19 junio 2010

Mirando el cieloraso...


No hay nada como pasar horas y horas acostado,
mirando un techo blanco,
para pensar sobre la vida de uno, para meditar las cosas
y verlas con claridad...

Durante bastante tiempo me he quejado de mi suerte,
me he quejado de mi hijo,
me he quejado de mi mujer,
no con otras personas tal vez,
pero sí conmigo mismo.

Habituado a lamentarme por mi suerte,
por mis dolores,
por mis carencias,
he olvidado (ahora lo veo)
los dolores y dolencias de aquellos por quienes afirmo vivir.

Sí, siempre me digo,
y les digo,
que yo vivo por ellos,
que nada hago sino por ellos,
y que por ellos continúo soportando una vida
de la que no recibo nada
sino dolores y amargos momentos.

Pero,
pensaba en esas largas horas que pasé
tendido en una cama,
tendido en una camilla,
y nuevamente en una cama,
viendo pasar hora tras hora,
oscuridad, luz, oscuridad,
¿cuándo me doy tiempo para pensar en los dolores de ellos,
en las amarguras propias de cada uno de aquellos
por quienes digo preocuparme tanto?

Sí, estoy enfermo,
sí, sufro dolores,
sí, tengo que vivir amargos momentos...
Pero, acaso no es lo mismo para ellos?
¿Acaso no está más enferma que yo mi mujer?
¿acaso no sufre de dolores?
¿acaso no tiene más razones que yo para pasar amarguras?
¿Y mi hijo?
¿no tiene acaso su propia cruz que cargar?
¿cómo puedo esperar que no sea amargo,
si sólo tiene mi ejemplo a imitar?

No he llegado a ninguna buena conclusión
después de entender esto...
Tal vez tenga que esperar a la próxima crisis,
a la próxima vez que tenga que mirarme a mí mismo,
por horas,
reflejado en un blanco cieloraso...
...siempre y cuando
no sea esa vez la última que esté así...

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