26 marzo 2012

Las reglas son tres!!!


Conducía tranquilamente, por una avenida, con mi negrita a mi lado y mis nunca bien ponderados sobrinos en el asiento trasero.
Mi negrita es un tanto distraída en esto de los semáforos, y suele confundirse en los cruces de las avenidas, donde suele haber seis o más de ellos. Así es que al pasar yo uno de estos cruces, miró mal la luz, y exclamó: 

- ¡Pasaste con rojo!  (poca fe que le tienen a uno).

- ¿Cómo se te ocurre?, le contesté. Si está en verde, mira bien.

Miró hacia atrás y advirtió su error, y ahí habría quedado todo, si hubiésemos ido solos.

Pero no íbamos solos.

Desde el asiento trasero se escuchó una fina y enfadada vocecita, que decía:

-¿Cómo puedes pasar con rojo?! Eso no se hace, tío :( ...

(Era mi sobrinito de cuatro años)

Le respondí -siempre con la vista al frente- 

- No pasé con rojo, estaba en verde.

Al parecer, no creyó para nada en mí. Para él pesan mucho más las opiniones de su tía (malcriadora como toda tía), que la de su tío gruñón. De modo que, lejos de callarse, continuó -si cabe- más enfadado aún.

-  Las reglas son tres!!

Con rojo, no se cruza, hay que parar.!
Con amarillo, tampoco se cruza.!
Con verde, se puede pasar.!!

-Tú no puedes estar pasando con rojo!!

En verdad, pocas veces lo había visto tan molesto, y muy pocas se había enfrentado así a mí. Suerte que no llevaba la libreta y el lápiz a mano, que si no, nadie me libra de la infracción...


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23 marzo 2012

Asiática


Me habían hablado de las asiáticas.
Me habían dicho que estaban buenas, e incluso alguno me dijo que estaban muy ricas.
Y yo, fanático de todo lo oriental,
tenía en verdad ganas de una.

Me tocó al fin la oportunidad.
Y ahí estaba, enfrente mío, una verdadera asiática, envuelta en blancas vestiduras que destacaban el color de su piel.

La primera impresión no fue muy buena.
Era muy pequeña, y a mí me gustan grandes, a decir verdad.
(Me gusta sentir que realmente tengo algo en las manos)

El color de su piel, un amarillo sucio, tampoco ayudó.
No era lo que esperaba.
Tampoco era tersa y suave, sin mas bien áspera, seca.

Ni siquiera tenía buenas formas.
Carecía de esas curvas atractivas a que uno está acostumbrado.
Mas bien regordeta, no tenía esa forma que uno espera, acinturada arriba y con amplias curvas más abajo.

Y, llegado el momento de la prueba final, tratando de obviar todo lo anterior, hice mi mejor esfuerzo por ser objetivo, por darle una oportunidad, pero no hubo caso.  No tenía sabor, ni se deshacía en  jugos en mi boca, como sucede con las nuestras. No era dulce, ni sabrosa, ni tenía nada de especial.

Una decepción, las asiáticas.

Las peras asiáticas, digo.

21 marzo 2012

La génesis de Sad, really sad life.




Más de una vez me han hecho comentarios respecto al nombre de mi blog. Y es que quienes pasan por aquí asumen que se relaciona con mi vida. Pero, aunque podría haber aclarado que no es así, he dejado que lo crean.

Porque no quería dar una explicación que, necesariamente, resultaría extensa. Pero hoy entré a mi blog y -por alguna razón desconocida, muy propia de este amadodiado Blogger- el nombre no se veía. Había sólo un espacio vacío.

Y eso me hizo pensar en este nombre, y en su historia, que ocurrió hace ya cinco años.
Porque esos años tiene este blog, si bien los post mas antiguos los eliminé.

Sad, really sad life, la frase que se convirtió en nombre de este blog, proviene del título de un post escrito por una argentina en su blog (que no citaré porque aún existe).

