13 enero 2014

Spa para colibríes


Nuestro jardín ya no es lo que era, está bastante venido a menos.
Se ha vuelto un tanto agreste, y muchas plantas crecen a su aire, liándose unas con otras.
En esta época se puebla de flores, de diversos colores y tamaños. La mayoría de ellas son flores de cáliz largo, apropiadas para alimentar a los colibríes.
Por eso, a lo largo de los años, siempre hemos tenido el gusto de contar con una visitante permanente, una pequeña y descolorida hembra, y con un molesto y desagradable visitante ocasional, un macho zumbante y lleno de color, que no se deja fotografiar.
El saberse bello lo ha convertido en un odioso y arrogante divo y, ¿quién soporta a alguien así?
Suele venir por unos segundos solamente, y agitado, enojado, intenta llevarse a la siempre discreta damisela que busca la sombra de nuestro cubierto jardín.
A veces lo logra, pero las más de ellas no. Y allí sigue ella, tan gris y tan tranquila como siempre, disfrutando de la paz de la tarde, y de la frescura que proporciona la vegetación. A ella si le he tomado fotografías, incluso en momentos íntimos, como aquella vez en que -con mi pobre celular- la tomé en medio de su baño.

Es cierto que nuestro patio ya no es tan tranquilo y silencioso como antes, pues tenemos una pareja de inquilinos afroamericanos, ruidosos como ellos suelen ser,  a los que instalamos en un rincón, junto a los mioporos y con plantas creciendo alrededor de su jaula. Nacidos y criados entre cuatro paredes, el solo ver vegetación alrededor los ha hecho aún  más alegres y bulliciosos que lo que ya eran. 
Estos inquilinos son una pareja -que no creo sean realmente pareja porque jamás se han apareado- de coloridos Inseparables (agapornis), que ya no pueden tenerlos en la casa que los tenían, y nos han llegado con visa de turista, pero con serias pretensiones de convertirse en inmigrantes ilegales.
Sin embargo, aún con el bullicio de los Inseparables incluído, nuestro jardín sigue siendo un lugar apropiado para descansar, ya que no hay otros ruidos, y el tránsito de personas es mínimo.

De modo que, aunque me alegró mucho darme cuenta de ello, no fue totalmente una sorpresa encontrarme con que, en lugar de una colibrí reposando a la sombra de nuestro jardín cubierto, habían esta semana 3 de ellas. 
Un gusto para mí verlas descansar, acicalarse y también alimentarse, sin importarles que yo esté allí, a dos pasos de ellas.
Es un pequeño consuelo para quien siempre ha soñado con ir de safari fotográfico, con mucho tiempo disponible y una cámara con un gran lente, para registrar todas las maravillas que nos dá la naturaleza.


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2 comentarios:

  1. Mi misión imposible es fotografiar un colibrí en movimiento.

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  2. Es difícil, y uno no queda nunca conforme con el resultado. ¬¬

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Sólo dilo, no te cortes...