26 febrero 2012

Como el ajo...


Las muchachas dejaron
hace tiempo de usar trenzas,
eso lo sé,
cualquiera lo sabe.
Lucen su pelo en desorden,
desgreñado,
descuidado.
en franca enemistad
con el cepillo y la peineta.

Pero que los ajos,
los ajos,
hayan seguido ahora el mismo camino,
me parece terrible,
horrible,
inaceptable, imposible.
¿Quién vió nunca un ajo con sus hojas, fuera de una trenza?
Los cortaban, sí,
de las largas trenzas en que venían,
y apilados por las vendedoras,
lucían en pequeños montones de tres por esto
o quizá cinco por aquello.

Pero nunca,
jamás,
se vió -como ahora-
a los ajos desordenados,
con sus hojas mal amarradas en viles atados,
como si fuesen
una verdura cualquiera,
y sobre el suelo amontonados.

¿Cómo fue que llegamos a eso?

¿Se preguntó alguien un día:
por qué deben los ajos ir en trenzas?
¿Se dijo:
esto atenta contra los derechos de los ajos,
contra su libertad de ir sueltos por la vida?
¿Se alzó alguien en su defensa,
en contra de la absurda tradición de atarlos todos juntos,
en ordenada, armónica, práctica trenza?

¿O habrá sido -simplemente- la desidia de alguno,
que no quiso darse el trabajo de trenzar,
despreciando la ancestral costumbre
por comodidad?
¿Se dijo alguien:
por qué he de trenzar, por qué he de hacer lo que hicieron mi padre y mi abuelo?
¿Será rebeldía, flojera o simple desgano?
¿Será que otros siguieron el mal ejemplo, en el afán de "estar al día",
de seguir la moda,
de ser diferentes, de no seguir lo establecido?

¿Cómo dicen?
¿Que aún quedan?
¿Que en tal o cual lugar aún se hacen, aún están?
Oh, lo sé, estoy consciente de ello.
Tan consciente como estoy de que una vez empezada una costumbre nueva, las tradiciones se pierden,
las tradiciones pierden.
No pueden competir con la imperante -universalmente generalizada- ley del mínimo esfuerzo...

Lustros viendo trenzas de ajo,
y jamás,
nunca,
pensé -ni una sola vez, ni por un instante-,
en las manos que las tejieron,
en las personas que las hicieron.
Hasta hoy,
hasta la hora en que esas trenzas desaparecieron.



Tal vez alguien busque un trasfondo en esto,
o crea ver en ello una cierta analogía,
pero lo cierto es que yo lo escribí pensando,
solamente,
en que alguien me quitó las trenzas de ajo.
Me las quitó y se las llevó al olvido,
como tantas otras cosas que hubo y ya no hay,
tantas cosas que se fueron
sin que nos diéramos cuenta de ello,
sin que lo advirtiéramos.

¿Qué seguirá?

.

(Imagen del trenzador de ajos, de http://www.portillo.es)
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