31 octubre 2012

Hijo de tigre



Hasta no hace mucho tiempo atrás, me preocupaba mi hijo.
No era como yo esperaba que fuese.
No se parecía a mí...

Desde que lo recuerdo, se dedicó a los juegos digitales, y al Anime.
Se convirtió en un Gamer, como les llaman ahora.
La única forma que algo le interesara, es que estuviese al otro lado de una pantalla.
Como buen gamer, se vestía de negro, y negras eran hasta las paredes de su habitación.
Las mujeres, si no eran un personaje de un juego o una serie, no existían, para él.

Creció, por cierto. Y su concepción de las mujeres -en base a lo que observaba en sus pocos amigos "no-virtuales"- cambió.
Ahora sabía que existían, pero consideraba que eran sólo "una pérdida de tiempo y dinero", los que podían invertirse en cosas más interesantes. Como el último juego del mercado, por ejemplo.

Las cuentas que sacaba eran más o menos así: 

Salir con una chica al cine

   pasajes
+ entradas
+ palomitas
+ bebidas
+ invitarla a comer algo después
+ ir a dejarla a casa 
------------------------------------------------------------
= valor de un juego nuevo.

No le cabía duda alguna respecto a qué elegir.

Tenía una amiga, muy cercana, pero era de su tipo, absolutamente gamer, y casi la única comunicación que tenían era a través de algún juego online, mientras se dedicaban a matar enemigos, y casi todo lo que hablaban eran instrucciones o recriminaciones, según como avanzara el juego.

El tiempo siguió, inexorable, su marcha, y un día empezó a trabajar de part-time en una pequeña tienda. Y mi hijo, que a sus compañeras de la universidad ni las hablaba, empezó a relacionarse -obligatoriamente- con sus compañeras de trabajo.
Lo que pude observar de él alguna vez que pasé por la tienda, más el cambio de Metallica a ritmos más suaves, y del negro de sus camisetas a otros colores más alegres, me dio algunas esperanzas.
Tal vez había algunas gotas de mi sangre en esas venas, después de todo.

El día que me habló -por primera vez en su vida- sobre una mujer (aunque se tratara de que su Jefa lo había hecho su confidente y le relataba sus problemas amorosos), me hizo pensar que definitivamente, no todo estaba perdido.  En una de ésas su Jefa lo avivaba de una...

Cuando nos dijo que tenía polola, ya me quedé un tanto más tranquilo, aunque hasta que no lo viera, no estaría seguro. Que si la polola era también gamer, no avanzábamos mucho.

Un día, hace un par de meses, llegó a casa y nos dijo (más que pedirnos permiso, que tiene ya 20 años) que ella se quedaría a dormir esa noche.

Bueno, pensé. Ahora sí parece ir por el buen camino.

Pero fue sólo al día siguiente que me convencí que tenía la piel a rayas, en el momento en que lo vi salir de su habitación, preparar desayuno (él, preparar un desayuno) y llevárselo a ella a la cama.

Ahí -por fin- respiré tranquilo. 
Mi hijo, definitivamente, se parece a mí.




Polola(o)=: En Chile, pareja, novia(o), relación sentimental que no implica un compromiso formal. Pasan a ser novios sólo si, y cuando, se comprometen a casarse.

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22 octubre 2012

`¿Cómo no saberlo?


 Mi sobrino de cinco años llegó de la escuela a casa, donde vive con su mamá y un hermano de 7, y antes de decir un hola, le soltó, con voz fuerte:

- ¡Yo soy el jefe de esta casa!

Algo picada por el tono, su mamá le preguntó:

- ¿Y por qué eres el jefe, se puede saber?

El pequeño la miró, sorprendido de que preguntara algo tan obvio,
y le respondió, con pleno convencimiento:

- Porque yo soy el más bonito...!


[Fin de la conversación, of course...]

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21 octubre 2012

Desolación, tristeza, indignación...

[Tuve que esperar todo un día, para que se me quitara un poco la pena, 
y el enojo, antes de poder escribir esto.]

