21 octubre 2012

Desolación, tristeza, indignación...

[Tuve que esperar todo un día, para que se me quitara un poco la pena, 
y el enojo, antes de poder escribir esto.]

Desolación.
Eso me pareció que reflejaba la cara de la mujer en esta imagen,
en la primera plana del diario de hoy.
Era una mujer gitana,
y según la bajada de la foto (la noticia no era suficientemente importante como para llevar titulares)
lloraba al enterarse de la muerte de su nieto,
un pequeño niño que no alcanzó a vivir dos años.


Tristeza.
Sentí una profunda tristeza cuando me enteré de lo ocurrido.
Esta familia gitana, que iba de paso, se vio obligada a detenerse en un poblado del desierto, un pequeño lugar que alberga unos doscientos habitantes, y que vive de servir como habitación para trabajadores de las mineras cercanas, y de proporcionar alimento y bebida a los viajeros.
Su camioneta sufrió un desperfecto, y debieron quedarse allí, armando su carpa en las afueras del pueblo, como todo gitano en cualquier ciudad donde llegan, siempre en las afueras, como indeseables. En algún momento del cuarto día de su estancia (no nos dicen cómo ni cuando), la madre del niño advirtió que no estaba en la carpa, ni fuera de ella. Lo buscaron sin resultado, de modo que dieron aviso a Carabineros (la policía).
Ellos lo encontraron, a unos ochenta metros, en un sitio eriazo, con su cuerpo destrozado por una jauría de perros, que lo atrapó cerca de su carpa y lo arrastró hasta allí, según mostraban las huellas.
Una jauría de perros vagos que se han vuelto salvajes, y campean por el desierto.

Indignación.
No puedo sentir menos que eso al ver que este tema no tiene solución.
No puede sentirse menos ante el poco feliz comentario de la Alcaldesa: "se asentaron en ese lugar sin permiso municipal", como si eso lo explicara todo. ¿Con permiso municipal los perros no le habrían hecho nada? ¿será que están a sueldo del municipio?
Sin embargo, mi indignación va en realidad hacia otras personas:
hacia los "amantes de los animales", que se oponen siempre, sistemáticamente, a la eliminación de estos perros.
Hace unos años, trabajaba yo en otra minera, donde hacía turnos nocturnos.
Una noche, apareció una jauría de perros. nadie sabía de dónde habían llegado. Asaltaban los contenedores de basura, destrozando todo en busca de comida.
Eran agresivos y no tenían ningún miedo de nosotros.
La empresa decidió tomar acciones antes de que algo ocurriera, y le pidió a los encargados de Medio Ambiente que se deshicieran de ellos.
Pero no pudo hacerse. Los defensores -"los amigos"- de los animales, se opusieron a una solución definitiva.
¿Que se hizo entonces?
Los atraparon, y se los llevaron lejos, en el desierto (¿no era eso peor que lo otro?).
Allí los soltaron.
En tres días estaban de vuelta.
Se los llevaron nuevamente, más lejos.
No volvieron.
Pero no por eso dejaron de vivir.
Se les podía ver a lo largo de la carretera, en algún cruce ferroviario, donde no pocos les arrojaban restos de comida.

Perros como ésos son lo que mataron a ese pequeño gitano.
La gente del pueblo ha hecho protestas, incluso cerrado la carretera, pidiendo que se eliminen estos animales, cosa que han pedido muchas veces a sus autoridades, pero nunca se ha hecho nada, porque siempre hay quien los defienda.
Sería cruel, dicen.

Mucho más cruel que el que esa madre tenga que enterrar un hijo tan pequeño, obviamente.


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4 comentarios:

  1. Me da pena como mujer y más como ser humano. Cada día se pierde más y más la empatía entre nosotros.
    Ojala se resigne esta mujer, que ya de echo la vida será dura día a día sin el pequeño...
    besos y abrazos!, nos estamos leyendo.

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  2. Pues sí, o bien que los encierren en alguna perrera, donde no sean peligrosos... los perros salvajes son muy peligrosos, aunque algunos no quieran verlo y los miren como encantadores cachorritos; a ver si algún de esos amantes de los animales puede ir a explicárselo a esa pobre mujer.

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  3. Me muero de pena. Pobre niño. Una muerte en soledad y dolorora. Ahora no se me ocurre nada peor. Tremendo, es que no quiero pensarlo si fuera alguien de mi familia. Qué pena.

    Qué hija de puta la alcaldesa.

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  4. Ayy los amantes de los animales.. me callo.. porque me enciendo!!!!..
    Pero todo en su justa medida y el amor por los animales no podía ser menos.

    Besos

    ¿a que dan ganas de matarlos?... a mi sí - a los perros, por supuesto-

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Sólo dilo, no te cortes...