25 enero 2013

Menú de hoy...


Me sorprendió este menú, colgado a la puerta de un restaurant en Cochabamba.
Y cómo no, cuando ofrecen de entrada ni más ni menos que
un soltero...

Se entendería mejor si lo ofrecieran como postre ¿no? ^^



Obvio, busqué la receta: Soltero
(Para quien no lo sepa, el locoto es un ají boliviano muy picante)


23 enero 2013

¡Si es que hay que joderse...!


Esta castiza expresión, creo yo, refleja en forma muy precisa el parecer de los parientes de la occisa, y seguramente la gritarían a los cuatro vientos si les estuviera permitido hacerlo.

Detallaré la historia, para que se comprenda mejor:

Por descuido de alguien -no identificado-, una vaca cruzó distraídamente (como hace cualquier vaca) la carretera.
Un  conductor, tan desconocido como el anterior personaje, la chocó violentamente (como suele chocarse a las vacas que cruzan la carretera distraídamente), matándola. El conductor se fue, dejando el animal en medio de la carretera.

No se sabe cuanto tiempo después, un camión cisterna, que transitaba a exceso de velocidad, se encontró sorpresivamente con el bovino obstáculo en su camino, siéndole imposible evitarlo, y la atropelló. Atropellar una vaca muerta no es lo mismo que atropellar un gato o similar, menos aún a velocidad excesiva, por lo que el conductor perdió totalmente el control del camión, se salió de su pista y chocó frontalmente con un bus, lleno de pasajeros.

Murieron, hasta cuando leí la noticia en el periódico, 7 personas, y hubieron 45 heridos de diversa consideración. Ambos vehículos, como muestra la imagen, quedaron destruídos.

Hasta ahí, esta noticia no tiene nada de extraordinario, y no se diferencia de muchas otras que ocurren alrededor del mundo.

Pero, lo que necesariamente debe haber indignado a los numerosos parientes de la pobre vaca muerta, como me indignó a mí, es el titular del periódico, que decía con grandes letras en rojo:

"VACA MATÓ A SIETE PERSONAS Y DEJÓ 45 HERIDOS"

Eso, así de simple. Fue la vaca...

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14 enero 2013

Plaza Murillo



Plaza Murillo.
La Paz.
La noche cae acá más temprano,
y por eso, faltando aún para las ocho,
la oscuridad ha llenado todos los rincones de la plaza.

En uno de ellos, quizá si el más oscuro,
el más a cubierto de las miradas,
una joven mujer está sentada.
Viste pantalones negros, y botas,
Y un largo y no menos negro abrigo.
(Son frías las noches de verano, en La Paz)
Se ve oscura,
como la propia oscuridad que la rodea,
y solitaria,
tanto como se ve la plaza a esta hora.

Está allí,
sola,
en la penumbra,
al parecer sin más ocupación que doblar
y desdoblar, repetidamente, un trozo de papel.

Lo abre, lo extiende, lo alisa sobre su pierna,
para luego doblarlo a la mitad,
y a la mitad,
siempre lenta y pausadamente,
siempre longitudinalmente,
siempre a la mitad,
hasta convertirlo en una tira larga y delgada.

Solo entonces,
con el papel entre sus dedos,
levanta la mirada, lentamente, hacia una esquina de la plaza,
la más lejana,
la más iluminada.

Tras un breve momento,
toda su atención vuelve al pequeño papel.
Doblez por doblez, lo devuelve una vez más a la condición de hoja.

Y, sin levantar de él la vista,
como si nada más importara, vuelve a comenzar,
doblez por doblez...

El reloj de la plaza toca los cuatro cuartos,
y luego las ocho campanadas.

El papel es doblado una vez más,
la mirada se levanta una vez más,
pero ya nada vuelve a repetirse.

La joven mujer,
vestida de negro, sale de su oscuro rincón y,
atravesando la plaza,
se va.

La plaza queda más vacía,
y más fría,
que hasta entonces...


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11 enero 2013

Destino: La Paz

Destino: La Paz.

En realidad, esta breve frase podría significar varias cosas.
Que mi futuro está en La Paz, por ejemplo.
O que alcanzaré, al fin, la paz, eso que uno busca toda su vida.
O quizá, que es hora de descansar en paz (cosa con la que uno sueña cada vez más frecuentemente).

Pero, por cierto, lo que en realidad quiere decir es que nos vamos a La Paz, Bolivia, hoy, en un rato más, de vacaciones.
Lo que no quita que pueda suceder que termine alcanzando la paz descansando en paz en La Paz...

Porque no puedo negar que este viaje me tiene nervioso, y hasta molesto.
Por primera vez en mi vida voy a salir de vacaciones en avión, ya que aunque me encanta viajar, me gusta hacerlo por tierra. Creo que se conoce más y mejor.
Pero, aunque yo y mi desvencijado cuerpo aún podríamos soportar cosas como viajar en un asiento de madera y dormir en una cama de piedra, mi negra ya no.
Ya no la motiva tanto la aventura como antes, de modo que esta vez he aceptado que el viaje fuera por avión.
Y me he arrepentido al día siguiente, pero ya era tarde.

