04 noviembre 2009

...

Un poco de descanso,
con sólo un turno alejado del trabajo,
con el correo inaccesible porque está saturado desde hace una semana,
sin llamadas al celular,
cada vez más aislado de lo que pasa,
a 200 kms. de la mina,
sin poder enterarme de los problemas,
sin que nadie me pregunte –por enésima vez- como hacer lo que le he enseñado ya 3 o 4 veces como se hace,
sin que nadie me pida cosas a última hora,
sin urgencias a deshora,
sin problemas para dormir,
comiendo a la hora debida –y bien-,
me ha ayudado mucho a volver a respirar pausado,
a olvidar los diarios dolores de cabeza,
a hacer las cosas sin apresurarme,
a no preocuparme por lo que no puedo resolver…

Y puedo notar que las cosas cambian,
que ya no estoy tan tenso,
que –aunque no siempre- ya estoy mas relajado,
y con ganas de hacer cosas…

Hace un par de días, me dio por hacer manualidades,
y de la nada hice un banquito para mi esposa,
para que pueda sentarse a cuidar y atender a sus plantas
-suyas desde que yo dejé de atenderlas y preocuparme de ellas-,
cosa que alguna vez me había pedido,
y para la que yo no lograba reunir ánimo y disposición suficiente.

Le alegró verlo realizado,
pero en el fondo, más me alegró a mí el haber sido capaz de hacerlo,
de agregarle detalles,
(como un espacio para las herramientas)
y de crearlo,
no como una cosa hecha a la ligera,
“para cumplir con la esposa”,
sino como un regalo hecho con cariño, con interés, con amor si se quiere,
para esta mujer que tan bien cumple con soportarme,
con aceptar mi mal genio y mi ceño permanentemente fruncido,
mis repuestas hoscas,
y –muchas veces- mi deseo de estar solo con mis preocupaciones.

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Sólo dilo, no te cortes...