03 marzo 2013

Oferta: Lleve 3 por el precio de uno...

Como ya sabe todo quien viene por aquí, me gusta escribir. Mucho.
Pero a veces se me hace difícil hacerlo. En el trabajo es casi imposible, y en casa, bueno, muchas veces prefiero olvidarme de todo dedicándole tiempo a "mis chicas", jugando online. Es la única manera de no pensar en aquellas cosas que quisiera no tener que pensar, como que mi negrita está sospechosamente enferma (le temo a una recaída del cáncer) o que mi cuerpo inventa a diario cosas nuevas para amargarme la vida (antígeno prostático alterado).

Así, se me acumulan las ideas en la cabeza, y las historias que contar. 
Por otra parte, me he dado cuenta  que si escribo más de un post, por lo general mis escasas y fieles lectoras sólo leen lo último que haya escrito. 
De modo que teniendo más de algo que decir, pensé esta vez en hacer un "combo" y escribir tres post por el precio de uno:



No sólo la rusa...


No sólo la rusa (la de la historia de pseudosocióloga) me ha tenido preocupado y algo deprimido ultimamente. 

También lo ha hecho esa pobre chica quinceañera de islas Maldivas, que después de haber sido violada por su padrastro y luego de haber visto el asesinato del hijo fruto de esa relación, tendrá que vivir tres años pensando en que al cumplir los dieciocho recibirá 100 azotes como castigo por haber tenido relaciones prematrimoniales.  Si es que hay que joderse...  Hay que joderse, sobre todo cuando te enteras que quien le dio esa condena no fue un anciano musulmán fundamentalista y misógino, sino una jueza. Sí, una mujer.

Me preocupan y me deprimen también las chicas como esa que vi a las cinco treinta de la mañana -que aunque no parecía tener más de 18 años-, caminaba con dificultad y afirmándose de las paredes, riéndose como una tonta de quien sabe qué, a causa de su avanzada ebriedad. De la forma provocativa en que iba vestida, no quedaba sino rogar que lograra llegar a su casa entera (no hace mucho apareció una como ella muerta en una playa).

Me preocupan y me deprimen, además, las mujeres como esa que vi -también de madrugada- llegar con paso cansado y triste rostro a la puerta de una casa cercana, y sentarse en ella, abrazándose las piernas -que la minifalda dejaba desnudas- para darse algo de calor (al amanecer siempre hace algo de frío). Me dijo mi negrita que eso es de todos los días, que llega a esa hora y espera allí sentada hasta que horas después alguien le abre la puerta. Si tiene que trabajar de noche (¿qué otra cosa podría hacer a diario?), ¿no sería justo que tuviera al menos una llave para entrar cuando llega en la mañana?

Por eso evito todo lo que puedo leer periódicos o ver noticias en la tv, porque prefiero en lo posible ignorar cosas como ésta, ya que nada puedo hacer para evitarlas...  pero cerrar los ojos a lo que me rodea, eso, no puedo.




Tras un Suspiro


A mi negrita y a mí nos gustan mucho las flores, y también las enredaderas. De modo que una enredadera que tenga lindas flores no puede sino gustarnos mucho.


Hasta ahora, sólo habíamos conseguido tener ésta, de color lila, y cuyas flores duran varios días. Les encantan también a los picaflores, que nos visitan a diario, y a las abejas cortadoras de hojas, que por ellas invaden nuestro jardín.

Pero mi negrita -amante desde siempre del color azul- y yo mismo -porque me trae recuerdos del pasado- siempre hemos querido tener una similar, a la que yo conocí siempre como suspiro azul, pese a que contrariamente a lo que me decía mi padre, no duran lo que un suspiro, sino un par de días, al menos.



Y de tanto buscarla, al fin conseguimos una, en uno de los pocos viveros que tenemos en la ciudad. Sus hojas son inconfundibles, ya que son de dos formas diferentes en la misma planta, unas acorazonadas y las otras no. Nos costó lo suyo, pero el deseo de tenerla era mayor que cualquiera otra consideración, de modo que la compramos. Ya estaba crecida,así es que la pusimos directo al suelo, y enredamos sus guías en las ramas de un mioporo. Los días pasaron, y la enredadera crecía bien, como si siempre hubiese estado en nuestro jardín. Pero no daba flores. Ni una. Y eso nos tenía un poco tristes. Y un poco molestos.

Hasta que el sábado pasado, mientras preparaba el desayuno, miré por la gran ventana que tenemos en la cocina, y que nos muestra el patio y el jardín, cuando observé arriba, en lo más alto del mioporo, una flor grande y llamativa, de color blanco. Nunca la había visto, y no entendía de dónde pudo salir, así es fui hasta allá a verla. La vi, y era igual que un suspiro azul, pero mucho más grande, y totalmente blanca. Aunque ya me era evidente de donde había salido, seguí las guías de la enredadera y me quedó claro que provenía de nuestro supuesto suspiro azul.


Le conté a mi negrita, cuando tomamos el desayuno, y se la mostré por la ventana. Cuando salimos al patio a verla, una hora después, para nuestra sorpresa ¡ya se había muerto! 

Lo mismo ha pasado con las 5 o 6 flores siguientes.

Así es que nos ha quedado claro que somos los casi felices poseedores de un auténtico suspiro blanco que, como me decía mi padre, dura tanto como el suspiro que le da el nombre o, como diría yo, dura tanto como las alegrías de esta vida...


[Ahora, a seguir la búsqueda del suspiro azul... ]



Y no supe qué decir...

Esta tarde fuí a comprar una madera que necesitaba, para uno de los infaltables proyectos de mi negrita. Cosa extraña, pues solemos hacer todo juntos, fui solo.

Cuando estaba en la caja, pagando, deslicé la tarjeta por la máquina demasiado rápido, de tal manera que me salió el mensaje de que ésta no era aceptable.

La chica de la caja -una  morena joven y linda, de brillantes ojos- me dijo amablemente que lo hiciera de nuevo, esta vez más despacio.

Yo lo hice, a la vez que le decía: 

- Las cosas hechas a la rápida siempre salen mal...

Y entonces ella, mirándome a los ojos, con una pícara expresión en su rostro, me dijo:

- No siempre, a veces salen muy bien...  (con énfasis)

Y yo, aquél a quien le sobran las palabras y quien tiene siempre una respuesta pronta en los labios, sorprendido por su frase ¡me corté! y no supe que decirle... (amén de cierto calorcito sospechoso en las mejillas)

Su cara todavía reflejaba picardía cuando un minuto después me entregó la boleta, y me fui...



[Sí, podía haberle dicho algo ingenioso entonces, pero para mí lo que no se dice de inmediato, ya no vale. Simplemente, me ganó. (Hay que saber perder) ]


.



                                                 

2 comentarios:

  1. Por pasos.Esperemos que vuestra salud solo vaya a mejor.
    Lo que sufren algunas mujeres es tan tremendo que a veces dan ganas de ignorar, pero creo que aunque solo escribamos sobre ello, aunque solo hagamos pensar sobre ello a alguien un segundo...algo hará...granito a granito.
    Y la magia de las flores..pues eso...un momento sencillo pero con magia.

    ResponderEliminar
  2. Jajaja, la del supermercado te pilló pero bien XD. Espero que lo de tu negrita no sea nada, y tú mejórate.

    ResponderEliminar

Sólo dilo, no te cortes...