19 enero 2016

Encadenada.


Encadenada, así me pareció estaba,
la vendedora.
En un puesto callejero vendía,
¿qué vendía? no lo recuerdo.
No recuerdo que le compré, 

pero sí recuerdo su cara,
la infinita tristeza que en ella se reflejaba.


Era una autómata, 

previamente programada, 
quién allí atendía, una autómata, 
un ser sin vida, 
con la mirada en el vacío perdida, 
que no parecía sentir nada.

No se veían, 

no se veían las cadenas, 
no las veían los indiferentes transeúntes, 
no se veían,
Pero juro que ella las sentía, 

en sus tobillos aherrojadas, las sentía, 
tanto como yo 
-al mirarla- 
las adivinaba.

Era una joven vendedora,
en un puesto callejero,
con la mirada perdida,
y el alma encadenada...

[Para variar el tema en el blog...
Esto lo escribí en nuestras vacaciones,
y está inspirado en una joven vendedora  que ví]

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2 comentarios:

Sólo dilo, no te cortes...