14 febrero 2013

Mujer porfiada... ¬¬


Yo quiero mucho a mi negrita. Mucho.
Para mí no hay otra mejor, a pesar de que tiene (como todas), uno que otro detalle.
Y uno de esos pequeños detalles es que es porfiada, y piensa que siempre tiene la razón...


Mientras estuvimos en La Paz, el clima no fue del todo bueno, porque en esas alturas, el verano siempre se vé apabullado por un fenómeno que se conoce como "invierno altiplánico", y que produce mal tiempo y continuas lluvias.
Por cierto que nosotros siempre hemos tenido suerte con el clima, donde vayamos. Recuerdo que cuando fuimos a Machu Picchu llevamos ropa de abrigo, ponchos de plástico y zapatos adecuados para la lluvia, y hubo sol todo el tiempo que estuvimos entre las ruinas. Sólo cuando bajamos hasta Aguas Calientes y tomamos el tren hacia el Cusco, se nubló y se puso a llover.
Esta vez no nos fue mal tampoco, ya que en La Paz llovía, pero siempre cuando estábamos en algún lugar protegido. 

Una mañana amaneció especialmente bueno el día, con un sol que brillaba y sin casi nubes, salvo algunos desgarrados jirones que sólo hacían verse más lindo el cielo.
Decidimos entonces ir de paseo a un lugar cercano a la ciudad, llamado Mallasa. Allí está el zoológico y, muy cercano, un sitio llamado "el valle de la luna", por sus curiosas formaciones geológicas.



Bajamos pues desde las alturas en que estaba nuestra hostería (las calles tienen unas pendientes impresionantes en La Paz), hasta el lugar donde podíamos tomar un bus suburbano que nos llevara hasta allá. Habíamos esperado largo rato que llegara uno, y justo cuando ya estaba junto a nosotros, a mi negrita se le ocurrió que era necesario comprar un par de capas para la lluvia.

Me molesté ante su insistencia, pues perdíamos el bus, pero insistió y me dejó solo, buscando lo que quería. Finalmente encontró un puesto callejero donde comprarlas (casi en en cada esquina las venden), y tuvimos que esperar un nuevo bus, tiempo que aproveché para hacerle ver que con el esplendoroso sol que teníamos sobre nosotros, esa pérdida de tiempo estuvo de más. Pero ¿quién le gana a una porfiada? (Ni siquiera yo, que soy también bastante porfiado.)

Largos minutos para que el bus saliera de la ciudad, de bajada, y luego otros tantos para subir y subir y subir hasta nuestro destino. Qué cuestas. Las mujeres paceñas no deben tener nada de celulitis, con tanto subir y bajar calles empinadas toda su vida.

Queríamos ir primero al valle de la luna, pero el muy amable conductor no se detuvo, de modo que llegamos hasta Mallasa. Allí visitamos el zoológico, dejando lo que iba a ser nuestro primer destino para después.

El zoo no es un lugar idílico, pero sí es muy tranquilo, y tuvimos la oportunidad de ver animales que eran nuevos para nosotros (bueno, casi todo bicho viviente es nuevo para quien vive en el desierto), como el Jucumari (oso andino o de anteojos) o el Pecarí de collar. 



Después de recorrerlo todo, el sol empezó a ponerse muy molesto, así es que mi negra se sentó bajo unos árboles a leer su novela y yo -cuando no- me dediqué a sacar fotos, hasta que el calor me obligó a quedarme quieto.





Como a las tres de la tarde decidimos irnos a nuestro siguiente destino. Esta vez llegamos más fácil y más rápido. El lugar es bonito, no hay duda, e impresionan las formas labradas en la roca, que no es roca en realidad, sino sedimentos acumulados en lo que hoy es una cumbre, pero hace unos milenios era el fondo de un lago.




Tomamos el recorrido más largo, de 45 minutos, sin prisas, y sintiendo algo de lástima por esos turistas que llegan en un tour, con un guía que los lleva apresuradamente por el recorrido más corto, de 15 minutos (hecho en 10), para lleváselos luego a otro lugar. Nosotros preferimos andar solos, y hacer lo que queramos, sin que nadie nos apure.

El cielo aún estaba despejado cuando llegamos, si bien allá lejos se veían unas negras nubes, sobre el lugar donde debía estar La Paz.



