29 noviembre 2011

Con una venda en los ojos...




Leer muchos blogs de mujeres me ha dejado muchas cosas.
Pero una que no me esperaba que me dejara, es que me abriera los ojos a una realidad que no quería ver, y con la que me engañé a mi mismo por muchos años.

Siempre pensé que era un marido de excepción. 
Un tipo sui géneris.

Con los años, me dí cuenta por mi mismo que no lo era tanto.
Pero aún así me apreciaba como mejor al resto. Y consideraba la fidelidad como algo de gran valor.

Posteriormente, entendí que la fidelidad no era algo que me diera un "valor agregado", sino que era algo que estaba sobreentendido, y que el que otros no lo sean y yo sí, no hace que sea mejor, sino que sólo estoy cumpliendo algo que me comprometí a cumplir.

Finalmente, al recorrer la web leyendo lo que dicen las esposas de sus maridos, las quejas que tienen, lo que les molesta, lo que les falta, he tenido que quitarme la venda de los ojos, y darme cuenta que -en realidad- soy un marido de lo más común y corriente. Uno más del montón.

Y no es agradable mirarse al espejo y reconocerlo.

Pero -agradable o no- tengo que aceptarlo.
No queda otra...

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21 noviembre 2011

De hombros dañados y enfermedades traidoras


Para responder a Neko, y -obviamente- para ilustración de cualquier otra persona que tenga curiosidad al respecto, haré un breve resumen de mi situación física/médica actual.

Padezco, desde siempre (porque es hereditaria), una enfermedad que produce procesos inflamatorios en todas y cualquiera de las articulaciones del cuerpo. Esto es, un mes puede afectarme el cuello (tal vez el lugar más afectado a estas alturas), otro las rodillas y al siguiente los dedos. Incluso, y aunque no es una articulación, los ojos, y me paso unos cuantos días viendo a medias. Estas sucesivas y continuas inflamaciones, con el paso de los años, van produciendo un deterioro de los tejidos, de modo que pueden ocurrir accidentes como el que tuve el año pasado, con los tendones del hombro izquierdo, que ni con la cirugía pudieron repararse, y como el que hoy me afecta, con la rotura total del supraespinoso del hombro derecho (el principal tendón de esa articulación).

Si vivo lo suficiente, ese deterioro de los tejidos llevará a que las articulaciones se vuelvan completamente rígidas, y ya no funcionen, cosa que pude apreciar en mi padre por años (y razón por la que no tengo interés alguno en vivir lo suficiente).

Si alguien pregunta (que siempre surge esa pregunta), si acaso no existe un tratamiento para esto, pues claro que existe. Y de hecho yo probé uno, bastante bueno y que me hizo mucho bien. La "gracia" de ese medicamento es que su efecto no es permanente, y tendría que pagar un tercio de mi sueldo cada mes, por el resto de mi vida, cosa que no puedo hacer. El tratamiento habitual es tomar antiinflamatorios, para reducir los problemas y el dolor -que no es menor, por cierto-, pero esto también tiene sus consecuencias, ya que tomar continuamente ese tipo de medicamentos te destruye el estómago, como prueban las gastritis y úlceras que se me producen cada tanto, y que el año pasado me tuvieron a dieta "blanca" casi tres meses. En resumen, tomo antiinflamatorios cuando ya no aguanto el dolor (que a estas alturas ya me he acostumbrado a soportar bastante) y tomo corticoides cuando la cosa pasa a mayores y no me deja moverme, o ver.

Es una enfermedad traidora y solapada, pues nunca sabes cuándo te va  atacar, y cuándo te dejará tranquilo por un par de semanas, de modo que a veces te  olvidas de ella, y no la recuerdas sino cuando quieres tumbarte sobre unos roqueríos para mejor fotografiar una garuma, o más aún, cuando -después de haberlo hecho- pretendes ponerte en pié de nuevo.

La conocía -mi enfermedad- de toda la vida, y ya estaba acostumbrado a ella. Lo que no me esperaba era que tuviera consecuencias como las de mis hombros, que podrían dejarme hasta sin trabajo, por no decir lo inútil que se siente uno cuando no puede llevar ni siquiera las bolsas de la compra.