En aquellos tiempos, cuando yo hacía poco que había comenzado a escribir mi primer blog (seis meses o así), encontré el de esta chica argentina, en el que los pocos comentarios que había eran de mujeres.
Me llamó la atención las cosas que decía, y le comenté de ahí en más en todos sus post. Yo soy pésimo para juzgar la edad de las personas, pero guiándome por lo que decía, asumí que era una mujer de más de 25, al menos.

Ella era bastante centrada en sí misma, de modo que jamás apareció por mi blog, cosa que a mí me daba lo mismo, ya que ese blog, que aún mantengo, es un blog mas bien familiar,  un punto de encuentro para los siete hermanos que somos, además de algún primo, sobrino y cualquiera que quiera pasar por allí. De hecho, ya no es mi blog, sino el blog de la familia. Pero es un blog que a veces resulta latero para las demás personas, aburrido. Si se considera que yo soy casi el más pequeño de los siete, se comprenderá cuán mayores son los demás, y si bien a casi todos se nos da muy bien el escribir (con hermana poetisa reconocida inclusive), suele suceder que los temas no sean los más entretenidos. Además de que solemos ser demasiado críticos. A veces un cuento escrito por alguno de nosotros, a veces alguna crítica literaria o cinematográfica vista desde la altura de los años vividos, algún acontecimiento familiar, en fin, cosas así.

Pero bueno, que me voy por las ramas. El asunto es que ella nunca fue por mi blog, donde yo tengo mi fotografía y mi nombre, los que son de acceso para cualquiera. Tampoco puede decirse que mi forma de escribir sea la de un jovenzuelo, más bien diría que se notan mis años en los comentarios que escribo en otros blogs. 
Por eso, me extrañó mucho lo que sucedió después. Nunca entendí qué película habrá pasado por su mente, para suponer que yo era de su edad.

Ocurrió que escribió un post, con el título ya mencionado, no recuerdo sobre qué cosa (5 años, al fin y al cabo), y yo le comenté como era habitual. Sin embargo, algo de lo que le dije la motivó a ir a mi blog y leer, supongo, además de ver mi imagen en el perfil. Y se enloqueció.
Escribió un nuevo post, acerca de los viejos que se hacían pasar por lo que no eran, que pretendían ser jóvenes  para engañar a las muchachitas como ella con fines asquerosos, y bla bla bla. Con palabras bastante subidas de tono, por lo demás. No había por donde no entender que se refería a mí, sobre todo porque -como he dicho- ningún otro hombre sino yo comentaba sus post. Además, el que borrara el comentario que escribí fue bastante decidor.

Yo nunca intenté engañarla, por cierto. Yo soy el que soy y siempre he comentado de la misma manera. 

Al final, puesto que ella no me dejaba comentar, y aún más, hizo privado su blog,  yo sentía que no podía quedarme así, simplemente. Tampoco era cosa de escribir sobre ello en mi blog, ya que consideré no era tema para discutirlo con mis hermanos. De modo que lo que hice fue abrir un blog nuevo -éste- y postear allí mi respuesta para ella, además de relatar lo que había pasado. Y no se me ocurrió mejor nombre para él que el de ese post, que había sido el origen de tal descalabro.

Con el tiempo, agregué otros post, en los que hablaba de la forma en que yo veo a las mujeres, de lo que siento respecto a ellas, y de lo que me importan, pero en general esas cosas que dije fueron muy mal interpretadas por quienes pasaron por allí y las leyeron. Recuerdo que una chiquilla de 16 años se manifestó indignada, por que consideraba que yo me sentía superior al género femenino, que era un machista y mucho más. No sé aún de cuáles palabras mías puede inferirse eso, cuando yo siento y pienso todo lo contrario.

En fin, que abandoné este blog, y no volví a escribirlo hasta que mi negrita se enfermó, el 2007. Ahí borré todo lo anterior y empecé de nuevo, escribiendo de todo un poco, pero por lo general sin mencionar esas cosas que alguna vez interpretaron mal, para no volver a lo mismo.

