31 diciembre 2010

De amarillo...

En estas fechas, entre tantas cosas que la gente suele hacer para "asegurarse" que el próximo año sea mejor, hay quienes visten ropa interior amarilla... y así, puedes encontrarte con estas prendas en la calle, a la vuelta de cualquier esquina...


Por mi parte, yo no hago nada para mejorar mis opciones para el año venidero:

No como lentejas.
No como doce uvas.
No salto sobre el pié derecho.
No subo y bajo escaleras.
No salgo a "dar una vuelta" con una maleta.
No me siento y me vuelvo a parar con cada campanada.
No me pongo la ropa interior al revés.
No uso ropa interior amarilla (dinero) o roja (amor).
No barro la casa de adentro hacia afuera.
Ni ninguna otra cosa que a alguien se le pueda ocurrir...

Lo que venga, tendrá que venir.
Sólo espero que sea mejor que lo que vino este año...
Para mí, y para todos los que quiero...

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28 diciembre 2010

Ex Jefe IV, o El zancudo...


Un día, lunes, el Inefable llegó tarde. No era novedad.
En esos casos, había que ir a buscarlo a la carretera, un paseito de unos 6 kms.

Cuando llegó a la oficina, venía más pacífico que de costumbre, y se puso a trabajar de inmediato, de modo que a las diez ya había hecho todo lo que tenía que hacer.

No se escuchó más ruido desde su escritorio por un rato, y nosotros continuamos con nuestras tareas habituales, sin que molestara a nadie.

Como a las 10 y media, salió de su rincón, directo a mirarse a un espejo que teníamos, para volver enseguida a su escritorio.

Quince minutos depués, le llevé unos papeles, y lo noté raro, como que algo tenía en la cara, pero no supe qué.

Al rato, nuevamente a mirarse al espejo, y esta vez salió de la oficina, supusimos que al baño.

Cuando volvió (como había que abrirle la puerta, porque él no la abría por sí mismo), me dí cuenta que tenía el labio superior extraño, como algo hinchado. Al ver mi cara de pregunta, se tocó el labio y me dijo:
- Parece que me picó un zancudo, o algo, anoche.

Seguimos trabajando, pero 10 minutos más tarde estaba en el espejo de nuevo, y se le notaba intranquilo, pues entraba y salía a cada rato.

A la 1, hora en que solíamos ir a almorzar, me dijo desde su escritorio que no iba, que no tenía hambre. Me fuí solo.

Al regreso, fuí a entregarle las llaves de la camioneta, por si había cambiado de idea, y no pude evitar un gesto de sorpresa al verlo: tenía el labio muy hinchado, y con una sombra violácea por encima.

Todavía entonces insistía en su versión de que no sabía que le había pasado, y nosotros le mirábamos preocupados, porque en realidad se le veía feo...

Al final, cuando ya hasta hablar se le dificultaba, confesó. (Siempre confesaba, sin que nadie le preguntara. No podía resistirse)

Me dijo que estando en su escritorio, sin nada que hacer, y aún con sueño por haberse acostado tarde la noche anterior, se quedó dormido... tanto así, que sin darse cuenta se fué hacia adelante y se golpeó la boca en el borde del escritorio...

Ése, que no otro, era el zancudo que le había picado...

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27 diciembre 2010

Mal año, hasta el final

Pensé que las cosas mejoraban,
pero no fue así.
Había solicitado volver al trabajo a partir de enero, de acuerdo con mi doctor.
Pensábamos que sería lo mejor para mí y mi recuperación.
Al fin y al cabo, yo no hago otra cosa que digitar en un teclado.
Lo más importante de mi trabajo lo hago con mi cerebro.
No debía haber dificultad en que trabajara entonces, mientras seguía con la terapia.

Pero no resultó. Hoy me han notificado que no es posible,
que debo seguir con reposo hasta que esté 100% recuperado.
Y eso implica 2 meses más -al menos- con reposo médico.
Difícilmente he llevado estos tres que ya he pasado,
dos más se me hacen una eternidad.

Hay quienes me han dicho "¿de que te quejas?,
ya quisiera yo estar en casa de vacaciones"

Yo también, por cierto, si fueran vacaciones.

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23 diciembre 2010

Navidad... para algunos.


No me gusta, desde hace unos años, la Navidad.