De acuerdo con mi médico, voy a operarme el hombro derecho en un par de meses (una vez que haya cerrado el año en el trabajo), pero sólo porque es preferible hacerlo y esperar lo mejor, que no haberlo intentado en absoluto.

Y eso, así van las cosas.

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17 noviembre 2011

Gracias a Dios que tengo esposa...


Ayer fui a hacerme una ecografía del hombro

Preparé todo lo que tenía que llevar, yo solito, que no soy de esos maridos que hay que hacerles las cosas, no.

Tengo compañeros de trabajo cuya mujer tiene que hacerles todo, incluyendo prepararles el equipaje cuando se van a trabajar, y que se indignan cuando se les olvida algo.

Cosa así como: ¡esta mujer, que no me puso la toalla, no podré bañarme!, o bien: ¡no puedo hacer nada, mi mujer no me echó las llaves!

Yo siempre les digo que no pueden ser tan inútiles, que no hay derecho a serlo, y que está bien que tu mujer se encargue del lavado y planchado, pero el equipaje tiene que hacerlo uno, que nadie debiera saber mejor que uno mismo lo que necesita, ni se puede depender de la mujer para que te ponga las llaves, el celular o la billetera dentro del bolsillo. O sea, somos grandecitos ya como para poder hacer las cosas solos, ¿no?

Pero como bien dice el refrán, "en boca cerrada no entran moscas". 
Y así fue que hoy pasó algo que me calló la boca.

Fui a lo de la eco, como decía, y llevé todo: documentos, la citación, la ecografía anterior (de mayo), en fin, lo que necesitaba. Y mi negrita, siempre fiel, fue conmigo. Ya en camino, me preguntó si llevaba todo. Y yo, por cierto, le respondí no sin cierta molestia: "claro que sí, todo, ¿que crees?" Ella se quedó callada, pero tenía esa cara de duda, como si no me creyera mucho.

Llegados a la clínica, me atendió una chica, le pasé la citación, me pidió mi identificación, hizo el ingreso, me pidió que pusiera el dedo índice en el lector, para generar el bono de consulta, y me dijo: 

- Son $ 2.700.

Y yo me quedé mirándola, sin comprender qué me quería decir. ¿Cómo? le dije.

- Que tiene que cancelar $ 2.700, descontado el seguro.

Y entonces me dí cuenta, me puse pálido, registré mentalmente mis bolsillos vacíos, y miré mi billetera, que tenía sobre el escritorio de la chica, y supe que no tenía dinero...
Había llevado todo lo que debía llevar, excepto ese pequeño detalle.

Me dí vuelta en el asiento y miré hacia atrás, supongo que con la vergüenza reflejada en la cara, y llamé a mi negrita. Cuando llegó junto a mí, le dije cuanto era, y si tenía dinero.

Abrió la cartera, me lo dió -con cara de Ay, Señor- y se fue a su asiento.

La recepcionista me miró - a su vez- con una cara de "todos-son-unos-inútiles", que me hizo decir: 
Gracias a Dios que tengo una esposa...

Y ella sonriendo, me dijo: Al menos usted lo reconoce, eso ya es algo...

Siempre -admití- ¿cómo podría negarlo? 




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15 noviembre 2011

Un mundo sin Atlas...


Hace meses atrás, en mayo, cuando fui por última vez al traumatólogo, éste me dio una noticia que no me agradó, para nada, aunque bien sabía yo que se venía algo así.

Me dolía el hombro derecho, supuestamente  el que me quedaba bueno, después del fracaso de la operación del izquierdo.
De modo que me hice tomar una ecografía de ese hombro, y se la llevé al doctor. Me dijo que tenía un tendón ya con daños, y que en cualquier momento podría cortarse.
Me dijo que en tal caso, él no me operaría, pues habiendo visto que mis tejidos no permitían una buena recuperación (considerando los resultados del hombro izquierdo), no tenía caso operar.

Sólo restaba seguir viviendo, y cuidar en lo posible ese hombro, tanto como el otro, que seguía dañado.

Ahora, sólo seis meses después, en el trabajo, por una nada se me cortó un tendón del hombro derecho. Lo supe en cuanto sentí el dolor.
Recordé las palabras del doctor y no me quedó sino tomar algo para el dolor, y seguir trabajando.

Sólo me queda seguir adelante, como sea.

