21 diciembre 2013

Otra de gatos...


[El susodicho en el jardín de un tercer vecino...]

Es de todos, en la familia, muy bien sabido que su gato, ese gato gris, grande, gordo y perezoso, es -ni más ni menos- un holgazán, que no mueve un pie si puede evitarlo, y muchos menos dos, salvo que fuese cosa de supervivencia, como para comer, por ejemplo.

Pocas horas pasa en casa, en todo caso, y lo normal es que sólo llegue a la hora de almuerzo, para ese menester, y en la noche, para ocupar la cama que tiene armada en un rincón del cuarto de baño.

Pero lo que nadie sabía, ni sospechaba, en que en realidad el gato,  ese gato gris, grande, gordo y perezoso, es también un sirvengüenza...

Y la forma de enterarse de ello no deja de ser simpática:

Estaban en la puerta de casa un día, el papá y su hija adolescente, y a sus pies dormía (su principal ocupación diaria) el gris, grande, gordo y perezoso gato.

Pasó entonces por allí un vecino, el que -al verlo- frunció el ceño, se agachó presto y -tomando el gato bajo el brazo- , dirigió una severa mirada de reprobación a quienes tenían al aniimal a sus pies, y se lo llevó a su casa, ante las atónitas miradas de sus legítimos dueños, ante la sorpresa de quienes lo vieron crecer desde que apenas soltaba un débil maullido.

Ambos quedaron sorprendidos, pero en realidad no quisieron pensar en qué significaba aquello, y le restaron importancia.

Sin embargo, días después, al regresar a casa, se encontraron con que en la ventana de otro vecino, tirado cuan largo era, en el interior de la casa, dormía plácidamente el gris, grande, gordo y perezoso gato. Sí, dentro, y cómodamente instalado sobre un acolchado.

Ya la cosa pasó a mayores, con esto. No podía ser sólo un arrebato extraño de un vecino, ya que esta casa no era la misma de aquél otro. Ai había -a no dudarlo- gato encerrado...

Puestos a ello, y tras unas cuantas averiguaciones, resultó que eran varios vecinos los que consideraban al gris, grande, gordo y perezoso gato como propio, y lo cuidaban y alimentaban, convencidos que a ellos, y no a ningún otro, les pertenecía.

Y claro, no podía ser otra la explicación para que estuviera gordo, ni para que se lo pasara durmiendo... Con esa dieta y ese régimen, ¿quién no haría la siesta todos los días...?


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2 comentarios:

Sólo dilo, no te cortes...