Desolación.
Eso me pareció que reflejaba la cara de la mujer en esta imagen,
en la primera plana del diario de hoy.
Era una mujer gitana,
y según la bajada de la foto (la noticia no era suficientemente importante como para llevar titulares)
lloraba al enterarse de la muerte de su nieto,
un pequeño niño que no alcanzó a vivir dos años.


Tristeza.
Sentí una profunda tristeza cuando me enteré de lo ocurrido.
Esta familia gitana, que iba de paso, se vio obligada a detenerse en un poblado del desierto, un pequeño lugar que alberga unos doscientos habitantes, y que vive de servir como habitación para trabajadores de las mineras cercanas, y de proporcionar alimento y bebida a los viajeros.
Su camioneta sufrió un desperfecto, y debieron quedarse allí, armando su carpa en las afueras del pueblo, como todo gitano en cualquier ciudad donde llegan, siempre en las afueras, como indeseables. En algún momento del cuarto día de su estancia (no nos dicen cómo ni cuando), la madre del niño advirtió que no estaba en la carpa, ni fuera de ella. Lo buscaron sin resultado, de modo que dieron aviso a Carabineros (la policía).
Ellos lo encontraron, a unos ochenta metros, en un sitio eriazo, con su cuerpo destrozado por una jauría de perros, que lo atrapó cerca de su carpa y lo arrastró hasta allí, según mostraban las huellas.
Una jauría de perros vagos que se han vuelto salvajes, y campean por el desierto.

Indignación.
No puedo sentir menos que eso al ver que este tema no tiene solución.
No puede sentirse menos ante el poco feliz comentario de la Alcaldesa: "se asentaron en ese lugar sin permiso municipal", como si eso lo explicara todo. ¿Con permiso municipal los perros no le habrían hecho nada? ¿será que están a sueldo del municipio?
Sin embargo, mi indignación va en realidad hacia otras personas:
hacia los "amantes de los animales", que se oponen siempre, sistemáticamente, a la eliminación de estos perros.
Hace unos años, trabajaba yo en otra minera, donde hacía turnos nocturnos.
Una noche, apareció una jauría de perros. nadie sabía de dónde habían llegado. Asaltaban los contenedores de basura, destrozando todo en busca de comida.
Eran agresivos y no tenían ningún miedo de nosotros.
La empresa decidió tomar acciones antes de que algo ocurriera, y le pidió a los encargados de Medio Ambiente que se deshicieran de ellos.
Pero no pudo hacerse. Los defensores -"los amigos"- de los animales, se opusieron a una solución definitiva.
¿Que se hizo entonces?
Los atraparon, y se los llevaron lejos, en el desierto (¿no era eso peor que lo otro?).
Allí los soltaron.
En tres días estaban de vuelta.
Se los llevaron nuevamente, más lejos.
No volvieron.
Pero no por eso dejaron de vivir.
Se les podía ver a lo largo de la carretera, en algún cruce ferroviario, donde no pocos les arrojaban restos de comida.

Perros como ésos son lo que mataron a ese pequeño gitano.
La gente del pueblo ha hecho protestas, incluso cerrado la carretera, pidiendo que se eliminen estos animales, cosa que han pedido muchas veces a sus autoridades, pero nunca se ha hecho nada, porque siempre hay quien los defienda.
Sería cruel, dicen.

Mucho más cruel que el que esa madre tenga que enterrar un hijo tan pequeño, obviamente.


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19 octubre 2012

A shame...

Qué vergüenza...

Por Dios. que vergüenza.
¿Cómo podré decir, como decía hasta ahora, que vivo en esta ciudad,
y que en esta ciudad encontré a mi negrita?


A pesar del escándalo que causó esta noticia, no puedo evitar reírme cada vez que leo las declaraciones de esta o aquella autoridad. 
Y es que todo mundo sabe que si un negocio es floreciente se debe a la abundancia de consumidores, y vaya que si hay mercado en esta ciudad para tanta emprendedora señorita, cuyas abundantes páginas web han llevado a Google a darnos tal clasificación. 

Y lo que me da risa es que -si hemos de creer lo que dicen en tales declaraciones- nadie conocía la existencia de esas páginas...
Quién va a creerles cuando, hasta que apareció esta noticia, si ponías Antofagasta en la búsqueda de imágenes de Google, era mucho más probable encontrar dos docenas de "escorts" -de los más variados colores- que una sola foto de la plaza o las calles de la ciudad. Y eso, con el filtro en "safe search", que sin él salían hasta hombres escasamente cubiertos por una toalla...

