09 noviembre 2010

Recordando a mi ex...

Si, que estando en la consulta del traumatólogo (otra vez),
he tenido que esperar dos horas (otra vez),
y estando en ésa, aburrido como no se imaginan,
me he acordado de mi ex...
Sólo que ésta vez no es una ex, sino un ex
[epa, que feo sonó eso...]
Mejor empiezo de nuevo: me acordé de mi ex-jefe,
que es todo un personaje...

Siempre he dicho que el día que me echen de mi trabajo,
voy a escribir un libro, al que llamaré "Mis años en F..."
Y de ese libro, no puedo menos que reservar dos o tres capítulos para mi ex-jefe.
Y es que no merece menos, el hombre.
Es tan especial, que lo bauticé "el inefable".
[inefable: que no puede describirse con palabras]
Es tan especial, y ha influído tanto en mis últimos 10 o 12 años,
que hasta he pensado que el libro tal vez debería llamarse
"A la sombra del inefable"...
[en su momento, reemplazaré inefable por su nombre, obvio].


Es tanto lo que podría decir de él, que he pensado
comenzar a contar algunas de sus anécdotas aquí,
algo así como una "novela por entregas...", al estilo Dickens.

Para empezar, ¿que mejor que el comienzo?
Mi primera sospecha de que era un tipo ruin vino cuando yo,
humilde empleado de una pequeña empresa de servicios,
le pedí a él me contratara para la empresa multinacional
en que laboraba, mucho mejor que la mía.
Yo le había hecho algunos pequeños favores,
y eso me llevó a pedirle una cosa tal. Aceptó de buen grado,
y aún me aseguró que lo haría,  a la primera oportunidad.
Robé entonces tiempo a mi trabajo, y me dediqué a aprender
 el que hacían sus empleados, aventajando incluso a algunos de ellos.
Quería estar preparado para cuando llegara el momento.

Un buen día, uno de los muchachos se retiró, y dejó la vacante.
Yo andaba de viaje, por mi trabajo, y al regresar encontré
que había contratado a otra persona, pese a que le recordaron
lo que me había prometido a mí.
Ni se excusó siquiera.
Pero su nuevo trabajador no duró ni dos meses, y se fue.
Antes de que alcanzara a contratar a otra persona,
todo mundo corrió a avisarme de la vacante, y a presionarlo
para que cumpliera su palabra. Casi por obligación, me contrató.
No sabía yo dónde había caído...

Sólo diré -por ahora- que mi primer día de trabajo estaba yo en nuestra oficina, con dos compañeros, cuando lo vimos asomarse a la puerta. Uno de ellos corrió a abrirle (luego aprendería yo que jamás abría la puerta por sí mismo), para dejarle entrar, venía indignado quien sabe por qué razón.
Se quitó entonces el casco de la cabeza, y con furia lo arrojó al piso, ante mi espanto. Lo arrojó como si fuese una pelota, y rebotó como si fuese una pelota, y como si una pelota fuese, lo pateó con inusitada violencia, haciéndolo volar por los aires, hasta estrellarse en una pared, desde donde se devolvió hacia nosotros, que escapamos apenas de tan desusado proyectil...


Fué tal la impresión que recibí, que tardé años en perderle el miedo, años en atreverme a enfrentarlo...


To be continued...

3 comentarios:

  1. por fin puedo leer la entrada.

    Que espanto de persona! aunque causa un poco de gracia la escena una vez mi jefe estaba tan enojado que comenzo a aventar atunes (latas de atun) a su esposa; era un negocio familiar asi que lo administraban los dos y era de comida por eso los atunes..

    Ha que mantenerse lejos de ese tipo de jefes..

    Un beso

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  2. Yo, de momento, sólo tuve un trabajo, así que no tengo muchas anécdotas a contar ni experiencias como la tuya, pero parece que todos son unos cretinos... u.u'

    La serie de Nikita no la vi, pero llevo tiempo queriendo verla, he leído que es igual de buena o mejor que Alias :) La apuntaré en la lista de series pendientes ^^

    ¡Un saludo!

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  3. Cuando uno tiene un jefe así, lo primero en que piensa es: "Cuando yo sea jefe, no voy a ser así, jamás!"

    Pero al final, termina uno siendo algo muy parecido... no puedo negarlo...

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Sólo dilo, no te cortes...