No porque sea un Grinch (aunque a veces presumo de serlo).
No porque no me guste ese ambiente navideño de adornos, luces, villancicos, películas a propósito de, etc.
No porque no me guste esa nube de saludos cariñosos, tarjetas, regalos, que la gente se cree en obligación de intercambiar.

No me gusta, por la tristeza que causa en tantas personas.
No me gusta, por el dolor que causa en tantas personas.
No me gusta, porque hace a mucha gente sentirse sola, más sola que de costumbre.
No me gusta, porque hace a mucha gente creer -en estos días- que sus vidas son más malas de lo que son en realidad.
No me gusta, porque no es para todos,
porque deja a muchos afuera,
y porque les hace conscientes de estar fuera de ella.

No debiera haber Navidad.
Porque los que la disfrutan y comparten felices,
son los que siempre tienen algún motivo para disfrutar y siempre tienen con quien compartir.
De modo que no les haría ningún daño si desapareciera.
Pero para aquellos que sólo desean que pase pronto, que se acabe ya,
para aquellos que quieren cerrar los ojos y no abrirlos hasta enero,
para ellos sería bueno que no existiera más...

Me entristece, mucho, ver gente triste a causa de la Navidad...

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21 diciembre 2010

De mamá

Mi madre es una anciana ya, tiene 85 años.
Me pidió que le fotocopiara un viejo papel mal escrito a máquina. (no sé de dónde lo sacó,  o por cuanto tiempo lo habrá tenido guardado).
Lo miré, y le dije que estaba muy mal escrito para fotocopiarlo, pero que podía escribirlo de nuevo e imprimirlo. Ni lo leí.
Me dijo que era para darlo a sus hijos
(eso me incluye, por cierto).

Cuando me dí a la tarea, no pude evitar sentirme mal al leerlo, pues aunque vive conmigo, no dejan algunas de estas palabras de golpearme en la cara:


                    A mis hijos

Prefiero que compartas pocos minutos
ahora que estoy viva
y no una noche entera cuando yo muera.

Prefiero que estreches suavemente mi mano
ahora que esoy viva
y no la beses llorando cuando yo muera.

Prefiero que te apoyes en mi hombro y me abraces
ahora que estoy viva
a que estreches mi cadáver cuando yo muera.

Prefiero que me regales una sola flor
ahora que estoy viva
a que envíes un hermoso ramo cuando yo muera.

Prefiero que me hagas una breve llamada
ahora que estoy viva
a que emprendas un rápido viaje cuando yo muera.

Prefiero que elevemos al Cielo una breve oración
ahora que estoy viva
y no una misa cantada cuando yo muera.

Prefiero disfrutar los más mínimos detalles
ahora que estoy viva
y no grandes manifestaciones cuando yo muera.

Porque ahora es cuando vivo para amarte.


(A veces, cree uno que con tenerla al lado ya lo hizo todo...)

13 diciembre 2010

Sonreír tal vez no sea tan difícil

La historia de Revuelta acerca de una rosa, que leí en su blog,
(y publiqué en Antología)
me recordó una que me ocurrió a mí, el milenio pasado, cuando aún era soltero...

Salía yo de mi casa, la mañana de un 25 de diciembre, Navidad, para ir a trabajar.
Había sido una noche triste, solitaria, sin nada de lo que supone una noche de navidad.
Y era una mañana muy similar.
Caminaba por la calle, cabizbajo,
melancólico, pateando latas,
cuando encontré dos ojos que me miraban fijamente, desde el suelo.

Era un pequeño "monito" de fieltro,
con gorra navideña,
y un pequeño letrero al hombro
que decía:
"Feliz Navidad"


No sé porqué me llegó tan adentro eso, me emocionó mucho.
Lo recogí, y miré a mi alrededor.
La calle, a las 7 de la mañana, estaba vacía completamente.
¿Cómo llegó allí?
¿De quién era?
Preguntas sin respuesta,
 a las que se le podía dar la respuesta que uno quisiera.
Y la respuesta que les dí, esa mañana,
es que estaba ahí para mí,
y me fuí sonriendo,
y tuve un día largamente feliz...

Lo conservé. Aún ahora, 22 o 23 años después,
todavía está guardado,
(sólo perdió su letrero)
como un recuerdo de que siempre hay algún motivo para ver las cosas de otra manera,
algún motivo para sonreír...
...cuando uno quiere hacerlo...

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