No soy un hombre que se amargue por algo así.
No soy un hombre que tema vivir de esta manera.
No soy un hombre que no pueda aceptar la realidad.
Por tanto, el que me haya pasado esto no me afecta gran cosa.

Siempre fui de los que hacen lo que deben hacer, de los que dan la cara y ponen el pecho a las balas. 
Siempre fui capaz de velar por los míos, y por otros no tan míos que nos rodeaban.


Lo que sí me afecta es tener que aceptar que este Atlas, que sostenía sobre los hombros a su mundo, ya no podrá hacerlo, en algún momento.
Aceptar que ese mundo se caiga de mis hombros porque no puedo ya sostenerlo, que ese mundo que tanto costó modelar y cargar por tantos años, 
se quiebre, 
se destruya, 
desaparezca, 
eso sí me amarga.
Eso sí me quita las ganas de vivir.
Eso sí es doloroso de aceptar.

El día que no pueda ya cuidar de los míos,
que no pueda ya hacer nada por los demás,
que necesite que se hagan las cosas por mí,
ese día 
ya no querré seguir.


No escribí esto para que alguien me diga lo siento,
ni para ser compadecido.
Lo escribí para que se entienda el por qué dejo ese nombre en mi blog,
y el por qué -muchas veces, las más de las veces-
aunque en el fondo sea sea un hombre optimista,
veo las cosas en negro y gris.


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12 noviembre 2011

Porotos...


No me agrada mucho la gente infiel, la verdad.
Y me molestan -definitivamente- quienes defienden la infidelidad argumentando que es lo normal, que responde a "necesidades sexuales del ser humano".

Sobre todo, me fastidia esa frase tan manida:
"No se puede comer sólo porotos todos los días."

Lo que es yo, sí puedo.
Y es más, me gustan los porotos,
de día,
de noche, a mediodía,
y cada vez que mi cocinera quiera servirme un plato...

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07 noviembre 2011

¡Una vaca!!



Hoy tocó llevar de paseo a los sobrinitos. (Cosas que le ocurren a uno cuando tiene una esposa que quiere nietos  y se tiene que conformar con sobrinos, por cierto).

Los llevé, con su papá y mi negrita, a un pequeño parque a la orilla del mar, y allí se pusieron a jugar como corresponde a dos niños de 4 y 7 años. Se hicieron de unos amigos y corrían entusiasmados tras una pelota.

Yo. por mi parte, me dispuse a hacer lo que cualquier tío de mi edad haría en un parque junto al mar. (Que no, que no es mirar a las chicas) Me acomodé bien en el pasto, e intenté dormir una siesta, por supuesto...

Y allí estaba, intentando dormirme a pesar del ruido y las risas de los niños, y casi lo había conseguido, cuando de pronto escuché un grito infantil, que me sorprendió mucho:

- ¡Una vaca!!! 

- Una vaca -repitieron los demás niños- mientras yo, incorporándome, pensaba:

¿Una vaca? ¿cómo una vaca? ¿una vaca, en la calle, en un parque costero de Antofagasta???  No puede ser, imposible.

Y miré alrededor buscando la razón de los gritos, mientras escuchaba la risa de mi negrita, y ahí estaba la vaca, de paseo con su dueño...


No era sino un enorme San Bernardo.

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06 noviembre 2011

Damn english!


Sí, el maldito inglés, como dice Cristina.

En nuestro país (o en la mayor parte de él) llega a ser desagradable esa tendencia a usar el inglés para todo, sin que -al mismo tiempo- haya una legítima preocupación por entender ese idioma.

Y así es que llamamos stickers a lo que deberíamos llamar autoadhesivos (no existe el término pegatina en este país), mall a los centros comerciales y notebook a los computadores portátiles.

Este afán por "norteamericanizarse" es tanto, que los padres ponen cada nombre a sus hijos, que da susto, existiendo hoy por hoy una docena de formas de escribir el nombre Michael, incluyéndose entre ellas Mykel y Maycol, porque quieren ponerles nombres ingleses, pero no se preocupan ni siquiera de verificar que esté escrito correctamente...

En el comercio -principal promotor de esta manía, podemos encontrar un sinúmero de Pubs, Shopping centers, Malls, Outlets y una serie de palabras que ni sé que significan. El extremo de esto es que aún los típicos almacenes de la esquina -de toda la vida- están también perdiendo el nombre. Ahora los llaman "Mini market". Y no me refiero a que alguien quiera llamar así a su almacén, no, me refiero a que existe en este país la patente comercial de Minimarket...


