02 agosto 2012

Como un queso




La luna era como un queso,
esta mañana
(esta madrugada).
La luna era como un queso,
amarilla, redonda, enorme se veía en el cielo negro.

La luna era como un queso,
no parecía un satélite a miles de kilómetros,
sino un amarillo queso
que pende en las alturas
como si la sujetaran los invisibles hilos de una araña.

La luna,
esta mañana
(esta madrugada),
era como un amarillo y redondo queso,
que descendía lentamente
para esconderse tras los bajos y redondeados
cerros de la pampa.

La luna era como un queso,
amarilla y redonda,
y se fue discretamente, sin el derroche de luces y
colores con que se pone el sol,
sino suavemente, sin llamar la atención,
siempre igual de amarilla,
hasta perderse de la vista,
dejando apenas una ligera luz tras de sí.

La luna era como un queso,
enorme, perfectamente redonda y de un hermoso amarillo,
esta mañana
(esta madrugada),
y me quedé ahí mirándola,
me quedé con ella,
hasta que se fue.

Me gusta la luna, sobre todo cuando es cercana, cálida,
redonda, amarilla como un queso,
pero no deja de gustarme
aquellos días en que se ve sólo a medias,
cuando se siente lejana,
y se muestra blanca y fría
como cubierta de escarcha.
No deja de gustarme,
la luna.

Y era como un queso,
amarilla,
redonda,
esta mañana.


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1 comentario:

Sólo dilo, no te cortes...