04 noviembre 2013

Oksana o El fraude de la "novia rusa"...



Un fraude.
Sí, ya lo creo que ésa es una buena manera de describir lo sucedido con Oksana, la novia rusa de nuestra ciudad.
Un fraude, en cuanto no cumplió con las expectativas.
Un fraude, toda vez que resultó en una enorme decepción para la gran mayoría de nuestra población.

Sí, no puede calificarse como menos que eso, porque cuando se supo (hace ya 7 años) que un simple vecino de clase media, un común habitante de nuestra ciudad, había viajado a Rusia a buscar una novia que había conocido por internet, el revuelo fue enorme. 

Los medios escritos y la televisión -local y nacional- le dedicaron páginas centrales y programas exclusivos a esta historia. Incluso un canal de tv lo acompañó en el viaje, con tal de poder registrar el encuentro en Rusia y el viaje hacia nuestro país. Con esta cobertura, es lógico que la noticia se convirtiera en el tópico de conversación de todos, por muchos días. La televisión afirmó que él había pagado por ella -mucho dinero- y como es de suponer, los comentarios iban y venían. 
Los comentarios masculinos (los que pueden reproducirse) decían -básicamente- que no durarían más de unos meses, porque "la rusa lo vá a dejar por otro con más plata" y también que "a ese negro feo la rusa lo va a engañar a cada rato". 
 Los comentarios femeninos, por su parte, no auguraban nada mejor, y opiniones como "¿historia de amor?, de no-amor será!" o "cómo puede venderse de esa manera, que vergüenza" y también "ésta lo va a cambiar ligerito", no eran poco frecuentes. 
En suma, que si alguien auguraba un buen futuro a esa pareja, lo hacía sotto voce, para no recibir una andanada de opiniones contrarias. Hasta apuestas hubo entre mis compañeros de trabajo, respecto a cuánto durarían juntos. 

Sin embargo, luego de unos meses, y cuando finalmente pudieron entenderse (ella sabía nada de español, y él menos aún de ruso), la novia rusa decidió aceptar la propuesta de matrimonio, y quedarse en Chile (por supuesto que no la "compró"). Por cierto que no le ayudó a él el ser chileno, porque para un ruso venir a Chile es como ir al fin del mundo, pero ella afirma (y debemos creerlo) que se enamoró, y no quedaba más que quedarse con él.

Y ahí comenzó esta historia a convertirse en un fraude, en una estafa, porque decepcionó a todo mundo: Ni ella se había vendido, ni él la había comprado; tampoco lo dejó por uno con más plata, o menos moreno; no se dedicó a la vida de farándula como alguno auguraba, ni su comportamiento fue inadecuado en modo alguno. 
Nada de eso. Nada.
No dieron motivo alguno para hablar mal de ellos.

Oksana y su marido resultaron no ser diferentes a cualquier otro buen matrimonio chileno, y casi diría que esta rusa se comporta mucho mejor que gran parte de nuestras mujeres. Y esto pese a que no lo ha pasado tan bien. Envidia, maledicencia, más de algún disgusto con hombres groseros que no respetan mucho a una mujer bonita, y otras situaciones por el estilo, la han llevado a no tener muchas amistades locales. Trabajó en un comienzo, como modelo, pero luego, ya dominado el idioma, se puso a estudiar. Sicología. Falta que le hará para entendernos, en todo caso.

Hoy en día, habiendo traído a su familia desde su pueblo en Rusia, está mucho mejor. Y ya no se habla de ella, la prensa la olvidó,porque ¿qué podrían decir?.
La última entrevista fué hace dos años, de uno de nuestros periódicos locales, que siempre está falto de alguna noticia. Pero no consiguieron mucho. Lo más "escandaloso" de la entrevista es que ella haya dicho que no la ha pasado muy bien entre nosotros. La maledicencia de las mujeres (algunas, obvio) y la grosería de los hombres (ídem), la ha llevado a evitar salir sin su marido. Y como eso no da pié para hablar mal de ella, sino de nosotros, pues mejor la olvidaron.

Yo no la conozco. Nunca la he visto y -probablemente- si me he cruzado con ella ni me enteré siquiera. Escribí esto porque hace unos días alguien que vive en su barrio me habló de ella (muy bien he de decir), y pensé que era justo -cuando menos- que alguien (aún alguien tan sin importancia como yo) reconociera que todas las malas lenguas que algún día hablaron de ella, estaban equivocadas. 

Bien por ella, y mal por nosotros, que vivimos hablando de lo bien que tratamos a los extranjeros, cuando la verdad es que dejamos bastante que desear...


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