21 marzo 2015

No tan vana...


La moto, poderosa y con apariencias de nueva, corría velozmente por la avenida, sorteando uno tras otro los vehículos que encontraba a su paso. En el asiento trasero se movía, incómodo, el pasajero, a cada nueva maniobra que la avezada conductora hacía.

Molesta ya por eso, bajó ella la velocidad, levantó la visera del casco y, por sobre el hombro, le gritó: ¿Qué te pasa, que te mueves tanto?!

Él, que ninguna protección llevaba y recibía en la cara la fuerza del viento, le respondió tan fuerte como pudo: Es que vas muy rápido, y no puedo sujetarme bien...!

Se irguió ella un poco, como si quisiera volverse hacia él, y le dijo: No te afirmes de mi chaqueta, tonto, afírmate de mí!

Metió él entonces las ya frías manos bajo la negra prenda de cuero, y las ciñó a su cálida cintura, a la vez que se recostaba sobre su espalda para protegerse del viento.

Antes de bajar la visera y acelerar de nuevo, le gritó ella: Cuida donde pones las manos, o te lo haré pagar!

Si habrá oído o no la advertencia, no es cosa que podamos decir. Pero sí sabemos que donde sus manos terminaron no fue en la cintura, sino bastante más arriba (en un lugar más suave y agradable), así como sabemos también que, cuando llegaron a destino, todo él ardía, aunque quizá no tanto como la cara de ella al sacarse el casco...

Y, aunque en los momentos siguientes la amenaza pareció haber sido vana, se sintió bastante más real para él, al despertar entre sus sábanas con ella aún encima, a la mañana siguiente...


.

2 comentarios:

Sólo dilo, no te cortes...