Me da risa que, en mi país, aún sigamos creyendo que con no mencionar ciertas cosas, basta para que no existan...



(El fondo nuevo es sólo para estar a tono con la situación, of course)

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05 octubre 2012

No culpes a la noche...


No culpes a la noche, dice una canción.
Y, en realidad, aunque la noche -noche de año nuevo- aportó lo suyo, como lo hicieron la intimidad, la música, el baile y las copas de champaña, no tuvo la culpa.

Si acaso hubo un culpable, fue ella.

Fue ella porque, si bien entonces no lo advertí, al recordar lo sucedido -tiempo después- me dí cuenta de que nada había sido casualidad.
Ni el que yo estuviera ahí, 
ni el que quedáramos solos, 
ni el que bailásemos,
ni el que la música de fiesta cambiara -tras algunas canciones- en música romántica, de esa que entonces se bailaba apretados.
Nada había sido casualidad, ni siquiera el que sus padres salieran, confiados en que yo estaba  en su casa, y que como siempre había hecho con la pequeña niña, podía también esa vez cuidarla.

Todo lo había planeado.

¿Qué puedo decir?
De ninguna manera podría decir que no me gustaba, 
si era tan linda,
si sus ojitos de gata brillaban cuando me seguía con la mirada,
si su cara se veía radiante cuando se colgaba de mi brazo,
si estaba siempre atenta a mí.

Cuando la conocí, era apenas una niñita, la hermana de una compañera de escuela.
Luego nos hicimos amigos con su hermano, un año menor que yo, 
y por años, cada vez que iba a su casa, 
veía sus ojitos mirándome, casi con adoración.
Eso se volvió un día motivo de burla para sus hermanas mayores,
que le decían cosas respecto a mí, que la enojaban, cada vez que yo estaba ahí.
Así, sabía yo que le gustaba a la pequeña, pero era una pequeña, y todo resultaba una broma.

El tiempo, sin embargo, no pasa en vano,
y llegó el día en que me dí cuenta que tras esos ojos ya no había una niñita,
sino una adolescente flacucha, cuya estatura ya alcanzaba mis hombros.
Una adolescente flacucha que seguía mirándome igual que antes, y escuchando lo que yo decía, e insistiendo -como siempre había hecho- en acompañar a su hermano y a mí donde fuéramos.
Nos estorbaba, por cierto, muchas veces. Y mi amigo luchaba por dejarla en casa (¿hay algo más molesto que una hermana menor?), pero era tan bonita, y me ponía unos ojos tan tristes cuando no queríamos llevarla con nosotros, que pocas veces lográbamos que se quedara (por cierto, el gato con botas no inventó esa mirada...).

Aquél año nuevo tenía yo 17 años, y ya podía salir de mi casa y volver de madrugada, después del brindis familiar con champaña.
Fui a casa de mi amigo, a saludar a toda su familia, como se acostumbra.
Y allí estaban todos.
Lo que no he podido nunca recordar es el cómo fue que se fueron después de un rato, no sólo las hermanas, y sus padres, sino aún mi amigo.
Entiendo que sus hermanas mayores salieran, y que sus padres hayan querido hacer lo mismo, pero nunca he podido acordarme dónde se fue mi amigo, que no me llevó con él.

Y allí quedamos los dos, solos, escuchando música, y conversando.
(¿Sobre qué conversaba yo con esa chiquilla de 13 años?)

De pronto, me dijo que la canción que entonces sonaba era su favorita, y me pidió que bailáramos.
Nunca fui bueno para bailar, pero ¿qué importaba si estábamos solos y nadie nos miraba?

No sé cuántas veces bailamos, hasta que la música -que ella había preparado- cambió.
Y el tema siguiente era romántico, y suave, y yo pensé en descansar un poco, pero ella -tomándome de las manos y mirándome a los ojos- me pidió que también bailáramos esa canción.

