03 noviembre 2009

Stress


Dicen que el stress laboral mata.
Estoy de acuerdo.
Mata.

Mata las ganas de trabajar.
Mata las ganas de hacer las cosas habituales.
Mata las ganas de hacer las cosas que más te gustan.
Mata las ganas de hacer nada.

Después de un tiempo, ya no se quiere hacer nada, salvo esperar que los días pasen pronto, y la jornada de trabajo se acabe de una vez, para poder volver a casa… son siete días larguísimos, eternos, y sin embargo tan cargados de trabajo, que parece que éste no se acabara nunca, y los papeles se apilan, los temas pendientes se amontonan, la bandeja de entrada del Outlook se satura de correos sin leer (“su correo se ha cerrado, porque la bandeja de entrada excede el límite permitido”), y todo se hace cada vez más odioso…

Sin embargo, el que pasen esos siete días, y pueda volver a casa, no soluciona nada…
En casa,
sigue la falta de ganas de hacer las cosas habituales.
Sigue la falta de ganas de hacer las cosas que más te gustan.
Sigue la falta de ganas de hacer nada.

Y eso empeora todo,
pues añade mas leña al fuego,
las relaciones se hacen más difíciles,
no se puede ser como se espera, como se está acostumbrado que uno sea,
y sólo quisiera dormir, dormir, dormir,
o enajenarse un rato, una hora, dos y tres jugando juegos en el PC,
para poder hacer algo sobre lo que tengas control,
algo que puedas manejar y resolver y llevar a cabo,
sin sorpresas, sin sobresaltos, sin temores, sin presiones de ninguna especie…

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Sólo dilo, no te cortes...