El nombre de este blog no se refiere -entonces- a mi vida misma, sino es sólo un juego de palabras que hace referencia a una experiencia amarga y difícil de olvidar.

Si tuviera que escoger una frase que me definiera, un título para este blog que realmente diga lo que siento y como vivo, sería ésta:

 A man has to do, what a man has to do

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11 marzo 2012

¿Que tiene él que no tenga yo???


Cuando -hace años- salió la película Medicine Man (El curandero de la selva), mi negrita dijo:
"A mí nunca me gustó Sean Connery, pero ahora está buenísimo con ese look"

Ahora, cada vez que digo que voy a dejarme crecer el pelo, para usar un moño a lo Sean Connery, me dice que no, que de ninguna manera.

Una vez le pregunté:
- ¿Por qué, si dijiste que te gusta ese look?
Y me contestó con absoluta tranquilidad:
- Ah, es que tú no eres él...

Y yo -indignado- no puedo evitar preguntarme:
¿Qué tiene él que no tenga yo?  (aparte de la rubia, por supuesto.)



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08 marzo 2012

Women's day


Hay mujeres que hacen lo que sea necesario por salir adelante, que luchan contra todo y contra todos, a veces haciendo cosas que -dicen- no son para ellas, que son "cosas de hombres", con tal de lograr lo que quieren.

Como esta mujer que, en un mercado de verduras, se atreve a tomar un carretón y trabajar acarreando sacos y cajones, actividad masculina por definición, sin importarle las burlas de algunos y la franca oposición de otros.
Pionera en hacerlo en ese lugar, como tantas mujeres lo han sido en otras actividades, en otros lugares y en otros tiempos, abriendo el camino para las demás.
Desde que conquistaron el derecho a intentarlo, ya no hay nada que las mujeres no puedan hacer.

Bastaba que tuvieran la oportunidad.

Feliz día.


[Me gusta más este día que el día de la madre, 
pues éste les hace justicia a todas.]

06 marzo 2012

The fall of El inefable

El Inefable,
aquél ex jefe del que he escrito algunas veces, aquél con el que aprendí el trabajo que ahora hago, y bajo cuyas órdenes trabajé 10 años -amargos los más- dejará de trabajar en nuestra empresa.
Está enfermo, muy enfermo, a causa del mal trato que le dio a su cuerpo a lo largo de su vida. Ha tenido una falla sistémica generalizada, y ahora lleva 5 Bypass encima, y debe dializarse, además.
Demasiado alcohol, demasiados asados, demasiado trasnochar, demasiado tabaco, demasiado porfiado para cuidarse y hacer caso a los médicos, que por años le pidieron que dejara de vivir así, con esas costumbres de soltero eterno, mal comido de lunes a jueves y exagerando con la comida, la bebida y el trasnoche cada fin de semana.

Me da pena, por cierto.
Era amargo,
desagradable,
odioso,
injusto,
exigente
y muchas veces llegaba a ser tonto.
Pero todo eso que era sirvió, porque tuvimos que esforzarnos para superar todos los obstáculos que nos ponía en el trabajo, y esos esfuerzos sirvieron para hacernos ser buenos en lo que hacemos.
Superar los problemas propios del trabajo, y soportar encima a un jefe tal, te hace necesariamente mejor.

Nos decía el Inefable:
- "A mí, mi jefe no me enseñó nada. Cuando no estaba, yo le revisaba su trabajo para saber cómo lo hacía, y así aprendí." (Claro, su jefe debe haber sido una gran persona, y lo tomó como modelo).
Con esa filosofía, nos dejaba aprender por nuestra cuenta, lo que no obstaba para que nos crucificara si cometíamos un error.
A diferencia de  él, a mí me gusta mucho enseñar. Pero no negaré que me gustan los "alumnos" medianamente inteligentes, aquellos a los que puedes necesitar repetirles la lección alguna vez, pero no más que eso. En cambio, no soporto a aquellos a los que tienes que decirles la misma cosa cada vez que se encuentran con la misma situación. y pienso que esa falta de paciencia la heredé de él. Con tanto grito en el oído, nosotros aprendíamos rápidamente.