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04 noviembre 2011

¿Cómo? ¿Que no puedo tenerlo?

Por estos lares, se están poniendo de moda unos stickers para los autos, que describen a la familia que lo posee.
Así, algunos muestran a un papá deportista, a una mamá con muchas bolsas de compra, a un niño con una pelota o una chiquilla con un portátil. Se incluyen los perros y gatos que tenga la familia.




Sin embargo, no todo mundo los usa, ni a todos les gustan. Hay quienes incluso dicen que es un peligro, porque indica quiénes y como son los miembros de una familia.

Ayer iba conduciendo por una transitada avenida, cuando vi que el vehículo delante de mí tenía una extraña mancha en la patente. Como si hubiesen querido taparla con algo.  

Al siguiente semáforo, me acerqué lo más posible, para ver de qué se trataba (curioso que es uno), y no pude evitar sonreír (y sentir cierta ternura) al pensar en la autora de lo que allí estaba.

Motivada por el deseo de tener uno de esos stickers que sus padres no le permitieron, una  pequeña decidió hacerlo por si misma, y dibujó a su familia -gato incluído-  en un post it. Pero como el vehículo (un 4x4) era demasiado alto para ella, no alcanzó a llegar al parabrisas, todo lo más hasta la patente. De modo que allí lo pegó.

La imagen no se ve bien, que mi celular no es "de los buenos", pero el dibujo era algo así:


Hubiese querido decirle a ese conductor lo que llevaba en su patente, pero era una avenida muy transitada, y al parecer iba muy apurado. Yo en su caso, una cosa así, la habría guardado por siempre...



[Nota: Tal vez no era una pequeña, y sí un pequeño, y tal vez no era un gato, y sí un perro, que pedirle a mis ojos que vean bien un dibujo de ésos a esa distancia, es tanto como pedirle a mi celular que lo fotografíe...]

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01 noviembre 2011

El negro


Hace tiempo atrás, unos meses antes de mi accidente, iba conduciendo por el centro de la ciudad, con mi negrita (que no es negrita) al lado, cuando al acercarme a una esquina, de pronto, ella me toma el brazo y me dice: Mira!

Como habitualmente ella "me ayuda a conducir", indicándome que no haga esto o lo otro, bajé la velocidad hasta casi detenerme, buscando el peatón imprudente, el hoyo en el camino, el niño jugando o lo que fuera que tenía que mirar... y no vi nada, salvo un obrero un poco más allá, que estaba trabajando en el arreglo de las veredas.

Y entonces pregunté (lógico ¿no?):

- ¿Qué quieres que mire?.

La respuesta me sorprendió, completamente:

- Ese negro que está ahí ¿no ves? -mientras me mostraba al obrero que trabajaba arduamente al sol.

- ¿Qué pasa con él ? -dije yo-

- Que está buenísimo...

Juro que me dí vuelta a verla, como para asegurarme de que no me la habían cambiado en alguna parte.

Y después miré al tipo, que recién advertí era negro como el carbón, que estaba sin camisa y lucía como si lo hubieran hecho a mano, brilloso de sudor, con cada músculo perfectamente delineado y un porte que ya me quisiera yo tener la mitad de eso.

Seguí conduciendo, y cuando me volvió la palabra, pregunté:

- ¿Y cómo es que nunca me habías dicho que te gustan los negros?

-  Es que como no habían... -fue la respuesta.

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Esto lo he escrito antes de explicar (porque dados algunos comentarios a mi post anterior creo que debo explicar) que mi esposa no tiene problema en que mire alguna mujer, siempre y cuando -obvio- le de una mirada, y no la desvista con los ojos como hacen algunos. Y también (aunque pueda sorprender a alguien) me ha indicado más de una vez alguna mujer muy bonita, con un "no te la pierdas". Yo hago de la misma manera. Nunca la he celado (aunque alguna vez haya sentido celos), ni menos voy a molestarme porque mire a un tipo que por -donde se vea- está mucho mejor que yo.

Somos así, atípicos tal vez, pero lo importante es que no tenemos ninguna intención de dejar de estar juntos...