Bailamos, si, pero ¿cómo fue que desapareció la distancia que había entre los dos? 
¿Cómo fue que sus manos llegaron a estar sobre mis hombros, y su cabeza reposó sobre mi pecho?
Creo que para entonces era ya  la segunda o la tercera canción lenta ¿o no? 

Lo único que recuerdo es que su cuerpo se sentía tibio entre mis brazos cuando alzó los ojos, esos ojos de gata, y -en la penumbra- perdió su mirada en los míos. No lo sentí entonces, pero lo entendí luego, que sus manos habían ido de mis hombros hacia mi cabeza, y la habían inclinado hacia ella. 
Se empinó para alcanzar mi boca, y me besó...

Era un beso suave, muy suave, de unos labios que se hacían más y más cálidos. No podía soltarme, estaba literalmente colgada de mí, pegada a mi boca, y ¿qué hacer? cerré los ojos y me dejé llevar.

Qué besos me dio, sacré bleu, qué besos.
(Para ese entonces yo lo había probado todo, y mis labios conocían todo el cuerpo de una mujer, pero juro que besos como los que ella me dio, no los había probado.)

Ya no necesitaba colgarse de mí, ni sujetarme para que no escapara, que si yo hubiera podido pensar en algo en ese momento, lo último que se me habría ocurrido habría sido dejarla ir. Sus besos ya no eran suaves, sino apasionados, ya no de niña, sino de una mujer.
Entre un beso y otro (que sólo besos fueron) se nos escapó la noche de las manos, y sus padres regresaron. Nos separamos, yo medio confundido, pues las luces se habían llevado todo lo vivido, en un instante. En la puerta, después de un tierno beso de despedida, me dijo que iba a esperar por mí hasta ser un poco mayor. Yo le respondí que era yo quien la esperaría, convencido que no podía ser de otra manera.

Nunca pasó nada más, sin embargo, pues a poco nos mudamos de ciudad, y no volví a verla, ni a saber de ella (no existía messenger ni facebook) hasta diez o doce años más tarde, cuando ya la vida había pasado por sobre mí, haciendo estragos conmigo, dejándome frío y vacío y robándose mis sentimientos.

Estaba rellenita y sonrosada, casada y con dos hijos. Se veía tan diferente de la delgada y pálida chiquilla que recordaba, pero sus ojos de gata eran los mismos. Brillaban como antaño cuando me hizo recordar esa noche, y había un tono travieso en su voz cuando me confesó que ella lo había preparado todo y que sí, que ésos habían sido sus primeros -e inolvidables- besos.

Yo no se lo dije, pero la verdad es que nadie me había dado besos como ésos, y aunque no fueron -por mucho- mis primeros, nunca los pude olvidar...



[Esta historia es una prueba más de porqué no se puede confiar en las mujeres, ni siquiera en las adolescentes de rostro inocente y lindos ojos...   :(  ]

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02 octubre 2012

dogs day...


todos tienen, alguna vez, un mal día
nadie se libra de eso
de acuerdo

pero, no obstante, eso no es ningún consuelo, cuando le ocurre a uno

como me ocurrió a mi hoy. un mal dia, una mala decisión, un simple y distraído click y perdí el archivo de mi correo outlook, en el trabajo. 
así, tan fácil, perdí toda la información que contenía...  
6,73 gigas de correos ( o algo así)

definitivamente hay días en que uno no debería haberse levantado. 
y debía haberme dado cuenta, porque todo amaneció al revés, tan al revés, que cuando llegue en la mañana al casino para el desayuno, estaba todo cerrado y el personal aún estaba haciendo aseo. 
era muy raro. miré la hora, y dejó de ser raro: me había levantado demasiado temprano, y faltaba más de media hora para que abrieran.

en vez de quedarme ahí, pasando frío, debí haberme ido de regreso a mi cuarto y quedarme allí todo el día. debí darme cuenta que sería un día nefasto...

pero no lo hice, y aquí estoy, al final de un día de perros, en que todo me ha salido mal, en que he tenido que rehacer más de una vez el trabajo mal hecho por otros (otras, más bien). 
sólo espero que no me pase todavía algo más antes de llegar a la cama de la que no debí salir...



definitivamente, no debería haberme levantado hoy...