26 marzo 2010

¿Cómo negarlo?

La vida es triste.

¿Qué de bueno puede encontrarse en ella?
Día a día,
se encuentran menos cosas que te alegren,
y esas "menos alegrias"
parecieran incluso ser más breves que antaño...

En nada se encuentra ya satisfacción,
buscarla en el trabajo pareciera actualmente ser un mal chiste,
y ánimo no queda para emprender desafíos,
por leves que parezcan...

A veces intento,
a veces quisiera, levantar la frente, alzar la cabeza, hacer algo,
pero, ¿qué?
todo lo que uno hace termina,
más pronto o más tarde,
por caerle encima,
por ser un problema más,
una amargura más,
una tristeza más...

Una soledad más...

21 marzo 2010

Sol...


El sol calcina las piedras que cubren el ya reseco suelo...
Su calor agobia, cansa...
El aire, seco como todo los que nos rodea, se mueve apenas, bajo una brisa tenue,
tanto que diríase tímida, pero no por ello menos cálida que todo lo demás...

El semáforo de radiación solar señala en rojo,
casi el grado máximo...
A orillas de un contenedor,
en un jirón de sombra,
espero que finalice la tronadura...

La paz de este lugar, que podría decirse total,
es perturbada por la insistente,
persistente sirena
que advierte que la tronadura está en proceso...


Pero aún así,
en esta quietud,
no puedo estar quieto en mi interior...
Siento un torbellino de ideas, una confusión de pensamientos,
la vida resulta tan complicada en ocasiones,
que se desearía no enfrentarla más...

Al fin de cuentas,
termino convencido de lo que siempre creí:
la única manera buena de vivir,
es vivir sin tener nada...

sólo viviendo...

14 marzo 2010

"Es normal..."


El viernes pasado,
serían las 9 de la noche,
cuando a vuelta de la esquina de mi casa, me encontré con un grupo de unas 8muchachas, sentadas en la vereda algunas, de pié enfrente de ellas las otras.
Difícilmente tendría la mayor 15 años.
Bebían cerveza en botellas de a litro, empinándolas con la habilidad del más eximio bebedor...

- "Que no te vaya a ver tu mamá..."
- "No... está adentro..."

Le comenté a mi hijo [19 años], que me acompañaba:
-Increíble, ¿no crees? si son unas cabras chicas...

- "Papá, si eso es normal ahora. Además, siempre han pasado estas cosas..."

- Lo sé, le dije, lo sé... siempre han pasado.
Lo que me preocupa es que ahora se consideren algo "normal"...
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Hoy,
mientras barría la calle frente a mi casa,
un matrimonio vecino, joven,
salía de compras en su automóvil.
Llevaban a su hijo menor, de unos 5 años.

Ya casi partían, cuado apareció su hija mayor,
que tendrá 8 o 9 años,
y le pidió a su mamá le abriera la puerta...
A eso siguió una discusión, acerca de para qué necesitaba entrar a la casa (?).

Tras un minuto o dos, entró acompañada por su madre,
con quien salió al poco rato.
Entonces, la mamá cerró la puerta,
subió al auto,
y la familia se fue de compras...

Dejando a la hija en la calle.
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Ante estas cosas,
no puedo menos que preguntarme si no sería posible que en los liceos,
en lugar de ramos insulsos como Filosofía,
se impartiera Paternidad responsable...

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Anoche salí, fuí con unos compañeros de trabajo que me invitaron a comer una barbacoa en casa de uno de ellos.
No tenía ningún deseo de ir, pero era más bien un compromiso laboral, de modo que lo hice.
Mi auto está malo, por estos días , de modo que alguien debió pasarme a buscar para ir hasta el departamento donde se realizaría, ya que éste queda en las afueras de la ciudad, en donde no circula casi movilización colectiva. Menos aún tarde en la noche.
(No se puede tener menos de 2 vehículos para vivir en un barrio como ese).

Al fin de cuentas, no llegaron todos los que debían llegar.

A alguien se le ocurrió agregarle al pollo una especie de salsa, antes de ponerlo a la parrilla... mala idea, ya que éste quedó dulce y para nada agradable...
La carne, por lo contrario, estaba salada como si fuese papas chips...

Ante esas circunstancias, en lugar de beber una cerveza, como acostumbro, tomé tres, lo que resultó ser la peor idea de todas... porque, merced al fresco aire de la noche, acomodado en un mullido sillón del balcón del departamento, y con una insulsa charla por música de fondo... me quedé dormido!

Vergonzoso, ni que decirlo, pero al menos sirvió para que alguien se ofreciera a traerme a casa (era la 1 de la madrugada).

Lo malo de esto, es que no voy a librarme de este estigma por varios años, y seguro que en cada ocasión me recordarán que me quedé dormido en una barbacoa, tan seguro como que este lunes las 120 personas que laboran en mi empresa, sabrán lo ocurrido...

Lo bueno -siempre hay que buscarle el lado bueno a todo-, es que probablemente ya no me vuelvan a invitar en un largo tiempo...

