27 noviembre 2014

Caminar...

El mundo es redondo, dicen.
Que lo antes iba, ahora viene, y lo que antes venía, ahora va.

Y en verdad a veces resulta así.



Hace años atrás, cuando nos casamos, yo caminaba un paso y mi Negrita, para seguirme, tenía que dar dos y medio...
Yo mido uno setenta, y ella sólo uno cuarenta y cinco.
Yo estaba acostumbrado de toda la vida a caminar rápido, y muchas veces se me olvidaba que ella era distinta a mí.
Pero no se quejaba, ni reclamaba. Apretaba los labios y me mantenía el paso.

Hoy, ella sale a caminar, para hacer el ejercicio que necesita, y yo la acompaño, pero me quedo en el auto, mientras ella camina una hora a un paso imposible para mí.
Demasiado rápido, para mis rodillas que ya no valen mucho.

Sólo va a caminar cuando yo estoy en casa, al anochecer, porque le gusta caminar en una avenida junto al mar, bastante lejos de casa. Y sólo va cuando estoy yo, porque así se siente segura. Le hace sentirse segura el que yo la esté esperando, y con el celular en el bolsillo confía que yo estaré junto a ella en cuanto me necesite.

No puedo evitar sonreír al pensar en que, si quisiera que la acompañara (le gusta caminar sola), tendría que ser yo ahora el que caminara tras ella, alargando los pasos para poder alcanzarla.

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2 comentarios:

Sólo dilo, no te cortes...