21 noviembre 2010

Crónicas de hospital


Y sonaron las doce campanadas, y la medianoche pasó.
Pasó la medianoche del domingo aquél, el del 14 de noviembre, y fuí internado, como se esperaba, como estaba presupuestado.
Bueno, tal vez "como estaba presupuestado" resulte inexacto, en este caso. Porque se suponía que fuera ingresado a una habitación de 4 camas, y me llevaron a una de sólo dos. La onerosa diferencia me llevó a protestar de inmediato, pero me dijeron que de cuatro no había, y que por ese error, ellos asumirían la diferencia (eso espero).

El control de ingreso arrojó una presión de 151/110. Dizque sería por el stress propio de internarse. Dejémoslo así [sería feo asumir que tuviera parte en ello el angelito que me lo realizó].

Me etiquetaron, como a un paquete cualquiera, con un código de barras y mi nombre, para pasar luego por la ignominia de quitarme la ropa y vestir la clásica bata de hospital: blanca, con unas lindas florecilllas azules estampadas, y vergonzosamente abierta por detrás. Más vergonzoso aún el que, con el brazo malo, no podía atármela solo... tuve que pedir ayuda.

Solo en la habitación.
0348
Me despierto por cuarta o quinta vez.
Nada que hacer.
0500
Despierto nuevamente.
Me doy veinte o más vueltas en la cama, como un pollo al spiedo cualquiera.
Más por hacer algo, que por otra cosa, me levanto al baño.
Todo blanco, todo limpio, un extractor de aire funciona permanentemente, haciendo un ruido molesto. Y ya que molesta ¿por qué no apagarlo?
Un interruptor en la pared, el único visible, parece ser el indicado. Lo oprimo.
El extractor y su zumbido molesto siguen, como si nada.
En el silencio de la noche, se oye claramente -aunque lejano- un timbre de alarma...
Una duda nace en mi interior, y desaparece segundos más tarde, al escuchar abrirse la puerta de la habitación, y una voz alarmada que pregunta ¿dónde está? ¿le pasó algo?
Lo siguiente es que se abre la puerta del baño, y la auxiliar me pregunta:
¿por qué tocó el timbre?
Balbuceé algo acerca de haberme apoyado sin querer en él, y con el rostro acalorado, me fuí a acostar...
Dudo -seriamente- que me haya creído...
07:30
Después de bañarme, me cambié la bata de tela por una tenida especial para la operación: otra bata del mismo modelo, pero azul, en un simpático conjunto que incluía zapatos, ropa interior y un gorro...

Llegó una arsenalera -Ingrid- a buscarme en una silla de ruedas.
Simpática, hizo lo posible porque estuviera relajado.
Ya en pabellón, la anestesista -una doctora de apellido y aspecto alemán- me encandiló con sus ojos de color del agua, me puso a dormir, y no supe más...
La operación fue un éxito, según el doctor, aunque el daño era mucho mayor del que se suponía. En lugar de dos horas, la operación duró casi cuatro...

Cuando desperté, tenía un solo pensamiento: duele...

Ahora sólo resta esperar que el dolor ceda, que la herida cicatrice bien, y que tres meses de terapia me devuelvan mi brazo...

2 comentarios:

  1. esas batitas ademas de vergonsosas hacen que te de un frio por el...

    en fin que bueno que resulto todo bien! solo espero que los tres meses se te vayan como agua.

    Una pregunta como te hiciste eso del brazo? ahora que lo pienso no lo se!


    Un beso!

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  2. Tío me alegro que haya salido bien y que le hayan arreglado todo, todo...

    Yo tengo la misma duda...cómo fue lo del accidente??

    A! felicitaciones por el mapa... ni se nota el pegamento.

    Cariños!

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Sólo dilo, no te cortes...