18 septiembre 2011

¿Quién pidió pizza?


El repartidor subió de dos en dos las escaleras. Llevaba apuro, y no quiso esperar el ascensor por sólo dos pisos. Llegó al tercero, donde debía entregar las pizzas solicitadas y, antes de salir al pasillo, ya escuchó la música. La fiesta parece buena, pensó. Para cuando llegó frente a la puerta del departamento, su sangre cubana ya se había despertado, y sus pies intentaban seguir el ritmo mientras caminaba.

Se escuchaban, entre la música, voces y gritos. Definitivamente, buena la fiesta.

Tocó la puerta, y los gritos aumentaron de tono, y se escuchaba claramente: "el vedetto, el vedetto, llegó el vedetto..." Sonrió para sí al comprender que se trataba de una despedida de soltera.

La puerta se abrió, y la que debía ser la dueña de casa -una morena estupenda- le hizo pasar, con un gesto que sugería decepción, y diciendo: No, es sólo el repartidor de pizza.

"Aaaahhhh, nooo..". Fue la respuesta de las demás.

Picado en su orgullo (¿Sólo el repartidor??), y también -¿cómo no?- motivado por el ritmo de la salsa que llenaba el ambiente, entró bailando, con la caja de las pizzas en alto sobre su mano izquierda, y moviendo las caderas con ese ritmo que sólo un cubano puede llevar.

Nuevo griterío de las presentes, que se agruparon a su alrededor, haciéndole corro, mientras una de ellas le quitaba las pizzas.

Se lució bailando, recordando los más sensuales pasos aprendidos allá en su Cuba natal, y ya entusiasmado por la buena recepción de "su público", lentamente abrió su chaqueta, para enseguida, con un rápido movimiento, quitársela y enviarla volando a un rincón. La camiseta, de por sí ajustada, con el sudor se pegaba más a su torso, dibujando sus músculos...

Griterío, chillidos, aplausos...

"Que siga, que siga, más, más..."

Pero entonces, entre los gritos y la música, en un momento de lucidez, recordó el resto de las pizzas, que le esperaban en la moto de reparto, enfriándose, y a los demás clientes, que esperaban por ellas...

Tuvo que detenerse, y excusarse, diciéndoles que en verdad era sólo el repartidor de pizzas. Mientras recogía su chaqueta, la dueña de casa le tomó del brazo, y queriendo convencerlo de quedarse, le preguntó, señalándole a una rubia de infarto: ¿te vas? ¿acaso no sabes quién es ella? ¡es N, la de la televisión!

Él, mirándo a la rubia, no pudo negar su belleza, ¿cómo admitir que no sabía quién era? Desde que llegó de su país, no ha tenido mucha oportunidad de ver televisión, dos trabajos y una universidad nocturna no le dejan mucho tiempo. Siguió murmurando excusas, y pidió el pago de las pizzas.

Se fué con una sonrisa imborrable en la cara, con la mejor propina que nunca había recibido...




(Relato verídico, le ocurrió a un cubano avecindado en nuestro país. Está pensando seriamente en cambiar de trabajo...)

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4 comentarios:

  1. Pues yo estoy con Pseudo; seguro que le pagarían bastante más de stripper.

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  2. Eso es ser responsable en su trabajo, y lo demás es tontería! Aunque apoyo la idea de que deje las pizzas y se dedique al bailoteo :)
    Besos!

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  3. Jo, y a mí casa no llega el repartidor de pizzas... yo a un cubano así lo habría encerrado... en mi cuarto y conmigo dentro, claro.

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Sólo dilo, no te cortes...