Recorrimos tranquilamente todo, y aún nos dimos tiempo para sentarnos un rato a disfrutar de la paz y el silencio que allí hay. Silencio que sólo interrumpía algun pajarillo y el lejano sonido de truenos, que se hacían cada vez más fuertes. Pero las nubes estaban allá, lejos, sobre el horizonte, de modo que no había para qué preocuparse.



Seguimos el recorrido, esta vez por una zona más escabrosa, entre altas murallas que ocultaban lo que nos rodeaba, de modo que me sorprendió cuando quise tomar una foto y todo se veía oscuro. Levanté la vista extrañado, y he ahí que las nubes se asomaban sobre nosotros, ocultándonos el sol.
 

Todo se hacía oscuro, y unas ligeras gotitas nos cayeron encima. Pero eran ligeras gotitas, nada de qué preocuparse.

(Nótese el sendero a la izquierda)

Sólo cuando salimos de ahí, y el camino (léase sendero para cabras) nos llevó por un lugar más elevado, nos dimos cuenta que las gotitas no eran tan gotitas, que los truenos sonaban mucho más cerca, y que el horizonte estaba más que negro, y surcado por no pocos rayos y relámpagos...

(la foto salió así de oscura, que no le hice nada)
 Mi negrita, de prisa, sacó su capa de agua,y se la puso, dándome la que había comprado para mí. Pero no me dió tiempo a ponérmela, porque salió a escape buscando la protección de la caseta a la entrada del parque, y yo -obvio- tuve que ir tras de ella. No pude evitar mojarme un tanto antes de lograr ponérmela...

Luego de una húmeda espera junto al camino, pudimos tomar un bus que casi-casi no tenía espacio, de modo que recordando mis años de universitario, me fuí casi en la puerta, afirmado con una sola mano.

Si hubiese tenido una mano libre, habría fotografiado las calles que recorríamos, pues eran un verdadero río, que alcanzaba en algunos lugares hasta la mitad de altura de los automóviles. Como podía guiar ese conductor sin apenas ver por el muy empañado parabrisas, nunca lo sabré.

Afortunadamente (ya he dicho que tenemos algo de fortuna en eso), cuando llegamos al centro de La Paz ya amainaba la lluvia, y pudimos llegar casi sin mayores problemas al mercado, a comer algo caliente.

Cuando ya hubo cesado la lluvia por completo, iniciamos la dura ascención hasta la hostería, donde nada me libró de una noche de mucha tos y un algo de fiebre, por las horas que pasé con la ropa húmeda (uno ya no es un jovencito). 

Pero eso, por cierto, no fue lo peor que hube de soportar.

Lo peor fue que mi negrita -aunque no me lo dijera claramente- no perdía ocasión de recordarme que ella no se había equivocado al comprar las malditas capas de agua... Y aun cuando no pronunciaba palabras, su cara -con esa sonrisita irónica- reflejaba ese típico "y yo tenía razón"...  ¬¬

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4 comentarios:

  1. Precioso paisaje.
    ¿Has puesto la foto al revés o tienes un problema con la derecha y la izquierda?.
    Me encanta la sensación de :-Te lo dije.

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  2. A la izquierda, en la foto del cactus...

    (a mi me gusta el "te lo dije", pero sólo cuando lo digo yo...)

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  3. Hola!!! estas en mi amada La Paz!!!! las Kollitas (Paceñas) aguantamos las subidas y bajadas, sumale la altura... jaaa y las mujeres de pollera (cholitas) que usan muchas polleras imaginate las caderas que desarrollan... jaaa
    El zoo no esta muy bien cuidado hay que admitirlo... pero hay muchos animales... muchos van para ver al Cóndor... es lo que llama la atención.
    Mallasa queda algo lejos, me imagino que fuiste en micro, porque en minibus es más rápido y mejor el servicio. Debiste ir a la muela del diablo... es muy conocido también.
    Si querías un lugar cálido, debiste ir a conocer los Yungas, sobre todo coroico que esta a 4 horas de La Paz, lindo lugar, cálido, con mucha vegetación... realmente buen lugar.
    En fin, te comentaría mucho más ya que es mi ciudad... Las flores que tomaste foto se llama Kantuta, suelen ser de color rojo, amarillo y verde (color de nuestra bandera)...
    Bueno me gusto mucho tu post.. me hace ilusión cuando alguien visita mi ciudad...
    besos y abrazos, nos estamos leyendo.

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Sólo dilo, no te cortes...