23 febrero 2012

"La tripulante zombie"

Queríamos salir de Ecuador pronto. Lo más pronto posible. No porque no nos haya gustado. De hecho, Guayaquil es una ciudad muy bonita, y mos gustó mucho lo que conocimos de ella. Queríamos quedarnos más tiempo, pero lo cierto es que su propia gente nos hizo sentir muy inseguros, hablándonos continuamente de que era peligroso, y de cuanto teníamos que cuidarnos, para que nada nos ocurriera. Así, nadie descansa ni pasea tranquilo, de manera que decidimos volver a Perú, a Lima, donde habíamos estado ya unos días y quedaban ganas de volver.

Pasajes en un buen bus no habían sino hasta 4 días más, de modo que debimos tomar el que hubiera. Y el que hubiera no parecía muy bueno, en realidad. Sólo después de haber comprado los pasajes advertí su nombre, y era tan extraño que generaba cualquier cosa, menos confianza: la empresa se llamaba "Super Churre". (Un churre en esas latitudes es -básicamente- un niño).


En fin, que cuando nos embarcamos, pudimos ver que el bus no era en verdad malo (sépase que en años de viajes hemos viajado casi en cualquier cosa con ruedas). Lo que sí, era un verdadero horno. Al parecer, había estado toda la tarde al sol, porque la temperatura en su interior era altísima. Nuestros asientos eran en el 2º piso, y no miento al decir que la temperatura del techo (la tomé) era de 41º. El aire acondicionado, recién encendido, apenas empezaba a funcionar, de modo que pasamos al menos una hora como pollos en el asador.

Finalmente, la temperatura bajó y pudimos acomodarnos y descansar.

Algo más tarde, Karina, nuestra tripulante (como llaman por allá al equivalente terrestre de una aeromoza), nos entregó los formularios que debíamos llenar para el paso por ambas fronteras, ecuatoriana y peruana, y rellenarlos nos llevó un rato, que escribir en un bus en movimiento no es cosa fácil.

Luego, nos puso una película para amenizar el viaje, pero ni siquiera recuerdo como se llamaba. Cansados como estábamos, y puesto que caía ya la noche, nos dormimos sin verla (además de que no soy para películas de esas con persecuciones de autos, choques, más persecuciones, volcamientos, más persecuciones y los infaltables héroes norteamericanos invencibles, ni siquiera en un viaje largo).

Me despertó una música estridente. Era la melodía del menú de la película, que había terminado y se repetía una y otra vez, molesta y cansinamente. El bus iba en la penumbra propia de ellos, iluminado su interior apenas por unas pequeñas y tenues luces sobre nuestras cabezas.

La música, a un volumen más fuerte del que había estado la película, sonaba estridente. Aún así, la mayoría de los pasajeros dormía. Yo no pude conciliar el sueño de nuevo. Me molestaba demasiado. Se repetía incansablemente y ya sentía ganas de darle un golpe al parlante, situado -¿cómo no?- sobre mí.

Miré entonces hacia atrás, en busca de Karina, pensando en por qué demonios no apagaba el dichoso aparato. Usualmente, la (o el) tripulante ocupa un asiento al final del bus, y me levanté dispuesto a ir hasta allá, para encontrarme con la sorpresa de que estaba a sólo unos pasos más atrás. Fui hasta allí, y ví que dormía.

Uf, y ahora ¿que hago? ¿La despierto? ¿La dejo dormir? -pensé-. Ya me volvía a mi asiento, cuando me hice consciente nuevamente de la famosa música. Miré el lugar donde estaba el DVD, pero no me atreví a meterle mano. Con mi suerte -me dije-, capaz que le pasa algo.

No quedaba pues más que despertar a Karina, de modo que volví junto a ella, y le hablé.
Nada, cero respuesta.
No quería hablar más fuerte, pues a mi alrededor todos se veían dormidos.
La tomé de un hombro, y la moví despacio.
Nada.
La sacudí un poco.
Nada.
La tomé del brazo y la sacudí más fuerte.
Nada.
Parecía muerta, ahí, tan serena y tan indespertable.