Me he arrepentido, no porque le tema a viajar en avión -aunque mi experiencia en tal sentido no pasa de un vuelo de 30 minutos por trabajo- sino por lo de la altura geográfica.
Yo estoy acostumbrado a trabajar a 2300 metros 4 días a la semana y bajar al nivel del mar los restantes, y he subido -con todo e hipertensión- hasta los 5000 metros en nuestros viajes de vacaciones. Pero ahora me preocupa, porque el avión lo hace diferente. No es como usar un bus, que va subiendo paulatinamente y te la da ocasión de irte adaptando al menos en parte. Por el contrario, en el avión me voy a subir al nivel del mar y me voy a bajar a 4100 metros, en  el aeropuerto de El Alto, en La Paz. Y eso es lo que me preocupa, porque de aclimatación nada, y no vaya a ser que me dé algo...

Es una lástima que aquí no vendan Sorojchi Pills, que es lo mejor que conozco para el mal de altura, así es que tendremos que buscar unas cuantas nada más llegar.



Bueno, si vuelvo a escribir pronto, es que sobreviví a El Alto.
Si no...
Bueno, nice to meet you...

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09 enero 2013

No se puede confiar en las mujeres...



Y si es una cocinera, menos.

Y yo, que aprendí eso hace mucho mucho tiempo, lo olvidé por un momento y ¡zaz!, resulté damnificado otra vez.

El caso es que le pedí a mi madre (que se acerca peligrosamente a los 90), que me diese la receta de sus legendarios "zapallitos italianos".

Dichos zapallitos (que en otras latitudes se conocen como calabacín o también zucchini, aunque creo que la variedad es distinta), se preparan de muchas formas, y cuando son rellenos se hacen al horno, abiertos a lo largo y cubiertos con queso.



Pero la receta de zapallitos rellenos de mi madre es diferente, no son al horno, sino cocidos, y deben ahuecarse cuidadosamente para rellenarlos. La aprendió hace muchos muchos años, habiéndosela enseñado una señora de procedencia turca -según dice ella, pero yo creo que era árabe- cuando estaba embarazada de uno de mis hermanos mayores.

Y, bueno, ya que hace años que mamá no cocina (yo no se lo permito desde que tuve su accidente cerebral), y yo añoraba comerlos así, le pedí la receta.
Debí desconfiar cuando me dijo que no la tenía, que se la sabía de memoria y así la conservaba.
Como insistí, me la recitó, y yo tomé nota mental de los ingredientes y de la preparación.
Me parecía que algo faltaba, pero ella me insistió en que era sólo eso.

Compré todo lo necesario, pero como tenía dudas, le comenté a mi hermana menor. Ella me dijo que se sabía la receta, of course, y que incluso la preparaba con cierta frecuencia.
Se la pedí, por supuesto, de inmediato.
Y, también por supuesto, me dijo que me la daba enseguida. Seguimos conversando, nos separamos, y sólo entonces advertí que no me la había dado.
La llamé y volvía a pedírsela, y me dijo que no me preocupara, que me la enviaba por mail.

Nunca llegó, de modo que antes que los zapallitos se murieran esperando, los preparé según lo que me habían dicho.
A medida que los cocinaba, le preguntaba a mi madre, a ver si todo iba bien. Todo bien, me decía.

Cuando estuvieron listos, yo los veía raros, demasiado pálidos, como que algo les faltaba, pero igual le serví a mamá al almuerzo.


¿Qué creen?
Me dijo:
-  "Te quedaron buenos, pero a mí me quedaban mejor" "Te faltó la salsa de tomates"

- "¿Qué salsa de tomates?" le pregunté, escandalizado, "si nunca me dijo que llevaban salsa de tomates".

- "¿No te dije?, no puede ser, si ahí está escrito en la receta"

- "¿¡Qué receta,mamá, si me la dijo así nomás, porque no la tenía!?

- "Ésta, pues, si te la escribí"

Y sacó una receta escrita en un papel, muy bien guardada debajo de una carpeta, sobre su cómoda. La letra era pésima, porque ella -que aprendió a escribir por el año 31, con pluma y tintero- la tenía muy linda, pero luego de la enfermedad tuvo que empezar de nuevo, y le cuesta mucho escribir, pero ahí estaba claramente la salsa de tomates.

- "Pero mamá, por qué no me la dió? ¿por qué no me dijo mientras cocinaba que tenía que ponerle salsa, si le pregunté 3 veces qué más llevaba?

Entonces, me respondió con esa tranquilidad abismante de ella:

- "Pero no importa, hijo, si te quedó bien, no tan bien como a mí, pero bien...

-.-

Ahora, después de reírse de mí, por la jugada que me hizo mamá, 
¿cuál creen que fue la respuesta que mi hermana me dio, cuando le recriminé por no enviarme la receta?

No, no es necesario que adivinen...

- "Es que no la tengo escrita, la preparo de memoria..."

