18 octubre 2014

La flaca.

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Siempre estaba en la misma esquina,
junto al semáforo del Líder.
Flaca como para ser la envidia de muchas,
pero con tales pesares reflejados en el rostro.
como para no serlo de ninguna.
Inventaba una sonrisa (no se cómo)
cada vez que me ofrecía una limpieza de parabrisas.
Nunca acepté que otros lo hicieran,
pero a esa mujer flaca,
cuyos profundamente tristes ojos desmentían,
arteramente, la sonrisa que me regalaba,
no podía decirle que no.
Y aunque sus ojos tristes
(tan tristes)
herían mi alma,
no puedo negar que los míos la buscan
-todavía-
cada vez que paso por ahí...

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