- Por Dios -me dije- esta chica duerme y no sabe ni de su... alma.

A fin de cuentas, ya estaba en eso, de modo que no iba a darme por vencido así como así. La tomé de ambos brazos y la hice incorporarse, y ahí quedó sentada, durmiendo.
Sólo cuando puse mi mano bajo su barbilla, la levanté y la llamé por su nombre, abrió los ojos. Le expliqué que la película había terminado, y le pedí que por favor apagara el DVD. Y entonces ella se levantó, y caminó hasta el aparato.

Pero en ese momento, el pasajero que iba en el asiento delante del mío, le habló para pedirle un nuevo formulario de inmigración, diciéndole que se había equivocado al escribirlo.
Karina, sin apenas mirarlo, le preguntó cuál quería.
Él le respondió que ambos.
La tripulante se acercó entonces a una gaveta que allí en el pasillo había, tomó dos talonarios con formularios, los puso encima del mueble y, sorpresivamente, caminó 2 pasos hacia su asiento y se dejó caer de frente sobre él, de forma tal que quedó a medias atravesada, con su brazo izquierdo rodeando la barriga del pasajero del lado, medio cuerpo encima de él y su cara recostada sobre su hombro. Profundamente dormida.
Era de ver la cara que puso el pobre hombre, al abrir los ojos sorprendido por el golpe recibido y encontrarse con una atractiva tripulante durmiendo encima de él.
Pero resultó ser un buen tipo, porque después de mirarla, se quedó muy quieto y volvió a dormirse (debe haber tenido agua en lugar de sangre en las venas, digo yo, que no habría podido dormir en una situación así).

Junto al pasajero que iba detrás mío, la veíamos dormir, y luego nos mirábamos y reíamos por lo bajo, asombrados de sueño tal.
De pronto, la tripulante se dió media vuelta y quedó bien estirada en su asiento, dejando libre a su gordito vecino.

Pasó un rato así, y ya acostumbrado al ruido de la música, me empezaba a bajar el sueño, cuando sorpresivamente Karina se levantó, muy fresca, se acercó al ruidoso dvd y de un manotazo lo apagó. Y fue lo último que hizo, porque allí mismo cayó sentada sobre el mueble del pasillo, junto a la escalera, y siguió durmiendo...

Mi vecino de atrás y yo nos miramos sorprendidos, y rompimos a reír -no muy discretamente-, para luego pasar a preocuparnos, seriamente.
Y es que Karina dormía allí sentada, con las manos caídas a los costados, y moviéndose acompasadamente con el bus. Temiamos que se cayera, y allí estábamos, con medio cuerpo fuera del asiento y un brazo estirado, dispuestos a sujetarla si en una curva un poco más pronunciada se caía de su lugar.
Es que detrás de ella sólo había el vacío de la escalera, y de caerse por ahí, fácilmente se mataba o se rompía la cabeza y un par de huesos.


Cuando ya habíamos decidido tomarla y llevarla a su asiento, se levantó y caminando como zombie se fue a su asiento, donde siguió durmiendo, como si nunca se hubiese levantado.

Un suceso extraordinario, que pudimos ver sólo unos cuantos pasajeros.
Extraordinario nos pareció, también, que se haya despertado rato después, 2 minutos antes de llegar a la frontera, y haya asumido sus tareas fresca como una lechuga. No quedaba ni rastro de la tripulante zombie que habíamos visto un rato antes...


.

2 comentarios:

  1. Para mí que esa chica era sonámbula o algo así. Jo, qué mal rollo XD.

    ResponderEliminar
  2. Jajajaja, estoy alucinada!! Igual tenía narcolepsia o algo así! Es tremendo que teniendo ese problemón con el sueño la tipa se dedique a algo así... Qué bueno. Yo me habría acojonado si hubiera visto algo así.

    ResponderEliminar

Sólo dilo, no te cortes...