No sé donde he escuchado esa frase antes...  ¬¬

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04 enero 2013

No todo ha de ser gris...



Entre tantos grises edificios,
que nos ocultan el cielo y el sol;
entre tanto muro rayado y/o graffiteado;
entre tanto basurero rebosante y tanta calle sucia;
entre tanto mozalbete con los pantalones a medio caer,
y tanta muchacha chascona y mal vestida;
encontrarse por la calle
con un ángel de ébano y luenga cabellera,
cuyo blanco, amplio y vaporoso vestido
baila -sí, baila-
al compás de sus cadenciosos pasos,
amerita,
yo creo/digo/afirmo,
amerita
detenerse un momento
sólo para verla pasar...


Y por cierto que me detuve.


(Obvio que la versión que yo vi era mejor que la de la foto...)
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03 enero 2013

Una sonrisa y un sollozo


Con una sonrisa en el rostro,
y un sollozo contenido en la garganta:
así salió de su trabajo mi negrita, el último día.

Con una sonrisa, porque deseaba desde hace mucho tiempo,
(ya un par de años),
que el día en que la despidieran llegara de una vez.

Podría haberse ido antes.
Por cierto. Podría.
Pero no le parecía a ella justo renunciar y perder su indemnización.
Más de 10 años de trabajo, más de diez años de dedicación total a lo que hacía,
más de 10 años de sacrificar su tiempo libre los fines de semana, preparando este o aquél material para la siguiente semana.
¿Cuántas veces dejamos de hacer cosas nuestras, porque ella debía terminar la ornamentación de la sala, o algo parecido?
¿Cuántas veces debió incluso preparar las clases tarde en la noche, amparada en sus empíricos conocimientos, porque "la profe" de aquel año era novata y no sabía/podía/quería hacerlo?
¿Cuántas debió tomar el control de un curso descarriado, y convertir a esos niños en estudiantes respetuosos y educados?
He olvidado ya cuantas veces me acosté a dormir rodeado de pilas de exámenes o cuadernos por corregir, porque mi negrita convertía la cama en su escritorio, en las noches de invierno.

Durante mucho tiempo todo eso fue apreciado.
A veces, también recompensado.
Pero desde hace un par de años todo cambió.
Cambió la dirección del colegio, y con eso todo se perdió.
Ya no valoraban su trabajo, y hacían notar que no tenía un título que la avalara para hacerlo.
El que lo hubiese hecho bien durante años, ya no contaba.
Y el cambio no la afectó solo a ella, sino a todos.
La camaradería, el buen ambiente, el gusto por trabajar en ese lugar, desaparecieron.
Desde entonces, sólo esperaba que la despidieran.
Y no ocurría.

No quería irse sola, no quería dar la impresión de que no podía con el trabajo, ni tampoco de que se rendía.
No. Siguió trabajando hasta ahora, que finalmente, le entregaron la carta de aviso, junto a tres profesoras.

Y -por todo eso- a diferencia de las demás, ella salió con una sonrisa en la cara.
Porque se alegraba de no seguir allí, con esa gente,
y también porque no podía dejarles saber que, en el fondo, sí estaba -como ellos esperaban- muy triste.
Sí, triste, y ahogando un sollozo, aguantando una pena que insistía en querer aguarle los ojos.

Y es que no es para menos.
Son más de diez años de trabajo, desde que comenzó en un pequeño colegio que recién empezaba, con apenas cuatro cursos.
¿Cómo no estar un poco triste, si dedicaba a sus alumnos -y al colegio- más tiempo que a nosotros?
¿Cómo no estarlo si -aunque lo niegue- tiene vocación para el trabajo con niños, y siempre le agradó trabajar para ellos?
¿Cómo, si cada vez que se encuentra con un antiguo alumno -de ésos que ya están grandes-, y éste la detiene para saludarla afectuosamente, le quedan brillando los ojos por mucho rato?
¿Cómo no va a estar triste, si ya no tendrá para quien inventar historias y cuentos?

Sin embargo, pese a esa no reconocida tristeza, lleva todavía, varios días después, una sonrisa.
Porque sí, empieza el año siendo una cesante, pero también lo empieza con la alegría de saber que todo lo malo queda atrás, y lo bueno se lo ha traído con ella...

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01 enero 2013

Happy new year



El estruendo de los fuegos artificiales y de los petardos rompe el silencio que reinaba hasta hace unos instantes.
El destello de las luces ilumina la noche.
La música se vuelve ruido, al mezclarse los diferentes ritmos que toca cada vecino.
Bajo el escritorio, a mis pies, se acurruca asustada nuestra perrita.
(Como muchas otras, le teme a las detonaciones)

Se fue un año.
Comienza otro más.
Todo mundo espera que sea mejor.
Para muchos, bastaría con que no sea peor.

Esperemos que, como venga, sea un año digno de recordarse.
Para todos.
Y muy en especial,
para las lectoras de este blog.
Gracias por sus visitas.

:)


[Escrito a las 00:10 del recién nacido 2013, hora chilena]
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