Hasta no hace mucho tiempo atrás, me preocupaba mi hijo.
No era como yo esperaba que fuese.
No se parecía a mí...
Desde que lo recuerdo, se dedicó a los juegos digitales, y al Anime.
Se convirtió en un Gamer, como les llaman ahora.
La única forma que algo le interesara, es que estuviese al otro lado de una pantalla.
Como buen gamer, se vestía de negro, y negras eran hasta las paredes de su habitación.
Las mujeres, si no eran un personaje de un juego o una serie, no existían, para él.
Creció, por cierto. Y su concepción de las mujeres -en base a lo que observaba en sus pocos amigos "no-virtuales"- cambió.
Ahora sabía que existían, pero consideraba que eran sólo "una pérdida de tiempo y dinero", los que podían invertirse en cosas más interesantes. Como el último juego del mercado, por ejemplo.
Las cuentas que sacaba eran más o menos así:
Salir con una chica al cine
pasajes
+ entradas
+ palomitas
+ bebidas
+ invitarla a comer algo después
+ ir a dejarla a casa
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= valor de un juego nuevo.
No le cabía duda alguna respecto a qué elegir.
Tenía una amiga, muy cercana, pero era de su tipo, absolutamente gamer, y casi la única comunicación que tenían era a través de algún juego online, mientras se dedicaban a matar enemigos, y casi todo lo que hablaban eran instrucciones o recriminaciones, según como avanzara el juego.
El tiempo siguió, inexorable, su marcha, y un día empezó a trabajar de part-time en una pequeña tienda. Y mi hijo, que a sus compañeras de la universidad ni las hablaba, empezó a relacionarse -obligatoriamente- con sus compañeras de trabajo.
Lo que pude observar de él alguna vez que pasé por la tienda, más el cambio de Metallica a ritmos más suaves, y del negro de sus camisetas a otros colores más alegres, me dio algunas esperanzas.
Tal vez había algunas gotas de mi sangre en esas venas, después de todo.
El día que me habló -por primera vez en su vida- sobre una mujer (aunque se tratara de que su Jefa lo había hecho su confidente y le relataba sus problemas amorosos), me hizo pensar que definitivamente, no todo estaba perdido. En una de ésas su Jefa lo avivaba de una...
Cuando nos dijo que tenía polola, ya me quedé un tanto más tranquilo, aunque hasta que no lo viera, no estaría seguro. Que si la polola era también gamer, no avanzábamos mucho.
Un día, hace un par de meses, llegó a casa y nos dijo (más que pedirnos permiso, que tiene ya 20 años) que ella se quedaría a dormir esa noche.
Bueno, pensé. Ahora sí parece ir por el buen camino.
Pero fue sólo al día siguiente que me convencí que tenía la piel a rayas, en el momento en que lo vi salir de su habitación, preparar desayuno (él, preparar un desayuno) y llevárselo a ella a la cama.
Ahí -por fin- respiré tranquilo.
Mi hijo, definitivamente, se parece a mí.
Polola(o)=: En Chile, pareja, novia(o), relación sentimental que no implica un compromiso formal. Pasan a ser novios sólo si, y cuando, se comprometen a casarse.
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