Mi esposa trabaja en un colegio, con pequeños de primer año.
Es un trabajo que, las más de las veces,le gusta.
Otras no tanto, y alguna vez ha llegado ha sentir que lo odia.
A veces llega contenta, satisfecha de los logros de los niños,
u orgullosa por una actividad que hizo y que salió bien.
A veces llega triste, cansada de los problemas con profesores,
apoderados o aún empleados del colegio.
Alguna vez, demasiadas para mi gusto,
ha llegado llorando, hastiada de todo...
Es un trabajo complicado y no exento de disgustos .
No sólo debe enseñar a los niños, y cuidarlos.
Algún año ocurre que debe también enseñarle a la profesora,
alguna joven recién titulada, que sólo sabe la teoría,
pero no conoce la manera de ponerla en práctica.
Que no sabe cómo dominar -y conducir- un curso de 45 niños.
Que tiene aún mucho que aprender.
A veces se cansa de su trabajo. Puedo verlo.
Y es que no le basta con la jornada diaria.
No, le dedica también largas horas de labor en casa,
preparando material para los niños.
No le gusta nada hecho apresuradamente.
Tiene que ser bien preparado, con buenas imágenes,
en perfecto orden y con todo detallado.
Hace años atrás, le dije: "oye, que son sólo niños".
Me valió una enérgica reprimenda.
Y entendí que esos niños aprenden todo.
Y sobre todo aprenden lo que ven.
Necesitan ver las cosas bien hechas,
para saber cómo se deben hacer.
Se indigna -aunque no lo diga-
cuando alguna profesora garrapatea algo rápido en una hoja
y lo fotocopia, para dárselo a los niños como material de trabajo.
No, ella vive preparando clases, y materiales, y pruebas.
Aunque eso le signifique robar horas al sueño
y acostarse después de la medianoche cada día,
aunque deba sacrificar para ello su fin de semana.
Sin embargo, es impagable el brillo en sus ojos
cuando en la calle, en el Mall, en la playa, en el supermercado,
algún alumno pequeño la detiene con un alegre grito,
y se cuelga de su brazo, y la saluda con un beso.
Es innegable el brillo en sus ojos, el salto de su corazón,
cuando alguna muchacha, ya adolescente,
deja de lado a sus amigas, en medio de una calle,
para correr a saludarla efusivamente, recordando aún
a quien le enseñara hace siete, ocho o diez años.
Por supuesto que no todos los que fueron sus alumnos
hacen cosas como ésa. Pero hay aquellos que lo hacen,
y eso pareciera darle una cierta satisfacción interior.
Hoy es el día del profesor aquí.
No es su dia, porque no es profesora. No existe un día para ella.
El día del profesor suele significarle sólo más trabajo.
Anoche estuvo hasta las 2 confeccionando manualidades,
como regalo para las profesoras del colegio.
Nada que yo diga en contra puede hacerla cambiar de idea
(sólo puedo ayudarla para que termine más pronto).
Es así. Cien por ciento dedicada a sus niños, y a su trabajo.
Pocas veces tiene alguna compensación que no sea el cariño de los niños.
Mas, hoy llegó feliz, porque ese cariño se aprecia mejor en días como éste,
que aunque no es el suyo, los niños no lo ven así,
y lo hacen ser su dia.
Hoy llegó contenta, cargada de besos y regalos...
[Lo triste es que me prohibieron los chocolates,
de modo que, en esta dura tarea, no podré ayudarla... :( ]
.
es impresionante lo fundamental que es el trabajo de un profesor, recordando que la educacion es la base para una sociedad, para mi lo mejor de un profesor es que estan siempre dispuestos a ayudarte, ya sea en lo academico como en lo profesional, una muy bonita entrada señorita.
ResponderEliminarYO hasta me enamoraba de mis profesores (hombres y mujeres eh) de tanto que los admiraba!!
ResponderEliminarEn horabuena para tu esposa y aissnn!! =( por lo chocolates..
Profesores así deberían abundar más, sí. Enamorados de su trabajo.
ResponderEliminarMejor, no lo abandones, aunque no será fácil llevar dos blogs, no?
Saludos.
No es problema llevar dos, ni tres...
ResponderEliminarPero ése no cuesta mucho llevarlo, ya que no lo escribo yo, lo escriben mujeres...
Ya sabes, es una Antología.
Lo único que yo hago es buscar blogs al azar, leerlos, y cuando encuentro algo interesante, reseñarlo en el blog...