Tenía conmigo -el Inefable- una relación de amor-odio, porque yo era su mejor trabajador, pero no confiaba en mí en lo absoluto, de modo que por un lado hablaba muy bien de mí ante terceras personas, jefes y gerentes, pero por otro no había forma de que me dijera esas mismas cosas a mí, y mucho menos que  accediera a subirme de cargo. 
El fondo de eso vino de una ocasión en que él sufrió un accidente (bebido, cuándo no) y se quebró la muñeca, por lo que debí reemplazarlo durante tres meses.
De su trabajo, yo apenas sabía algo -por entonces-, y a los tres días de su accidente debíamos hacer un inventario general. En mi absoluta ignorancia sobre cómo manejar el tema, acudí a nuestro Gerente, y le pedí suspenderlo. Me dio, por supuesto, una respuesta de Gerente: "No vamos a detener la marcha de la empresa sólo porque el Inefable no está. Haz el inventario."
Y lo hice, sí, y todo salió bien y sin problemas.
El único pero es que para lograrlo tuve que aprender como se hacía, y eso, preguntando aquí y allá, a los conocidos primero, y por indicación de éstos, a la casa matriz, en la capital. Y -obvio- cuando éstos se extrañaron de que alguien tan inexperto hiciera tal tarea, debí decir que mi jefe no estaba y yo, su reemplazante, jamás había recibido instrucción sobre eso. Y tal comentario levantó polvo, y no poco.

Cuando el Inefable volvió, se encontró no sólo con que había sido reemplazado sin mayores problemas por mí, sino también con una amonestación por no haberme enseñado el trabajo y con las burlas del resto de jefes de nuestra sucursal, los que, dado el mal carácter que tenía, aprovechaban cualquier ocasión para molestarlo.

Y nunca me perdonó eso. Ni la "traición" de haber dicho lo que dije, ni el haberle dado tema a los demás para que se burlaran.

Cuando por fin salí de debajo de su alero, para saltarme varios peldaños de la escala y llegar a un puesto igual al suyo en otra sucursal, me trató fríamente, y siguió haciéndolo así en cada correo que alguna vez nos cruzamos por trabajo. Pero también, cada vez que podía, y donde podía, decía a quien quería escuchar: - "¿que es bueno? pues claro, si yo le enseñé a trabajar".
Así, resulta que soy de la escuela del Inefable.
Los otros que ha salido de esa escuela se han ido también para ocupar mejores cargos, y después de unos años, han emigrado a otras empresas (eran más jóvenes que yo), y están mucho mejor. 
Yo soy el único de sus alumnos que queda.

Y en verdad, aunque nunca iría a visitarlo ni se lo diría, cuando miro a quienes trabajan conmigo, cuando miro a los jefes que he tenido después de él, no puedo dejar de reconocer que -a pesar de los gritos y lo desagradable que fue- hacía su trabajo mucho mejor que ellos. Y no puedo dejar de reconocer -tampoco-que los que trabajábamos con él resultábamos mucho mejores que la gente con la que trabajo hoy.
Nadie tiene la rigurosidad, el interés en hacer el trabajo bien, en terminar las cosas como se debe, en no dejar temas pendientes, como nosotros aprendimos a hacer.

Probablemente le gustaría saber que aquellos a los que he formado yo son, también, mejores que los demás. Pero seguramente diría que eso es gracias a él.
Y no le daré la oportunidad.

Sólo puedo decir que, después de haber estado en sus zapatos un buen tiempo, comprendo mucho de su mal genio, de sus gritos y sus enojos.
Otra cosa es con guitarra, dicen...