, y pasé junto a una mesa en que estaba la camarera de nuestro patio, junto a 3 o 4 compañeras más. Noté que me veían y cambiaban palabras, y saludé, por cierto, con una inclinación de cabeza, aunque sin dejar de notar que las miradas a mí dirigidas no eran precisamente acogedoras. No, eran francamente reprobatorias.

Seguía ya mi camino, cuando una voz me detuvo. Era nuestra camarera, que me llamaba. Cuando llegué junto a ella, ví una mirada de reproche en sus ojos, misma que se repetía en los de sus compañeras. Me dijo entonces con tono perentorio:

- Usted, ¿por qué hace esas cosas? ¿Cómo puede hacerle eso a su señora?

¿A mi señora? pensé. Y no entendí nada. Nada. No sabía de qué me hablaba. Y así se lo dije. 

- ¿De qué está hablando? No entiendo.

- ¿Cómo que no sabe? -respondió con tono molesto-. A ver, ¿dónde durmió anoche?

- En mi habitación, claro -dije sorprendido-. 

- Mentiroso, me dijo pronta una de sus compañeras, en tanto que ella me decía: 

- No es verdad. No durmió ahí, porque su cama estaba tal como yo la dejé ayer...  ¿Con quién pasó la noche? No debería hacer esas cosas, su señora no se lo merece... (demás está decir que ni siquiera conocía por fotos a mi Negrita).

Se hizo la luz en mi mente entonces, y no pude evitar reírme. Entonces, tomando asiento en un lugar vacío de la mesa, me dediqué a explicarle lo que había pasado, que yo había hecho la cama y ordenado la pieza...

Me llevó toda la cena el intentar convencerlas a todas de que yo era capaz, no sólo de hacer una cama, sino de hacerla tan bien como ellas... y sólo me creyeron totalmente al día siguiente, cuando -en masa- fueron a revisar la cama que había yo tendido, nuevamente...

Y ésta es la historia del día en que fui infiel a mi Negrita...


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20 julio 2014

Niñerías...

A veces,
mi Negrita se comporta como una niña...
Y
es entonces
cuando la amo más...

A veces,
mi Negrita se comporta como una niña...
Y
es entonces
cuando me entristece más...

Y es que hay niñas,
y niñas...


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05 julio 2014

Con cuatro, a falta de una...

Esta noche no está mi Negrita.
Esta noche estoy solo en casa.

De modo que haré lo que cualquier hombre haría en un caso así:
Jugaré online hasta tarde,
y luego me iré a la cama,
pero no solo,
no,
ni con una,
ni con dos,
sino con un cuarteto de mujeres.

Nada menos que tres rubias y una asiática... *-*

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