27 noviembre 2010

Ex-jefe II, o ¿dónde está?!!

Novato aún, en mi primer turno de nochero, llegué a casa una mañana, después de una ardua jornada de 12 horas de trabajo nocturno. Desayuné y a la cama. Lo único que quería era dormir...

No creo llevara más de 1 hora durmiendo, cuando sonó -implacable- el teléfono...
Mi negrita (que por entonces aún no trabajaba), contestó pronta, para que el sonido no me despertara.
Una voz cortés, pero algo dura, le pidió hablar conmigo.
Ante la duda de ella, y sus explicaciones de que estaba durmiendo, la voz le dijo secamente:

- Sé que está durmiendo, soy su jefe, despiértelo.

Pobre ella, pensando en que si mi jefe me llamaba a esa hora sería por algo importante, tal vez por un error mío, una falta, corrió a despertarme. Medio dormido aún, acudí al teléfono.
El inefable, al oír mi voz, me interrumpió bruscamente, diciéndome, con voz por demás autoritaria:

- Tenía un lápiz en el cajón de mi escritorio, ¿dónde está?!!




Intentar explicarle que no sabía, que nunca entré a su oficina ni me acerqué a su escritorio, que nadie más lo hizo en toda la noche, que a mí poco me importaba un simple lápiz, teniendo tanto trabajo, no pasó de ser eso, un intento... porque no me dejó hablar siquiera, ni una palabra, hasta que luego de una larga perorata acerca de mis deberes mal hechos, acerca de la propiedad ajena, y bla bla bla, me cortó...

Demás está decir que ni a mediodía conseguía todavía dormirme de nuevo.
Demás está decir que, a la tercera llamada de ese tipo [¿quién usó mi taza? o ¿dónde está mi cuchara?, ¡no puedo tomar café sin mi cuchara!] en los siguientes turnos de noche, mi esposa compró un teléfono con visor de llamadas y nunca, nunca jamás, volvió a contestar sus llamadas... ni a dejarme que las contestara...

Cuando el inefable me preguntaba, ya en el trabajo, por qué no contestaba sus llamadas, yo encogía mis hombros y le decía, humilde:
- Esa mujer, jefe, que espera que me duerma y desconecta el teléfono... yo le digo que no lo haga, me enojo, la reto, pero es tan porfiada...  no sé que hacer con ella...
El inefable me miraba a la cara, y aunque asentía a mis palabras, sé que sabía que me estaba burlando de él, y sé que sabía también que yo sabía que él lo sabía...

¿Será por eso que nunca me quiso?

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2 comentarios:

  1. ¿esto no es cierto, no?No puede existir un jefe que llame para semejantes cojudeces.

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  2. Ja ja ja...
    Todo, cada palabra, es cierta...
    Con la mano en la Biblia,
    ante testigos juramentados.
    Y que conste que eso es sólo una de tantas cosas que soportamos durante años...

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Sólo dilo, no te cortes...