27 diciembre 2011

El duelo...



Voy algo apurado, a buscar a mi negrita a su trabajo.
La calle, de doble sentido y en empinada subida, se abre despejada ante mí, si bien de bajada hay bastante tránsito.
Pero no está despejada del todo, sin embargo.
Allá arriba -dos cuadras tal vez, algo se mueve por en medio de la calle, acercándose a mí.
Es un perro. Un perro negro, por lo que puedo ver.
Camina displicente calle abajo, sin preocuparse de nada, al parecer.
Yo sigo avanzando, y la distancia se acorta. Sí, es un perro negro, de mediana alzada e hirsuto pelaje, que con aires de "a mí que me importa" avanza directo hacia mí...

Hago ademán de tomar mi derecha, para pasar por su lado, ya que no parece querer cambiar su rumbo. Pero lo cambia, hacia su izquierda, como si buscara seguir enfrentándome.
Intento la izquierda. Él continúa bajando, con su paso insolente, ligeramente hacia la derecha.
¿Es que quiere desafiarme?!
Mala idea esa. Si él tiene poco apego a su vida, menos le tengo yo a la mía.
Además que nada arriesgo, ya que voy en auto. ¿Qué se cree? ¿Que voy a detenerme por él?
Se equivoca.

Los 200 metros son ya cincuenta, y se reducen a cada segundo.
El perro sigue de frente, su mirada puesta en mí, y sus pasos disparejos y cojeantes continúan - impertubables- hacia adelante.

Puedo ver sus ojos, desafiantes, su mirada dura, su gesto decidido.
Nada parece existir sino nosotros dos. Y el camino, que se acorta, se acorta ya demasiado.

Un destello de lucidez llega a mi mente, y pienso que nadie, nadie me justificará si sigo adelante, nadie entenderá que este animal me desafía abiertamente, nadie me perdonará si le hago daño... y en el último instante doy un golpe brusco al volante y piso el acelerador, pasando junto al perro, tan junto, que se diría le he despeinado la sucia pelambrera...

Al pasar junto a él, creí ver un brillo rabioso en sus ojos, unos dientes apretados de rabia...

La calle es mía nuevamente, y podría alejarme de allí sin más, pero no puedo.
No puedo evitar mirar por el espejo retrovisor, y allí está. Sigue calle abajo, con su paso disparejo y renqueante, con su aire desafiante, enfrentándose esta vez con un bus. Temí el desenlace. ¿Lo respetará el chofer, miembro de un gremio de pésima fama?

Y bajé la velocidad casi hasta detenerme, para mirar, para ver que sucedía, cómo terminaba ese nuevo desafío del animal.

Y aunque no se crea, la última imagen que pude ver fué el perro, el muy insolente y audaz, parado en firme sobre sus cuatro patas, al medio de la calle, enfrentando a un bus detenido por su causa, con media docena de vehículos detrás...

.

4 comentarios:

  1. Anda con el perrito, si sale en las noticias que un tren ha tenido que parar porque un perro se le ha cruzado en las vías, ya sabes quién es XD.

    ResponderEliminar
  2. La verdad es que hay por ahí sueltos perros muy muy chulos... Se piensan que por tener unos colmillos afilados son los reyes del mambo.

    ResponderEliminar
  3. A veces ir 'desafiante' por la vida no está mal.. pero sólo a veces porque hay que tener cuidado con los trenes..

    Besos de Feliz Navidad!!!!!

    ResponderEliminar

Sólo dilo, no te cortes...