27 septiembre 2011

De tenis, jefes y dudas insolubles...


Desde que supo que en el campamento hay cancha de tenis, mi nuevo jefe empezó a proclamar a los cuatro vientos que él jugaba, y además, que era bueno jugando.
Y se lamentaba casi a diario porque no encontraba con quien jugar.
Tanto molestó con eso, que al fin M, uno de los muchachos que trabajan conmigo -casualmente mi compañero de habitación- se animó a decir que él jugaba también.
Nada más decirlo, y nuestro jefe empezó a pedirle que jugara con él, insistentemente.
Y M no quería aceptar, porque me decía que él no era bueno, que apenas si jugaba de vez en cuando, para divertirse.

Finalmente, le ganó por cansancio, y este turno aceptó jugar contra él.
Cuando M llegó a la habitación, de regreso del partido, venía algo triste. Nuestro jefe le había ganado, sin dificultad, y eso no le importaba, pero su actitud posterior no había sido la mejor. Resultó ser de esas personas que no pueden hacer nada sólo por divertirse, sino que se dejan llevar por el espíritu de competencia, y se vanaglorian de cualquier triunfo como si fuese el campeonato nacional.

Me molestó eso, pues M, al fin y al cabo, había aceptado jugar sólo por divertirse un rato, no para competir o ver quién era el mejor, y sin embargo se esforzó tanto por hacerlo bien, que hasta rompió su raqueta jugando.

Cuando llegó mi jefe a la oficina, la mañana siguiente, entró proclamando su triunfo, diciendo que había ganado, y dando incluso los resultados del pertido. No "lo pesqué" para nada. Pero cuando -a lo largo de la mañana- ya había repetido lo mismo por cuarta o quinta vez, decidí darle algo en qué pensar, para que se le bajaran un poco los humos. Y le dije, ahí en medio de la oficina y así como de casualidad:

- Era de esperarse el resultado...

Sorprendido, me preguntó de inmediato:

-¿Cómo? ¿por qué, tú sabías que juega mal?
- No, todo lo contrario.
- Y entonces, ¿qué quieres decir?
- Hombre, eres su jefe, ¿qué esperabas?
- ??
- (Aquí mentí descaradamente) Tuve una vez un Gerente que gustaba de jugar ajedrez conmigo. Nunca le gané abiertamente, salvo una que otra partida. Y hasta me hacía el sorprendido ante alguna jugada, como si hubiese sido magistral... ¿cómo iba a ganarle si era mi Gerente?
- ...
- Y eso, que yo no estaría tan ufano de mi triunfo, si fuera tú...

Se puso verde. No dijo nada más y salió.

Mas tarde, hablando con M, le conté lo que le había dicho al jefe. M, entonces, me dijo:

- Ahora entiendo. Por eso es que se me acercó a preguntarme qué eran esos comentarios que había escuchado, de que yo me había dejado ganar. Y aunque yo le juré que no es cierto, ya me ha preguntado lo mismo tres veces... e insiste en darme la revancha. Quiere que volvamos a jugar.

Me reí de buena gana: ya sembrada la duda en su mente, no va a quedar nunca tranquilo. Y como aquí nadie calla nada, ya circula el rumor entre el personal que M es un "arrastrado" que deja ganar a su Jefe, lo que completa muy bien el efecto.

Obvio que para terminar bien la faena, le dije a M que no vuelva a jugar contra él -por ningún motivo-, para que no pueda saber nunca si realmente ganó, o lo dejaron ganar...

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7 comentarios:

  1. Jajajaja, pobre compañero, ahora tu jefe (¿Cómo era? ¿PSP?) le va a acosar para jugar de nuevo. Iuuurg, qué cosa me da eso de compartir el tiempo libre con un jefe... qué escalofrío.

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  2. Ah, Cristina, si supieras todas las sutiles maquinaciones que tuve que hacer para librarme de compartir hasta la habitación con mi jefe anterior.
    Imagínate, trabajar doce horas junto a un jefe (que no sólo no te agrada, sino que además te quitó el puesto), para luego tenerlo en la cama de al lado todas las noches (¿cómo le quitarías el control remoto de la tv?).
    Si a eso le agregas que le gustaba ir a almorzar conmigo (me esperaba hasta que yo fuera, así diesen las 3 de la tarde) y además que lo acompañara a cenar... Uf, te lo resumo: me acostumbré a no almorzar, sólo para sacármelo de encima (que estoy a dieta, jefe). Porque un día está bien, o dos, pero ¿todos?.

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  3. Bufff, leyendo tu entrada y tu comentario, me parece el horror tener que vivir con los del trabajo. Bastante tengo con aguantarlos ocho horas todos los días como para estar 24.

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  4. Bueno, ahora que lo pienso, tal vez a M no le haga ninguna gracia compartir habitación conmigo. Después de todo, soy en cierta forma su jefe también... 0_o

    Doctora,te lo resumo así:

    Compañeros de trabajo, los ves 12 horas, siete días. Comes con ellos las tres comidas diarias. Compartes habitación con uno de ellos.

    Esposa, la ves durante 5 días algunas horas (ella trabaja), sólo el fin de semana estas todo el día junto a ella. Compartes algunas comidas y duermes (menos mal) las 7 noches con ella.

    En consecuencia, compartes más con aquellos hombres que con tu propia mujer.

    Nota: ¿Se entiende ahora que lea y comente sólo en blogs de mujeres?

    Nota 2: Esto debería haber sido un post, mejor que un comentario, ¿no creen?


    .

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  5. ...como se cuecen habas....

    Rocío

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  6. :(, genial la entrada! Yo odio a los jefes en general y al mío, mucho, en particular.
    Me intriga tu trabajo, un horario terrible y poco margen para la vida familiar.
    Besos

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Sólo dilo, no te cortes...