03 marzo 2010

La doctora...

Un día, hará cosa de 8 o 9 meses atrás, estaba en el casino almorzando, en compañía de algunos compañeros de trabajo.

Mi mesa enfrentaba la puerta, por lo que necesariamente veía a las personas que entraban. En un momento, vi ingresar a una mujer acompañada del Auxiliar de enfermería del Policlínico. Le dí una mirada rápida, y seguí comiendo. O quise hacerlo, al menos.
Porque lo cierto es que no pude. La cuchara quedó a medio camino, porque las ímagenes que entraron por mi retina momentos antes, recién ahora procesadas por mi cerebro, me dejaron con la boca abierta. Volví a mirar a la mujer, y ahora sí "la vi", realmente, y me quedé viéndola, tan sorprendido que no podía dejar de mirarla.

Mi cara debe haber reflejado algo, porque una compañera de trabajo, que con cosotros estaba, se volvió a mirar, y dijo con voz helada:
- Ah, es la doctora.

Yo seguía mirándola. Y es que si me sorprendió antes, mayor era la sorpresa ahora, al agregarle el título de doctora...

Era una mujer baja (lo que no tiene nada de malo), delgada (lo que no tiene nada de malo)y nada bonita (lo que... etc.). Es decir, una mujer común y corriente, como se pueden ver muchas en cualquier parte.
Lo que me sorprendió en realidad fue su aspecto general:
Llevaba el cabello -más bien largo- hecho un desastre... como queriendo arreglarlo un poco, intentó ponerse una peineta, pero ésta sólo tomó una parte del pelo, de modo que del lado izquierdo lo llevaba a medias tomado, y del derecho tenía un aire a Gloria Trevi en sus mejores tiempos.

Como si no bastase, y para completar la imagen, llevaba un atuendo no menos increíble:
Una camiseta de algodón arrugada y de color indefinible (que uno se preguntaba si la recogió del cesto de la ropa sucia, o si había dormido la noche anterior con ella).
Un pantalón que le iba ancho, y tan largo que se arrastraba por el suelo.
Un chaleco de mangas largas, tan largas, que sólo la punta de sus pequeños dedos asomaban por ellas.
No sacó nunca la mano izquerda del bolsillo, de modo que llevaba la bandeja haciendo equilibrio, que ya me parecía que el almuerzo acabaría en el suelo...
La cara era la viva imagen del sueño, y se pensaría que acababa de levantarse... aunque eran las 13:30...

Cuando pude sacarle los ojos de encima, no pude evitar preguntar: ¿ésa es la doctora?!
Me respondió un unánime sí...

Desde ese día quedé impresionado, y con ganas de saber cómo llegó a obtener ese trabajo. ¿Quién haría la selección de personal el día que la contrataron?

Alguien me dirá que estoy siendo injusto, clasista, racista -o qué se yo- prejuzgándola por su forma de vestir y su aspecto.
Es posible que lleven razón, pero el tiempo me dió la razón: Tampoco era una maravilla profesionalmente hablando.

Es un hecho que no pasaba del Paracetamol, el Imecol, alguna Benzatina inyectable para las infecciones de garganta y el Nifedipino sublingual para los casos de hipertensión. Todo lo demás, que no pudiera ser tratado por alguno de esos medios, implicaba que te enviara para la casa, ¡a ver un médico!?

La conocí de cerca. Porque me atendió un par de veces, y porque un día "compartimos" un paciente.

Estábamos almorzando, cuando alguien -un par de mesas más allá- empezó a tener problemas.
Sus compañeros, asumiendo que se había ahogado con la comida, empezaron a hacerle la maniobra de Heimlich, pero no parecía dar resultado. Nosotros mirábamos, porque ¿para qué acercarse?. Pero entonces advertí que -si bien tenía el rostro enrojecido- el hombre comenzaba a ponerse rígido, y me dí cuenta que no era tal ahogo, sino epilepsia. Me levanté y fuí hacia allá, y les hice ponerlo en el piso. Mientras yo le sujetaba la cabeza sobre mis piernas, para que no se golpeara, otro trataba de sacarle lo que le quedaba de comida en la boca, con miedo de que lo mordiera. Luego le pusimos un pañuelo entre los dientes (¿saben lo que cuesta encontrar a alguien que lleve un pañuelo?). Y estábamos en eso cuando llegaron Auxiliar y Doctora.
Entonces yo pensé: bien, ahora ella se hace cargo, y yo vuelvo a mi almuerzo. Pero nada. Se arrodilló al lado mío, escuchó mi relación de lo que había pasado, y nada más. Aparte de taparse el escote (que no sé para qué, si no había nada que tapar), no hizo nada. Se quedó ahí, callada, las convulsiones cesaron, el enfermo se durmió, y yo seguía con su cabeza sobre mis piernas. Finalmente, el enfermo volvió en sí y se sentó, y sólo entonces lo pusieron en la camilla y se lo llevaron.


Y entonces volví a preguntarme quién la habría traído...

Esa es nuestra doctora...

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